La presentadora de Tele-Cinco intenta estirar su cuerpo menudo, apoyado en unos inmensos tacones, que podrían pertenecer a un «drag-queen» por su compleja estructura. Su rostro, ligeramente crispado se dirige al centro del plató, donde arrellanada y confortada espera una de las hijas del matrimonio Dominguín-Bosé. Al fondo, aparece sobreimpresionado el rostro enigmático de cabellos azul ultramar de Lucia Bosé; la presentadora pondera la egregia figura de la actriz italiana, a la vez que gesticula primorosamente, tal vez para lucir una especie de pedrusco parecido a una esmeralda colombiana que anida en uno de sus finos dedos.

De la señora Bosé dirá que todo cuanto hizo por su familia fue prodigioso, que ha sido un baluarte férreo en esa sacrosanta casa; sólo le falta pedir que sea bendecida y a la vez santificada. En cambio, cuando tiene que hablar acerca del torero, es decir, Luis Miguel Dominguín, su rostro se torna más rígido y  áspero, el feminismo postmoderno e idiotizante aflora por la piel y de sus delicados labios pintados en violeta oscuro, apenas brotan lindezas del tipo: machista, franquista, mujeriego, infiel…Epítetos fáciles, ya que su cultura no va más allá y también  refleja su absoluta falta de conocimientos sobre el «torero», su época, el potencial mediático que tenía, etc.

El torero Dominguín no tiene quien le defienda, ya que su propia hija sigue impertérrita, sin decir nada, como una estatua de sal, a la espera de ser sometida a una de esas autopsias en vivo que esta gente tiene a gala efectuar a sus invitados, como si se tratara de una liturgia pagana, vista eso sí por millones de televidentes. Esta era, una prueba más para darnos cuenta de lo que suscita la memoria del torero Luis Miguel; mientras la señora Bosé cuenta con la venia del periodismo y demás corifeos, el torero que fuera  gran figura de su época y de toda la historia del toreo, es demolido por estos voceros y descuartizadores del corazón. Luis Miguel no sólo fue el creador de toda la saga, también influyó en el devenir de algunos de ellos. La propia Lucia Bosé pasó de ser una actriz de corto recorrido en papeles secundarios en Italia, a ser reconocida en toda Europa gracias a su casamiento con Luis Miguel. Al hijo Miguel lo presentaban en sus primeras apariciones televisivas como el «hijo del torero Luis Miguel Dominguín». Y este asistía ufano y orgulloso a las galas del intérprete de «Linda».

Miguel quiso ser el David Bowie español, jugando a mostrar una imagen que sugería una clara ambigüedad sexual premeditada, que iba acrecentándose con el paso del tiempo. Sin duda, se convirtió en un referente para el mundo homosexual, tanto español como latino. Eso le salvó de ser un cantante más de los muchos baladistas que rezumaban edulcoradas canciones de amor. La infancia del niño Miguel Bosé estuvo cuajada de grandes personajes, amigos del padre, que le insuflaron cariño y conocimientos. Desde Picasso, Jean Cocteau, Ernest Hemingway, Visconti, etc.

Lucía Bosé, Ava Gardner, Romy Schneider, María Félix, Lauren Bacall, Anabella Power, Ira de Furstenberg, Naima Cherki, Miroslava Stern, Cecilia Albéniz, Mariví Dominguín (prima de Luis Miguel), Rosario Primo de Rivera, son algunos nombres del catálogo de mujeres que cayeron en brazos del torero. Pocos mortales pueden presumir de tan emblemática colección. A pesar de todo, Luis Miguel nunca se sintió un play-boy, un turista de mujeres; decía que sólo anhelaba el amor y no aventuras pasajeras.

La otra vertiente que le hizo polémico, fue su amistad con Franco. Y en este sentido, el caso de Luis Miguel tiene una estrecha relación con el pintor catalán Salvador Dalí. La cultura marxista-ibérica siempre dictaminó que Dalí era un cautivado franquista. La realidad era bien distinta: cuando Franco se dejaba caer por las inmediaciones del Cap de Creus en el famoso yate «Azor», y se hacía fotografiar junto a Dalí, el pintor de Figueras ya era un artista consagrado internacionalmente. Fuera de España, a Franco  se le conocía menos. Dalí vendía toda su obra entre París y Nueva York, y eso le hizo rico; en España no vendía ni tan siquiera una litografía. Por tanto, ¿qué interés podía tener con Franco?  En cambio, siempre se manifestó monárquico y expandió su admiración hacia los Borbones a los cuatro vientos.

La relación entre Franco y Dominguín es un calco de lo que fuera Dalí para Franco. Luis Miguel era un torero atípico que participaba de los grandes saraos europeos; él no se quedaba encerrado en una finca tentando vacas durante los inviernos. En esos ambientes elitistas, donde la cultura europea se dejaba sentir, Luis Miguel se movía como pez en el agua, por tanto, para Franco era una estrategia hacerse acompañar en cacerías y fiestas palaciegas junto al torero heredero del espacio que dejaba Manolete. Evidentemente, todas esas sesiones junto a Franco, les reportaban a ambos, muchos reportajes en «nodos» y demás publicidades de la época. Precisamente Dalí, es el personaje que más veces apareció en el popular «Nodo», y gracias a ello los españoles supieron quién era Dalí.

Muy conocida es la anécdota cuando Franco le pregunta por su hermano comunista, y Luis Miguel responde: «general, no sólo es mi hermano, yo también soy comunista»; aparte se permitía contarle chistes sobre su propia persona delante de todo el séquito oficial. A Franco le divertía todo cuanto el torero le manifestaba, aunque fueran pequeñas sátiras y mofas hacia él. El talento e inteligencia de Luis Miguel le hicieron capear situaciones comprometidas, con mayor desparpajo fuera que dentro de los ruedos. Aunque los públicos taurinos siempre fueran su reto, casi más que el propio toro. Y así decía:

«Al público no hay que hacerle caso, es injusto colectivamente, hay que provocarle, tenerle excitado, vencerle».

La tarde del 17 de mayo de 1949 pasará a la historia de la Tauromaquia como el día en que Luis Miguel Dominguín se autoproclamó número uno del toreo alzando su dedo índice hacia el cielo en la plaza de Las Ventas de Madrid. Aquello provocó una de los mayores escándalos que se recuerdan en esa plaza. Todos estos retazos envueltos de polémicas le convirtieron en un personaje «rara avis» en el planeta taurino, aunque su enorme capacidad lidiadora, así como una muleta portentosa, unido a una exultante elegancia frente al toro le posicionaron como una de las grandes figuras en la historia de la Tauromaquia.

Y para concluir esta semblanza aportaremos un detalle, que aunque parezca de menor importancia, si la tuvo y Luis Miguel anduvo de por medio: el inolvidable fotógrafo taurino, Francisco Cano «Canito» hacía trabajos tanto a nivel taurino como privado para Luis Miguel. Pasado un tiempo, el fotógrafo alicantino pidió  al torero un dinero que éste le debía con cierto retraso. La cosa se demoró y al final, Luis Miguel le dijo a Canito que fuera hasta Linares donde toreaba junto a Manolete, y allí le liquidaría la deuda. El fotógrafo que no tenía programado ir hasta la ciudad andaluza, cogió sus bártulos y se presentó allí con el fin de recuperar su dinero. Él fue el único fotógrafo que estuvo presente en la histórica tarde de Linares. Por ello, y gracias a la deuda de Luis Miguel, hoy tenemos testimonios gráficos de aquella tarde trágica, donde «Islero» hizo subir al firmamento taurómaco a Manuel Rodríguez «Manolete».

En la imagen, el gran Luís Miguel Dominguin en un desplante.

Giovanni Tortosa.