«Dura es la brega de un matador de toros en la Plaza y mucho más antes que en la actualidad; ha de torear de capa, tanto al salir el toro como en los quites; recorrer el ruedo incesantemente; clavar banderillas (si practica esta suerte), y en la faena de muleta necesita desarrollar un trabajo que, aun toreando muy parado, es a veces agotador, cosa que también ocurre al matar.» Estas palabras provienen del gran «califa» del toreo que fuera Lagartijo, uno de los más grandes de la historia.

La reflexión del torero cordobés nos hace recapacitar acerca de la preparación física  y mental de cualquiera que tenga que vérselas con un toro en una plaza. Por ello, los entrenadores de alto rendimiento, Salvador Palazón y Rubén Ruano vienen a ratificar lo anteriormente dicho y publicado en esta misma sección el pasado 7 de enero; y que trataban acerca de la importancia que reviste una intensa preparación física, junto a una alimentación ordenada y programada.

«Cuando un tenista está jugando un partido bajo un fuerte calor de 35 o 40 grados, suele ir con una indumentaria cómoda, propia para estas actividades, lo mismo que un futbolista o similar. No podemos imaginar a ese tenista vestido de torero, por lo que sería contraproducente a su actividad, y sin embargo los toreros realizan una actividad de mucho mayor riesgo, bajo unas condiciones climáticas a veces muy similares, y lo hacen con unos ropajes anacrónicos, incómodos y sumamente pesados. Esto nos hace pensar que ellos necesitan de una preparación acorde a esas circunstancias y que vendrían a ser más exigentes que las de un tenista o un futbolista». Afirma Salvador Palazón.

Pero si la potencia física es importante para un torero, la preparación mental es indispensable. La concentración y el estado anímico son esenciales a la hora de enfrentarse al toro y su lidia. A lo que Rubén responde acerca de esos tiempos muertos que pueden condicionar al torero y su cuadrilla:

«Llamaríamos tiempos muertos, entre otros, a cuando se está en el patio de caballos a la espera de realizar el paseíllo. Creemos que en ese espacio temporal el torero pretende estar concentrado, pero le es complicado, siempre hay aficionados dispuestos a hacerse una foto con él, a desearle suerte y esas cosas tan propias del ambiente taurino. Los continuos saludos, abrazos, incluso entre compañeros, todo eso desestabiliza. Respetamos toda esa parafernalia, pero nos parece que incordia y rompe el estado de concentración. No nos extraña que algunos quieran refugiarse en algún rincón oculto del patio».

En esta conversación a tres, sale a relucir el nombre de Antonio Corbacho. Como todo aficionado sabe, Corbacho preparó a toreros como José Tomás o Alejandro Talavante y puede que él sea un referente en esta materia.

«Aparte de una preparación física muy potente, casi draconiana,  lo que Corbacho hizo de sus toreros fue potenciarles la mente: hacerlos rocosos, desnudarles del miedo, que combatieran como si no hubiera un mañana. Esa mentalización hizo de estos toreros, aparte de su técnica y arte, que fueran absolutos triunfadores; tal vez un punto por encima del resto de sus compañeros». -Alega Salvador.

Recordemos que José Tomás solía hacer entrenamientos a puerta cerrada junto a su cuadrilla, vestidos de luces. Lo fácil sería hacerlo de corto. Les pregunto a mis entrevistados por aquellos toreros que les resultan interesantes por su preparación física y mental.

«José Enrique Colombo es un torero bastante joven y con una presencia física exuberante; no tenemos idea que hace, pero su respuesta en las plazas es la de un atleta con mucho fondo».

«José Tomás nos parece el paradigma de la fortaleza mental en un torero. Posiblemente quien mejor interioriza esa capacidad para concentrarse en la lucha de la lidia. Además, si analizamos sus actuaciones podemos detectar la gestión que hace del esfuerzo; mantiene un equilibrio absoluto».

En el transcurso de esta interesante charla, les hemos citado el nombre de un torero como lo fue Roberto Domínguez, a colación de esa mencionada fuerza mental.

«El ejemplo de Roberto podría ser otro exponente, porque además solía combatir con ganaderías duras y exigentes, y en su lidia había firmeza física para concluir con aquellos descabellos de una manera tan brillante. Si nos fijamos, veremos como muchos novilleros y matadores llegan al descabello desfondados, aparte de la buena o mala suerte, parece que pierden los papeles, se descentran. Por ello, el caso de Domínguez nos confirma esa predisposición mental para llegar al descabello con tanta lucidez y frescura, aparte de quedarse sólo frente al toro y encima alejado de las tablas, justamente lo contrario que hacen los demás». -Afirma rotundamente Salvador Palazón.

Evidentemente esa manera de convertir el descabello en todo un ceremonial artístico es algo que después de la retirada de Roberto Domínguez no se ha vuelto a repetir. Agradecemos a nuestros profesionales, Salvador y Rubén, su colaboración en Toros de Lidia, por permitir conocer sus valoraciones acerca de cómo debería prepararse cualquier profesional que se vista de luces.

Giovanni Tortosa

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