Allí estaba Espartaco, que ya era un veterano becerrista, y que les sacaba dos o tres años a ellos. Eran unos monaguillos del toreo, con sus chaquetillas ajustadas y sus relucientes botos camperos. Estaban a un año de ser lo que fueron: los «Príncipes del toreo». Entre los tres destacaba un jovencito de ensortijada cabellera rubia como la cerveza; -tal cuál cantaba la Piquer. Vestía una chaquetilla gris marengo, creo recordar. Lucio Sandín, que era el más bisoño le correspondió una becerra, mientras que ellos, es decir José Cubero «Yiyo» y Julián Maestro, un par de becerros. Como director de escena un ex-novillero y también promotor de lo que sería la Escuela de Tauromaquia de Madrid: Enrique Martín Arranz, que junto con Manuel Molinero sacaron adelante aquella locura. El escenario era la plaza segoviana de Navas de la Asunción.
-Estuvimos el 78 y 79 anunciados como «Príncipes del toreo». Recorrimos toda España. Aquella terna dio mucho de sí. Luego, cada uno tomamos diferentes caminos, pero es cierto que aquello nos marcaría para siempre. Con el pasar del tiempo he podido captar la valoración que muchos aficionados hicieron de esa época.
Ahora, nos encontramos frente al único superviviente taurino de aquella trilogía; Sandín se retiró muy joven después que un novillo en la Maestranza le extirpara un ojo, pese a ello estuvo todavía cinco años como matador de toros. Al otro componente se lo llevó por delante Burlero en aquella trágica tarde colmenareña. Quien había sido predestinado para asumir el cetro del toreo de aquellos años voló a la eternidad cuando su corazón fue arponeado por el toro de Marcos Núñez y el veterano Antoñete se derrumbaba de dolor e impotencia en aquel callejón, porque él sabía mejor que nadie la gravedad de aquello.
-Pues sí, si hago recuento de lo que ha sido mi carrera, podría decir que entre novillos y toros habré lidiado tres mil animales. Unos ochenta paseíllos en Las Ventas, donde estuve en las cuadrillas de José Tomás, Luis Francisco Esplá, Víctor Méndes, Pepín Jiménez, Cristina Sánchez, Antonio Mondéjar o Frascuelo entre otros.
Por cierto, ahora que menciona a Frascuelo. ¿Cómo es don Carlos Escolar «Frascuelo»?
-Un torero inmenso, pero que siempre tuvo la mala suerte en plazas como por ejemplo Madrid. Creo que la cornada que tuvo en Bilbao, según dicen frenó su carrera. Precisamente mi primera actuación como banderillero fue con él. Y puedo decir que he disfrutado mucho hablando de toros en su compañía.
Quizás su sueño fue ir junto a Antoñete?
-Evidentemente, pero también me hubiese gustado ir con Morante. Con Paula estuve una tarde. También anduve con Pepe Luís Vázquez en su presentación como matador de toros en San Sebastián de los Reyes.
También lo hizo con aquella «esperanza blanca» de Madrid que fue Pepín Jiménez.
-Exactamente, no fueron muchos festejos con él, sólo dos tardes en Madrid y otra en Esquivias. Era muy buen torero, aunque en el trato personal solía ser distante, frío.
Con Esplá estuvo un par de temporadas. ¿Cómo le trataba quien fuera un torero querido y respetado siempre en Madrid?
-Con Esplá todo fue grandeza. Antes de ir con él estuve con su hermano Juan Antonio. Luis Francisco en la plaza siempre fue un fenómeno, como José Tomás. Nunca le escuché un grito, un reproche. En los temas económicos ha sido único, no he conocido otro como él; siendo como era del grupo segundo, en cambio nos pagaba a toda la cuadrilla como si fuéramos del grupo especial. Con él no existían los menús, comíamos a la carta. Recuerdo que en Alicante toreamos un lunes y hasta el viernes siguiente no volvíamos a la plaza, y nos tuvo en uno de los mejores hoteles alicantinos todo ese tiempo. Es cierto, que fuera de la plaza nunca le cogí el punto: si le hablaba con tono humorístico igual me cortaba o viceversa. En las entrevistas era un tanto rebuscado, sacaba su vena intelectual. En ese aspecto siempre me entendí mejor con Frascuelo, tiene un lenguaje mucho más llano y sencillo. Pero insisto, viví con él aquella época del famoso cartel: Esplá, Méndes y Soro, con los peores toros y el más rentable para los empresarios.
Aparte de todo eso, no tendría que banderillear, lo cual siempre es más cómodo, ¿verdad?
-Sí, pero por contra tenías que estar muy atento a lo que se hacía, a Esplá como Méndes les gustaba que les cerrase bien el toro. Y cuando ellos no decidían poner banderillas era porque el toro era de lo peor, lo más infumable, y entonces nosotros teníamos esa responsabilidad. Esplá casi siempre paraba sus toros, aunque recuerdo uno de Graciliano que tuve que hacerlo yo y otro en Dax.
De los años ochenta y noventa, ¿qué banderilleros recuerda con mayor estima?
-Curro Cruz, «El Pali» era muy poderoso con el capote. Lo mismo que Juan Cubero, a quien no se le dio el mérito que realmente tuvo; por algo fue tantos años con Joselito. Yesteras también era contundente y la torería de Corbelle. De los actuales me quedo con Chacón y Carretero. Fernando Sánchez es muy espectacular, le puede poner banderillas al mismísimo Toro del Alba, y luego es muy bueno con la puntilla.
Giovanni Tortosa