Semejante frase salió de la boca de una criatura con menos de veinte años, en el sociológico programa de la cuatro: «First Dates». Frases de contenido similar se siguen reproduciendo en dicho espacio, todo ello por los denominados como «perroflautas» del sistema. Es el mejor escaparate para ver las tribus urbanas que pululan por el país.

Los llamados animalistas y feministas de cartón piedra tienen un enorme protagonismo en ese restaurante del amor; y digo lo de «cartón piedra» por el postureo de muchas de las mujeres que aparecen alardeando ser muy modernas, feministas, emancipadas e independientes, que desprecian los detalles galantes de un hombre, y que pueden considerarlos como «micromachismos», pero a la hora de pagar, parece que a todas les falla la cremallera del bolso; ¡y dejan que el pardillo de turno lo pague todo!…¡como máximo pagan a medias y poniendo mala cara!…

Por tanto, estas frases infames, nunca llegaron a la «fiscalía» del programa; sin embargo cuando irrumpe alguien que tiene veleidades taurinas, de inmediato colocan el pasodoble más cutre de fondo y vierten frases irónicas acerca del pobre participante, que sólo aspira a encontrarse con la soñada pareja ideal. ¡Y si para colmo, éste lleva una pulserita rojigualda, las cámaras le taladrarán como haría un vampiro a su víctima!

Los recintos taurinos sufren el ataque de esta cohorte «perroflautesca» que forma parte del llamado «voluntariado» de algunos partidos que directamente están en contra del espectáculo taurino. Dicho voluntariado está formado por adolescentes en su mayoría mujeres, que son trasladadas en autobús, se les paga con un bocadillo y son colocadas frente a la plaza para vociferar durante cuatro horas hasta que sus gargantas quedan afónicas.

Luego, serán devueltas al lugar de origen y hasta la próxima, donde las volverán a usar a modo de títeres. Estas pobres criaturas ignorantes, jamás pisaron una plaza de toros y por tanto andan protestando por algo que desconocen absolutamente. Es el colmo del absurdo. Sólo han sido inducidas y programadas al estilo de una secta. Prefiero a los «Hare-Krishna» con sus túnicas color azafrán, sus cabezas rapadas y sus cánticos esotéricos. Resultan graciosos, te regalan incienso, pastelitos, y no suelen ser agresivos.

La filosofía vegana nace a mediados del siglo diecinueve, en una secta religiosa americana con raíces cristianas, llamada «Adventistas del séptimo día», que ya hacían proclamas por una supuesta vida sana. En pleno siglo veinte, el relato fundacional vegano es secundado y potenciado por el régimen nazi; germen de la ecología profunda. Ésta conceptualiza el dogma que decreta el trato igualitario para todas las especies y que deben de gozar de los mismos derechos que el hombre, que también es un animal. La consecuencia de este relato, es que hay que prohibir todas las actividades humanas que utilizan a los animales, empezando por las corridas de toros.

Hoy en día, para las nuevas generaciones, declararse vegano y antitaurino equivale a reivindicar su progresismo, cuando en realidad significa militar, de forma más o menos consciente, a favor del fin de una civilización llena de valores y apoyar el advenimiento de otra civilización cuyos fundamentos son subversivos. Es una rémora del régimen nazi. ¡Y menos mal que aquél régimen feneció!  Porque los que no somos muy altos, ni rubios y no tenemos ojos azules, lo hubiésemos tenido complicado para sobrevivir. Lo normal es que hubiésemos corrido la misma suerte que tuvieron judíos, homosexuales y gitanos en los hornos de Auschwitz. El genocida de diecisiete millones de seres humanos por motivos raciales, sentía enorme repugnancia por aquellos que comían carne, por las corridas de toros, y sobre todo padecía la enorme frustración de haber sido rechazado en una escuela de bellas artes como alumno.

Pero que nadie piense que estos movimientos antitaurinos son fruto del romanticismo y eterno amor a los animales, que lo hacen por puro altruismo y sentido ecologista.  Que nunca se quejan por los burritos que transitan en algunos pueblos costeros cargados de turistas, y sin un sindicato que  defienda sus horarios y condiciones laborales. Que tampoco protestan por la elaboración del paté; -que a buen seguro muchos de estos comerán-, cuando las ocas son semi enterradas vivas hasta sufrir hipertrofia hepática y posterior muerte;  ni por la asfixiante  cohabitación de millones de aves bajo potentes focos en naves industriales; de los transportes de cerdos y otros animales bajo condiciones infames.

Tampoco protestan ante cualquier asador castellano donde cada día se devoran cientos de cochinillos que apenas tienen dieciséis días cuando son inmolados.  Que desaparezca el toro bravo como especie, les da igual. Porque si la tauromaquia muere también lo hará esa especie única y singular. Eso sí, el dinero que llega desde algunas empresas holandesas y norteamericanas para estas sectas, con el fin de aniquilar la tauromaquia, se supone que recibirá los beneplácitos y bendiciones de sus prosélitos y afiliados. ¡Perdón, no lo será por prosélitos y afiliados, sino por los gurús y altos cargos de estas oficializadas  sectas…!

Giovanni Tortosa.