Medios periodísticos extranjeros describen a nuestra querida España, como algo semejante a «un gran manicomio». En realidad no exageran, el festival de desaciertos de un gobierno-desgobierno presidido por una especie de réplica barata del emperador Cayo Calígula, está trastocando la salud mental de los españoles, que ya no saben distinguir entre lo real, lo irreal, la fantasía de unos iluminados y el fanatismo de quienes pretenden imponer una moral ficticia, cuando ellos representan la escasez intelectual y sólo son unos reventadores de la paz, expertos en dividir a todo un país.

En el toreo, apenas cambió nada en ese paréntesis que supuso el «arresto domiciliario» que llamaron «confinamiento», y que muchos españoles festejaron desde sus balconadas, cantando a coro «Resistiré» para mayor regocijo de algunos sátrapas políticos. Parece que no hubieron reflexiones por parte de la tramoya que sustenta este espectáculo siempre único y diferente a todos. Un tiempo largo que apenas sirvió para nuevos replanteamientos, buscar otros enfoques, intentar reinventarse.

Una vez sumergidos en ese estado que llamaron de «nueva normalidad», se dio luz verde a la realización de espectáculos taurinos, eso sí, con todo el protocolo sanitario que se ha impuesto. Pero, no entendemos que se cierren locales de ocio, se prohíba fumar y sin embargo estén las puertas abiertas, de par en par, para recibir a miles de marroquíes, subsaharianos y demás personal africano; muchos de ellos infectados por el mal chino.

Quizá, lo que sobresale en esta nueva era, es la fidelidad de la clientela; el aficionado taurino y público interesado en la tauromaquia sigue siendo fiel a ésta. Si exceptuamos los festejos de Ávila, los siguientes que se dieron, y hasta los más recientes han tenido buena acogida de público. Que en realidad, sería algo así como antes de llegar a esta situación. Mientras esto sucede, algunos empresarios están a la greña, y el ambiente parece ligeramente hostil. Francisco Rivera se muestra contrariado por los reajustes de la Junta de Andalucía, al no poder ofrecer la corrida-fetiche de Ronda; -la que aglutina más personal fashión por metro cuadrado. Fran carga contra algún empresario que no cumplió las normas establecidas. También Juan Reverte tira sus flechas a la misma diana. Y esa diana, al parecer está en la plaza del Puerto de Santa María. Además Reverte, hace alusión a lo que venimos diciendo desde hace tantísimos años, que las afrentas al toreo no están fuera sino dentro del mismo sistema. Reverte tiene las cosas muy claras al respecto, y no tanto cuando trata de justificar la no inclusión en la feria de Linares del torero local Curro Díaz.

Al menos, en Andalucía, Extremadura y en Castilla se dieron festejos; pero qué sucede en Madrid? Y en la Murcia «pepera», cuyos mandatarios siempre se posicionaron a favor del toreo?  En estos parajes nadie parece respirar. La Comunidad madrileña con un ex-torero como Abellán al frente, y el locuaz empresario productor francés que no se pronuncian. Mientras, en la Comunidad murciana han dado por cerrada la temporada, sin ofrecer ni un solo festejo.

En este estado de cosas, lo único que sobresale es Ponce. Podremos decir lo de siempre: que su toreo pueda ser afectado y cursi, ventajista, que el pico de sus muletas sean los protagonistas de sus trasteos, pero también es cierto que se ha echado a sus espaldas esta temporada anómala y con registros de sub-normalidad. ¡Y para colmo, dejó aparcada o cerrada su relación con la espléndida hija de Victoriano Valencia, -quizás por aquello de haberse roto el amor, de tanto usarlo, como decía la Jurado-, para echarse en brazos de una veinteañera almeriense de buena familia, amante del mar y del toreo!…Esto, que aunque parezca una frivolidad, le ha potenciado su imagen e interés popular, él que ya andaba al borde de la decadencia taurómaca, de repente se ha reinventado a sí mismo, aunque su toreo siga siendo tan superficial. Don Enrique Ponce y Martínez, es la gran novedad de esta extraña temporada.

Giovanni Tortosa