Probablemente cuando sufrió la tremenda cornada en Zaragoza, donde perdió la visión de su ojo izquierdo Juan José Padilla, la trastienda del mundillo taurino apenas dio un duro por el torero jerezano. Otros colegas suyos que habían tenido la misma experiencia, apenas duraron unos meses, una temporada tal vez.

Por ello, hay un antes y un después de la tragedia aragonesa de Juan José Padilla; él demostró no solamente a los taurinos, también a todo un país que se duele y busca bajas laborales por doquier, cuando no pensiones de por vida por cualquier menudencia, que todo es posible, que se puede trabajar en condiciones con alguna deficiencia física, luchar por su gran sueño: estar en la cumbre del toreo, y ante todo sentir la dignidad, la humildad que le otorgó su nueva vida, repleta de incertidumbres que iría resolviendo a base de «largas cambiadas», «faroles» y algún que otro «trincherazo» al destino.

Su secreto fue la constancia y sobretodo una fuerza mental a prueba de balas. A partir de su recuperación y «venirse arriba», Padilla marcó a fuego una nueva actitud: lo que antes suponía una tragedia para cualquier torero, él lo tradujo en esperanza y por ende en puro éxito sobre la vida misma.

Pero quien fuera «panaderito», y posteriormente emprendiera su aventura en los ruedos españoles, tenía muy claro; -a pesar de la falta de visión en uno de sus ojos- que la vida le ofrecía un reto que iba más allá de las treinta y tantas cornadas que su cuerpo ostentaba. Y Juan José lo consiguió, no solamente aguantar frente al toro, sino también verse acartelado con las máximas figuras, él que había sido un torero de segunda fila, lidiando toros duros, encastados y con el máximo trapío, que no eran precisamente de la idolatrada estirpe Domecq.

En otro lugar, Francia o América le hubiesen tratado como a un héroe, debido a la singularidad de su trayectoria profesional, a su entereza como ser que ha subestimado las tremendas carencias físicas para elevarse por encima y alzarse como triunfador de su propia fe y hacer una mueca burlona al destino.

Sólo los aficionados taurinos han comprendido su mensaje, y no es poco en un país que apenas cree en sus tradiciones y raíces culturales, y que no tiene un hueco mínimo para los héroes…

En la imagen, Juan José Padilla, un auténtico héroe español.

Giovanni Tortosa