Por Alexa Castillo

La Plaza de toros más Grande del Mundo cumplió 73 años de haber sido inaugurada. Un festejo que se dice fácil pero que ha significado una lucha enorme, sobretodo en estos tiempos en los que los movimientos animalistas y los intereses políticos nos ponen contra las tablas y amenazan con prohibir el más bello de los espectáculos.

Se registró apenas más de media entrada, seguramente por ser día laboral hábil, lo que dificultaba a muchos el poder acudir.

Se lidiaron 8 toros de la ganadería De “Los Encinos”, bien presentados y dando un buen juego bastante parejo, aunque algunos, faltos de emotividad.

Fueron muy “prudentes” los espadas al llevarlos al caballo y aunque sí acometieron, algunos solo recibieron un escueto puyacito.

Y vuelvo a insistir, la suerte de varas es el pilar de la fiesta! En fin

 

Pablo Hermoso de Mendoza lleva un par de temporadas en donde su paso por el coso Máximo no le genera el triunfo esperado y máxime que este año otros dos europeos le han quitado foco, así que tenía que venir a reivindicar su sitio.

En su primer toro logró emocionar a la concurrencia. Definitivamente si hay algo qué enaltecer del navarro es su conocimiento de los terrenos y la impecable doma que posee y que le ha hecho ser el rey del rejoneo en nuestro país. Sus caballos son extensiones propias y están tan compenetrados que el ritual se vuelve toda una gala. La colocación de los rejones y banderillas generaron un ramillete de rosas en el morrillo de su enemigo que sin embargo no mermaba y acudía expreso a buscar las grupas de los caballos que volaban en un límite del espacio provocando las delicias de quienes se encontraban en el graderío. Su doma impecable acompañaba a dos pistas al burel que caía rendido ante el engaño de los cambios de la misma. Y sin duda su clasicismo lo llevaba a la entrega de la multitud, misma que silenció luego de que los fallos a la hora de la verdad hicieran estragos, sobre todo con el descabello.

En el segundo de su lote que recibió los honores del arrastre lento ha tenido una actuación brillante, y es que todo lo que hace Pablo está perfectamente pensado, trazado, dibujado, es un genio matemático que tiene los cálculos perfectamente delineados para poder concretar una bella obra. Los caballos cual pegasos escapan de las fieras embestidas creando una perfecta estética, que bien merece el bronce de una escultura. Su toreo es clásico como pocos, tiene en las manos la seda necesaria para que la colocación de sus caballos sea monumental. Aunque han venido otros que nos han contado otra historia, con más verdad, no deja de ser Hermoso el centauro más cotizado. Tras la correcta disposición del rejón de muerte ha cortado un apéndice.

Enrique Ponce, tuvo una tarde de ensueño, aún debe estar saboreando ese dulce sabor de una plaza entregada al cien por ciento y en donde hasta sus propios detractores voltearon a verlo con respeto y admiración. Y es que es innegable que aunque a muchos no guste su tauromaquia, la belleza perfecta con la que inunda los ruedos y la caligrafía impecable con la que firma su que hacer, estremece al más ateo. Es un Evangelista que hace titubear a quien profesa cualquier otra religión que no sea el toreo. Y si, su muleta es el telón de un teatro, y abre a los toros dejando una distancia inmensa entre toro y torero, pero sus formas vuelven loco al tendido y cuando se ajusta y se entrega cómo fue el caso, se crea una perfecta hegemonía que termina en dos orejas y una emocionante vuelta.

En su segundo no se quedó atrás. Tuvo en sus manos la gloria, se fundió en oro con su rival y dulcemente lo fue convenciendo de entregarse, como la mágica vara del hechicero conquistó cada una de las embestidas. Seguramente si hubiera podido hablar el toro habría expresado su agradecimiento a la vida por toparse con las artísticas y bellas manos de Ponce, que lo hicieron sentir, vibrar y latir en esos escasos minutos del resto de una vida que con gusto entregó al Valenciano. Y triste fue verlo mal morir luego de la creación que solo quedó en una vuelta para el diestro y una gran ovación al recién finado.

Sergio Flores no podía quedarse atrás. Lleva una constante de triunfos que lo han logrado llevar a lo alto de los escalafones y su firme paso le ha acercado a ser apreciado por las masas que siempre lo ven con agrado.

La previa emoción que había dejado entre los espectadores Enrique, le complicaba el panorama al de Tlaxcala que sin embargo y en su estilo largo y profundo, logró ir metiendo en la muleta no solo al toro sino al público que rompió junto con él, en una faena tesonera y despatarrada que en su estilo los conmovió otorgándole una oreja tras estocada efectiva.

En su segundo salió inspirado, y tenía fuentes para estarlo. Estos años le han dado una madurez intacta para realizar las cosas con puntualidad y cabeza, sin quitar esas ganas inconmensurables de salir adelante, esa hambre de ser y de llegar lo más lejos que esta carrera le pueda permitir. Un guerrero que al frente de la batalla debe encender el fuego de quienes espectantes observan sus decisiones y su capacidad de líder al frente de la orden. Y ese orden lo puso en el ruedo, al manifestar sus cualidades artísticas pero emblemáticamente belicosas. Temple, equilibrio, color y sobresalto en los corazones presentes que tras un pinchazo solicitaron con la exigencia de quien paga un boleto, la oreja, lo que le hizo salir en volandas al lado de sus compañeros de cartel.

Luis David Adame tiene finura en su andar y con el que quizá haya sido el lote menos propicio, pronunció bellos versos en tan singular y especial tarde para cualquiera que se vista de luces.

Perseverante en su labor pese a la notoria falta de transmisión del ejemplar de los Encinos, hallándose por ambos lados. Y es que este joven que trae además el peso de ser hermano de otros dos toreros, uno de ellos triunfador indiscutible de la temporada posee una gran calidad misma que reflejó como el relato de una novela de amor. Con la estructura correcta y con un variado lenguaje, vocalizó las palabras una a una en un tono suave pero firme, deleitando a los aficionados que gustosos le jaleaban dándose cuenta de las marcadas diferencias que aportaba el astado a las de sus hermanos. Voló por los cielos tras ceñirse recibiendo una cornada cerrada, que no le mermó la voluntad de terminar el discurso en forma correcta y triunfal ya que fue premiado con las dos orejas, más de emoción por su conjuro que por lo que realmente nos había regalado.

En su segundo aunque incómodo por el percance no menguó, al contrario, en una gesta salió a sobreponerse y lograr convencer a la parroquia, pero las circunstancias ya eran adversas de por si, así que cuando las musas no llegan, no hay mucho que hacer y esta vez, las musas tomaron forma de bovino. Se esmeró por complacer sin llegar a resonar. Pero aún así surgió una sentida ovación

La tres toreros de a pie salieron a hombros, acompañados del ganadero Eduardo Martinez Urquidi

Por Alexa Castillo