Este fin de semana hemos presenciado dos festejos interesantes, ambos ofrecidos por Castilla La Mancha Media. El sábado vimos una interesante novillada de Alcurrucén en Casas Ibáñez, en un cartel donde figuraban Tomás Rufo, José Fernando Molina y  Villita. Tomás Rufo vendría a ser figura de los novilleros, con una alternativa al caer; y encima comparte apoderado con el mismísimo Juli: Luisma Lozano. Mientras sus compañeros anduvieron en actitudes de lucha, ansiando el triunfo, Tomás Rufo tuvo unos trasteos impecables a nivel técnico, irreprochable, en una puesta en escena donde pareciera la figura de turno con varios cortijos en su haber. Andaba más que sobrado, pero la respuesta del público fue más bien tibia. Tanto Martín de Blas como César Jiménez intentaban justificar aquello, y de forma sutil vinieron a decir que faltaba transmisión en aquellas faenas.

Siempre se habla de «falta de transmisión» en aquellos toros que siendo nobles y boyantes, sin embargo les falta esa chispa para aportar emoción a la faena. Pero, ¿y los lidiadores?  Ayer apreciamos que la perfección técnica y la desenvoltura ante los astados no siempre terminan en un resultado pleno de emoción y triunfo. La cosa más bien acaba en frialdad.

En cambio, un torero veterano que lleva tantos años en la lucha, incluso podría estar un tanto hastiado por aquello de matar siempre corridas duras, ayer estuvo con las ganas de un novillero, siempre dispuesto y buscando redondear sus trasteos con éxito. Hablamos de Sánchez Vara. Lo hizo ante toros de Arauz de Robles, que tenían el trapío y presentación no de una plaza de tercera como es Cifuentes, sino de plazas de segunda. Salió en máximo triunfador, junto a sus compañeros Andrés Palacios y Miguel Tendero. Al final, los términos se invirtieron, y quien es todavía novillero parecía un matador de larga trayectoria, y el veterano, curtido en mil batallas ofrecía la sensación de estar con las ganas e ilusiones intactas como para aspirar a todo.

Giovanni Tortosa