No tiene el físico de Joao Ferreira, ni la pinturería de Fernando Sánchez, pero su contundencia a la hora de clavar los garapullos es más que notoria. En algún par se alivió, pero también es cierto que colocó más banderillas que todas las cuadrillas juntas. Su labor ha sido festejada por el público y hasta la banda tocó algún pasodoble mientras Otero clavaba en lo alto del morrillo, dejándose ver, y si había que saltar la barrera lo hacía de manera limpia y fácil. El banderillero José Otero ha sido nuestro claro triunfador en una feria donde la huelga de banderilleros fue protagonista de este loable certamen de novilladas.

De las mejores faenas que vimos podríamos situar a Jorge Martínez. El novillero de Totana se las veía de nuevo frente a Manuel Perera. Y no será la última vez que los veamos acartelados, llevan camino de convertirse en una pareja novilleríl de las que hacía tiempo no teníamos. El pupilo de Padilla conecta fácil con el público, pero también lo suyo es pegar pases a diestra y siniestra sin mayor calidad. A lo mejor, esta cualidad le hará convertirse en figura. Isaac Fonseca vino a realizar lo más trepidante, el trasteo de mayor calado del certamen. El portugués Diego Paseiro estuvo entregadísimo, banderilleó con la facilidad con la que suelen hacerlo los portugueses. Tuvo la suerte y puede que la desgracia de tocarle «Piedras Negras» de La Quinta, el mejor novillo del certamen. Por momentos quiso torearlo, pero también lo contrario, con el defecto de abrirle la salida. Horrible con la espada. La calidad del animal le superó.

El certamen se cerraba con un presumible gran desafío ganadero, y que al final no fue tal. Si exceptuamos el novillo de Celestino Cuadri, lo demás apenas tuvieron el nombre de su origen, porque calidad aportaron poca o ninguna. Encima, Victorino no se complicó la vida y envió una sardina con mucho nervio, también de lo más astifino, pero sólo se dedicó a andar sin dejar respirar al pobre José Cabrera, que ya venía apaleado por el primer novillo de Miura. Ni Partido de Resina, ni Prieto y tampoco Miura dieron de sí, defraudaron.

Al final del festejo apareció «Escultor» del Conde de Mayalde; -por cierto la única ganadería manchega en el aludido desafío. Fue lo mejor de un fracasado desafío. Le tocó al mexicano Miguel Aguilar, que al igual que Paseiro, anduvo retorcido y dejando clara la salida del novillo con las mejores hechuras del encierro. Estocada y oreja, así como vuelta al ruedo para el excelente mayalde.

En conjunto, la novillada de Baltasar Iban fue de lo mejor de este certamen. La suerte de varas tuvo su nivel habitual, es decir, deficiente. Los novilleros mexicanos llevan en su memoria a El Pana: lucen la muleta al hombro en su recuerdo; y pusieron mucha entrega. Cabrera tuvo una actuación verdaderamente épica, cuando al intentar una larga cambiada al miura fue corneado en cabeza y pierna. Aún así continuó su trasteo a un animal imposible de triunfo. En su segundo recibió algunos pitos inmisericordes cuando había puesto todo su empeño, incluso llegó a sacar algunos pases airosos de otro imposible animal. El alcalde Jesús Hijosa fue ovacionado como un héroe en la batalla comunera de Villalar.

Mientras otros certámenes de novilladas han quedado aparcados, y no sabemos si para siempre, este alcalde se ha echado a sus espaldas toda la responsabilidad y el prestigio de un evento que seguirá subiendo en interés.

Giovanni Tortosa

En la imagen, José Otero, todo un espectáculo con las banderillas.