El extravagante paraje ganadero, del recóndito emplazamiento leonés de Santa María del Río, vio nacer, allá por el 2011, a Cubano: toro de marginada procedencia, tan marginada como acreditada, porque ha sido mucha la casta derrochada por los que sangre de Alipio Pérez-Tabernero comparten. Cubano fue lidiado y estoqueado en el enclave torista francés de Vic-Fezensac, donde el tercio de varas es santo y seña de una afición más que culta, puesto que se concibe a la Fiesta en su primigenio sentido: el de la exaltación de la bravura y la casta brava. ¿Fue Cubano un toro bravo? Como saben, en esto de los toros no hay verdades absolutas, con alguna excepción: lo que sí es cierto que a nadie dejo indiferente. El hito tuvo lugar el 25 de mayo de 2015.

Enorme y bello trapío lucía el «alipio leonés», como fue todo el encierro, a excepción del corrido como sobrero, que por contra era una sardina. Los dos primeros lances, ante un poco asentado César Valencia, por la inercia fue algo largo aunque sin humillar. Al tercer capotazo de recibo, acortó la distancia, venciéndose a tablas, a lo que el de la castañeta respondió toreando a su favor y sacándolo al tercio. Siendo algo más obligado, humilló, aunque se manifestó su flojera de remos. También, con solo tres lances, se denotó una condición inherente al animal, su extraordinaria orientación, que en la muleta se hizo mucho mayor.

Gran espectacularidad tuvo en varas, sobre todo por la prontitud, distancia y galope con los que se arrancó las cuatro veces que se colocó en suerte. Con esto no se quiere decir que tomara cuatro varas. Sin embargo, por esa condición de fuegos de artificiales, se vivió en la plaza una sensación de euforia, con la música sonando como si de la Maestranza se tratara…

Tal y como se ha dicho, se colocó cuatro veces en suerte, aunque solo tomara dos varas. Por tanto, según el criterio del llorado don Joaquín Vidal y el admirado Victorino Martín Andrés, no puede considerarse bravo al que no tome más de tres. La primera vez y tercera vez que el toro acudió al encuentro tomó dos varas excepcionales, ejecutando de forma incompleta la suerte por el picador (en el momento del «embroque» no ofrecía el pecho, que es como debe hacerse todo en el toreo). Sin embargo, se picó en el sitio, con el toro empujando con poder en el caballo, sin humillar en exceso. Por contra, en el segundo y cuarto encuentro no llegó a picarse: en el primero, por la mala colocación del picador, se perdió la puya; y en el segundo, cogió de espaldas al picador, con lo que no pudo ejecutar de modo adecuado la suerte. Además, en este último caso, el toro acabó embistiendo recostado.

En el último tercio, tras un comienzo poco apropiado por alto, donde el toro no se somete al toro que lo requiere y se quebranta el que es un tanto flojo de patas. Y este reunía ambas condiciones, aunque sea paradójico. César Valencia optó por lidiarlo a media altura, sin someter a un toro que ya desde un principio comenzó a orientarse. Por tanto, este defecto para el torero, y virtud para la emoción del espectáculo, se acrecentó.

Murió de media estocada, amorcillado en tablas.

Autor: Francisco Diaz