Hablar de Juan José Padilla es hablar de una leyenda en sentido literal.

Por ello es un referente para las nuevas generaciones que tanto le admiran, y que tan presente está en esas conversaciones entre quienes quieren seguir su ejemplo.

Gran valentía la que siempre ha demostrado el jerezano cuya trayectoria lo avala, ya pisando fuerte desde su alternativa el 18 de junio de 1994 en la plaza de toros de Algeciras, enfrentándose a ganaderías duras desde los inicios, como en este caso, Miura.

Sus 25 años de profesión no hacen más que corroborar la grandeza de una figura del toreo, llevando reflejado en su cuerpo y en su rostro la entrega incondicional al toro, al que respeta pese a todo, pese a esas 39 cornadas las cuales le han hecho valorar cada instante de su vida, cada oportunidad de levantarse y seguir adelante, aferrado a sus creencias, a seguir un proyecto de vida como compromiso y constancia por encima de todo. 

Entrega, palabra que define su manera de entender el toreo, cada cicatriz que recorre su cuerpo, cada caída, cada piedra en el camino, cada golpe… no han conseguido minar la fortaleza de Padilla, mostrando esa gran magnanimidad por seguir adelante en cada momento, esa grandeza del alma que solo posee una persona honorable.

Virtud, palabra que describe la prudencia y la templanza con la que ha demostrado ser un ejemplo a seguir en todos los ámbitos de la vida, tanto en su profesión, como en la superación de una fuerte cornada que cambió su vida, demostrando su evolución posterior, su progreso, ganándose el respeto de empresarios, compañeros y aficionados que no pasaron por alto el mérito de lo que vino después.

Galardonado con el Premio Nacional de Tauromaquia otorgado por el Ministerio de Cultura en 2018, es otro reconocimiento más a su excelente trayectoria.

Muchos son los ejemplos de la dureza de su carrera, como la grave cornada que le propinó un Miura imponente el 14 de julio de 2001 en Pamplona, grande Padilla que a pesar de la envergadura del de “Zahariche” quiso ejecutar la suerte suprema en corto y por derecho, y cuyo pecho y cuello fueron los que se llevaron la peor parte.

Hay que marcar como trágica otra fecha más en el calendario, 7 de octubre de 2011, plaza de toros de “La Misericordia” Feria del Pilar de Zaragoza, espeluznante cogida la que sufre al banderillear al cuarto toro de la tarde, perteneciente a la ganadería de Ana Romero con el nombre de “Marqués”.

Antonio Val-Carreres “otro ángel de la guarda”, como cirujano jefe de la plaza de toros de Zaragoza y ante la gravedad de la cornada, decidió no intervenir al diestro y enviarlo inmediatamente al Hospital Miguel Servet. 

Como consecuencia del trágico suceso pierde la visión de su ojo izquierdo.

Dándole gracias a Dios y aferrado a su fe más que nunca, el diestro despierta en la UCI siendo consciente de la gravedad de lo ocurrido.

Desde ese momento, lleva a cabo un arduo trabajo con un único fin, el sueño de volver a torear.

Una vez más demuestra la humildad de su grandeza: “Para ser humilde se necesita grandeza”, nos decía Ernesto Sábato, y Padilla, con esa grandeza con la que ha demostrado salir adelante una y otra vez, con esa confianza en si mismo, y rodeado y apoyado siempre por su familia, ha mantenido esa humildad intacta que tanto le caracteriza y honra como persona.

Tan solo cinco meses después de ese fatídico día y un intenso esfuerzo por parte de “El pirata”, reaparece el 4 de marzo de 2012 en la plaza de toros de Olivenza, cuyos compañeros de cartel, José Antonio Morante de la Puebla y José María Manzanares,  fueron testigos de como un Padilla poderoso se puso “el mundo por montera” y salió por la puerta grande cortando dos orejas en la localidad oliventina.

No todos los caminos son de rosas , también hay senderos escarpados… El 12 de marzo de 2017 sufre una grave cogida en Valencia por un toro de la ganadería de Fuente Ymbro, otra dura caída que solamente un héroe es capaz de superar.

Increíble cifra la de 500 corridas después de la grave cornada del 7 de Octubre en Zaragoza, algo inefable para todo aquel que sabe de la dureza de esta profesión, profesión de entrega pero también de modestia por parte de quienes entregan su alma a un público que estima y valora por encima de todo el sentimiento con el que cada tarde nos deleitan quienes van mas allá de lo estético, de lo superficial, de lo que no solo se ve con los ojos, aunque  para unos cuantos sea considerado banal, para otros muchos es una deidad.

Una frase que él mismo dijo: “El paso para tomar la decisión de volver a torear después de perder la visión, fue pensar en que el torero salvó al hombre”.

Premisa que deja latente una vez más que el desarrollo emocional fue tan importante como la recuperación física que vino después.

Nos demuestra así el maestro que todo se puede si uno mismo siente que puede hacerlo, que puede conseguirlo, que puede remontar aunque las caídas sean impetuosas.

Su retirada se produjo estando en uno de sus mejores momentos, no por miedo, a pesar de todos los infortunios. 

Su retirada es anunciada el 24 de noviembre de 2017, con la sensación y la satisfacción de haber conseguido más de lo que había soñado, comentó el maestro.

Esa ilusión con la que anuncia su retirada es la que le impulsa en ese momento a hacer una gira de despedida en 2018, coincidiendo con el 25 aniversario de su alternativa.

Padilla se retira por todo lo alto, recibiendo el cariño de todos los aficionados de cada plaza en la que hizo el paseíllo vestido de luces por última vez.

Afortunados son los que pueden empaparse de sus consejos y pueden estar a la vera de quién mejor puede aleccionarlos, tanto en lo profesional como en lo personal, ese es Juan José Padilla.

 

Por Gabriela Martín.

Foto: EFE