• Por temporada puede llegar a ver de 120 corridas.

El primer Chicuelo, Belmonte, Cagancho, Curro Puya, Gitanillo de Triana, Susoni, Emilio Muñoz son algunos de los toreros que dan nombre a uno de los barrios más conocidos de Sevilla, y también a nuestra protagonista. Triana, una niña de 9 años, que sueña con convertirse un día en torera, mientras espera, torea al viento, rogando cada día a su madre que la apunte a la escuela taurina del Yiyo.

Su plaza es Madrid, igual que su torería, estilosa y con garbo, esta niña promueve el antiguo juego de los toros en su escuela, llamando la atención con ternura. La tauromaquia la llama desde muy pequeña, fue su madre quien la introdujo ese amor, pasión y respeto por el rey de la fiesta.  Pasan los años, y esta niña va creciendo con una fijación, que parece no tener fin, ser torera, aunque tiene un plan «b» en la recámara, ser policía. Profesiones de riesgo, que no «achantan» a esta jovencita.

Parece mentira, que mientras otros niños se distraen jugando, o viendo dibujos, ella juega al toro. Entrenando en el salón de su casa, ve documentales taurinos, se interesa en cuerpo y alma por el arte de Cuchares. Quién sabe si el nombre tiene que ver con su desparpajo, arrojo y rotundidad con el que ruega cada día que su destino es la escuela, pero la escuela taurina.

Le encanta, le apasiona, le divierte y le complace hablar cada día de su pequeña pasión, haciendo vida de torera, vistiendo trajes de luces, sin todavía debutar, toreando con los trastos sin fuerza pero con calidad. Su esfuerzo no tiene límites, al intentar dominar y mejorar  su  toreo.  Al igual que su afición, asistiendo a todas las corridas que puede, esta temporada acaba en figura, 20 tardes ha disfrutado en directo, y cerca de 100 tardes por televisión, siendo asidua a los canales taurinos.

Su torero es Manuel Escribano, siente una devoción intensa por él. Sorprende como habla del torero sevillano, y como espera con ansiedad la temporada para poder verle en las plazas. Afirma con rotundidad que ella quiere llegar a ser como Manuel, y tal vez algún día compartir cartel.

Algo superlativo, ver en los tiempos que corren, que todavía hay niños que se interesan de esta manera tan intensa por la tauromaquia, y que para ellos es algo más que un hobby. La institución taurina debe fomentar y promulgar la tauromaquia a los más pequeños, porque ellos también son capaces de crear afición. Tal vez Triana llegue a ser torera, o tal vez no, pero lo que está claro que su vida estará vinculada al mundo taurino por los restos.

Por Juanje Herrero