Cuando saltó a la arena «Africano», aparte de gustarnos sus hechuras de toro atractivo, íntegro y con buen son, nos acordamos de la alcaldesa de Gijón. Por «Nigeriano» cerró una plaza; pero, ¿qué hubiera hecho de saber que el Fino había estoqueado a «Africano»?  Nos imaginamos que, siendo alcaldesa de Aranjuez hubiese procedido a cerrar y precintar la emblemática plaza y como castigo hubiera enviado una patrulla sanitaria para inyectar una sobredosis de Astra Zeneca, Pfizer, Moderna y Johnson and Johnson, como una especie de Coktail explosivo al espada cordobés.

Esta vez era Finito. No queremos pensar si de nuevo le hubiese tocado a Morante. Ya en su primero, Juan Serrano quiso dejar patente que no había ido hasta Aranjuez para pasar la tarde. Las verónicas que dio fueron un primor de belleza. Con la muleta esbozó el prólogo de lo que vendría posteriormente con «Africano». Curiosamente anduvo bien con el acero; aunque a él esto le daba igual, según contaba al entrevistador de Tele Madrid.

Hasta que salió «Africano», los toros de Zacarías Moreno, aunque nobles pero también blandos y faltos de raza, apenas habían despertado grandes entusiasmos. Sin dudas fue el mejor ejemplar del encierro. Escasamente picado, fue banderilleado con brillantez por Rafael Rosa, teniendo que desmonterarse. De capote, Finito había toreado con primor, cadencia y empaque, rematando con una excelsa media a pies juntos. Acostumbrados como estamos al «pegapasismo», lo de Finito fue como tomar una copa de champán helado en la calurosa tarde de Aranjuez.

El futuro califa, ante el toro de más raza y mejores embestidas, expuso su particular tauromaquia, especialmente con la mano derecha. El toreo de Juan Serrano estuvo rebosante de elegancia, expresividad y naturalidad. Lleno de verticalidad, por momentos roto, desmayado, en un trasteo de sabor añejo. Esa naturalidad que apenas vemos y que por momentos creímos sentir la grandeza del toreo eterno. La faena tuvo la justeza ideal, no se alargó en demasía. En la suerte contraria, dejó una entera que hizo rodar al generoso «Africano». Arjona, el tercero de la cuadrilla de Finito parecía  más bien un afiliado al PACMA, tanto en banderillas como en el momento de apuntillar al noble toro. Álvaro Oliver y Rafael Rosa brillaron en la brega y banderillas.

Ante esta lección taurómaca, ¿qué podía hacer El Fandi?  Más o menos lo de siempre, lo que distingue al granadino: animosidad, mucho oficio y explotar a fondo el tercio de banderillas. Así fue, y David Fandila, para colmo tuvo el peor lote, aunque el público pidió y suplicó al palco los máximos trofeos para él. Este público no regaló fresones de la tierra, pero sí esa disposición hacia los actuantes.

Las sensaciones acerca de Daniel Luque fueron de alta gama. Muy centrado toda la tarde, siempre en torero serio y con la predisposición de hacer un trasteo de calidad; una especie de boceto de aquello que pueda ofrecer en un futuro. En el sexto, otro toro de gran calidad y nobleza, Daniel supo cincelar cada pase, cada trazo con la muleta. En todo momento tuvo la raza de quien pelea y aspira al máximo. Brillaron Antonio Chacón y Juan Contreras.

Plaza de toros de Aranjuez (Madrid). Tradicional Corrida Goyesca del Motín. Toros de Zacarías Moreno.

FINITO DE CÓRDOBA, oreja y dos orejas. 

DAVID FANDILA ‘EL FANDI’, ovación y oreja. 

DANIEL LUQUE, oreja y dos orejas tras aviso.

Ginovanni Tortosa