Una entrada floja registró esta tarde la plaza de toros México con un gélido clima que no mermó el ánimo de los asistentes que iban con el afán de disfrutar lo que ha sido una ¡gran tarde de toros! Y bien digo de toros porque hoy se ha lidiado una señora corrida. Muy bien presentados todos, incluso uno de regalo que siendo del mismo hierro tenía distinto encaste, sin embargo en lo que va de la temporada sin duda ha sido la corrida con más trapío y bravura aunque en desempeño haya sido dispareja .

Alfredo Ríos “El Conde” vino a despedirse esta tarde después de 25 años de carrera y ha tenido una acertada actuación. Desde abrirse de capa en el primero de la tarde esbozó la línea de lo que sería su paso por este último festejo en la plaza que le dio grandes triunfos. Se lució por chicuelinas cuando el toro se arrancó al caballo buscando la pelea férreamente. He de decir que hoy, pese a que no se picaron en exceso, pudimos ver la bravura, el acometimiento y el celo del ganado en el caballo, en todos los excelentemente presentados astados. Y un encierro bravo exige que los toreros posean las capacidades para resolver ya que no traen los pitones de adorno, como a veces se escucha en el tendido al ver los encierros bobalicones que el público está rechazando cada día en esta plaza.

Así pues Alfredo, un torero con mucho oficio, demostró a quienes desde el paseíllo le mostraban su apoyo, que su paso por este sendero ha sido firme y lleno de pundonor. Muy preciso en banderillas ante un toro que mostraba su edad y proponía dramatismo en el encuentro. Mostró aún sus facultades físicas que definitivamente no son la causa de su retiro.

El vino varía siempre en la cosecha debido al clima anual, a las condiciones de la tierra que cambian año con año, a la humedad, y a la madera de la barrica que lo reciba en su interior. Como los toros. Pero el encaste da las pautas y esa selección tan fina que se lleva en la plaza de tienta y que busca preservar una línea es lo que marca la diferencia. Hoy no serán los toreros sino los toros los que me dan la línea de un Numanthia, equilibrado, con amplia gama de matices en nariz y boca. Se percibe una amplia escala de aromas y sabores a maderas, frutas y añejamiento, pero con un balance que crean en el paladar un una sensación de terciopelo, equilibrio, refinamiento y esas ganas de decir, ¡que buen vino!, muy diferente a todos los que he probado. Así los de Barralva, diferentes a todo lo que nos han presentado a lo largo del serial.

Y el Conde tuvo que trazar firmes líneas, ya que ante un vino que no es precisamente para maridar sino para degustar, el paladar debe estar predispuesto. Fue premiado con una oreja por su labor tras la muerte de su primer enemigo.

En su segundo no la vio fácil. Ya le protestaban el no poner banderillas, suerte que destacó en toda la corrida por la ya mencionada dificultad. Y con la muleta aunque sumamente voluntarioso, no hubo ese climax. El frío parecía calar en la plaza y estropeó ese gusto por el elixir. Escuchó ciertos aplausos. Anunció uno de regalo.

Desde su salida se notó el cambio de encaste, de cosecha y de barrica, sin embargo aunque como un vino más joven, sin duda hubo un toro en la plaza. Es tan importante, y con mucho respeto lo refiero, que tenemos que conocer la suerte de varas, tan importante en nuestra fiesta y en la esencia pura del toreo y que en nuestro país es muy mal vista y protestada cuando el público considera que se ha pasado. En muchos casos por la falta de bravura o bien debilidad puede justificarse, pero ver a un toro arrancar de largo, definitivamente es como catar un vino con sabor a frutos negros, higos y avellana tostada, con esa presencia de la madera de roble y complejo gusto con toques de cacao, tabaco y balsámicos que causan un furor en las sensaciones. Y Alfredo supo ir analizando las notas, poco a poco para dar forma en los tres tercios a una emotiva marcha de esta difícil profesión.

Con el clasicismo de “El Greco” adornó el morrillo del animal para después de un brindis muy emotivo a la concurrencia danzar al compás de las sentidas golondrinas, que lo acompañarían en su último paso por la más grande plaza del mundo. Se encendieron cientos de luces que le decían al correcto tapatío: “Gracias”! Y con ellas el diestro pudo consolidar una faena de punto final. La espada le jugó un mal momento pero recuperó para ser premiado con un apéndice, más que nada, por esos 25 años de profesionalismo y seriedad!

Uriel Moreno “El Zapata” siempre con una gran dignidad torera ha refrendado lo que todos sabemos, su valor, entrega y pasión, que lo vuelven un torero variado y que agrada a la parroquia en los tres tercios. Y finalmente pasó fatigas con las banderillas pues toros con edad no son fáciles de burlar y en un instante aprenden por dónde viene el castigo. Sin embargo muy emocionante primer par lo hizo dar una vuelta de mérito con el “monumental” Con la muleta estilizó la figura tratando de complacer al respetable, entendiendo a cada momento los tonos del burel. Se tiró a matar con el pecho por delante volando por encima del animal en una dramática voltereta. Con un coro en las alturas logró cortar una oreja tras aviso.

Su segundo toro, impresionante de presentación exigía de más y aunque sin duda Uriel estuvo a la altura de las circunstancias en todo momento no se logró esa comunión y el público se dispersó en modo navideño, quitándole al matador la importancia tan grande de lo que acontecía en el ruedo. Con mucho mérito pasaportó al de Barralva y su labor fue silenciada.

José Luis Angelino es sin duda un cúmulo de entrega. Este torero, que en algún momento formó parte del escalafón más alto de la tauromaquia mexicana se fue apagando en un tiempo y eso lo llevó a una fuerte depresión, tal que pudo haberle quitado la voluntad de vivir, de seguir luchando y de estar hoy en este lugar. Y algo notamos desde que se hincó a recibir a su primero. Que Angelino quiere ser nuevamente ese torero de mayorías y colocarse en los primeros del país. Con mucha seriedad, pero sin quitar el dedo del renglón emocionó al público tanto en la capa como en las banderillas donde de verdad se les ponía a prueba. Un segundo tercio muy puntual y el discernimiento para descifrar las embestidas del toro que se entregó primero por el izquierdo y luego por el contrario dando oportunidad al diestro de explayarse en su tauromaquia y templar esos sentidos muletazos. La espada malogró y solo escuchó algunos aplausos.

En el sexto tenía que jugar su última carta. Si de por sí, es tan difícil ser torero, sin orejas lo es aún más. Nuevamente de hinojos para transmitir a los espectadores su necesidad de entrega y ligar con estoicas gaoneras que ya nos bosquejaban en el lienzo un picassiano planteamiento. Insisto que no era un encierro fácil para banderillear. Ahí se veían las maneras de los astados, por eso el merecimiento es doble. Con la muleta mostró todas las gamas de color, con solidez y en ocasiones asomando el hecho de que no se ha toreado y mostrando las cualidades de su antagonista, pero decidido y con su vida pendiendo de ésta tarde acarició la miel y la hiel. Una estocada espectacular lo llevó al júbilo del corte de una oreja. Quizá de las más significativas de su carrera. Con lágrimas en los ojos y una visible emoción la recibió para dar su triunfal vuelta y un merecido reconocimiento al toro en su arrastre.

Unas felices fiestas les deseamos desde éste portal y el agradecimiento total a este segundo año con nosotros.

Por Alexa Castillo