Por José Joaquín Diago 

Cuando uno viaja por la carretera sevillana de La Campana a Lora del Río y viceversa, se le pone, sin querer o queriendo, ese maravilloso nudo en el estómago mezcla de nervios, ilusión y respeto, porque sabemos que en esa carretera, de repente aparece solemne y majestuosa la portada con las cinco letras mágicas que conforman la palabra más legendaria del campo bravo: “MIURA” y que anuncian que estamos irremediablemente ante la inmensidad de la finca “Zahariche”, donde se cría la vacada de este hierro, fundamental para entender la historia de la tauromaquia. Para el que pasa por allí por primera vez no hay vuelta atrás, esas imágenes y sensaciones quedan para siempre en la memoria.

Son ya 177 años los que esta familia ganadera mantiene el nombre de Miura en todo lo alto y dedica su vida a la crianza de un toro bravo único en el mundo y por lo tanto diferente a todos los demás, no digo ni mejor ni peor, simplemente diferente. En el mundo del toro, Miura es un mundo aparte. Querida por unos, temida por otros, motivo de pesadillas y de sueños para los toreros, pero siempre respetada y admirada, y nunca deja indiferente a nadie. Miura está por encima del bien y del mal, Miura es Miura, para lo bueno y para lo malo. Cualquiera puede conocer la historia de la ganadería, no les voy a aburrir con datos históricos que ya todos ustedes saben, pero solo la familia Miura conoce sus secretos que se han ido traspasando cuidadosamente de generación en generación.

Desde el año 1842, los ejemplares de esta ganadería han propiciado historias, tragedias, hitos, anécdotas y una lista interminable de triunfos que han ido forjando una leyenda asombrosa y fascinante que todavía hoy, 177 años después sigue estando muy presente, sin cambiar la morfología de su toro tan personal desde sus inicios pero buscando adaptarse en su comportamiento a las distintas lidias y épocas del toreo, manteniendo un sello propio e inconfundible.

Con el hierro de la “A” y las dos asas han triunfado todas las grandes figuras del toreo de todas las épocas, “El Espartero”, “Guerrita”, “Machaquito”, “Bombita”, “Joselito El Gallo”, Juan Belmonte, Domingo Ortega, “Manolete”, los “Bienvenida”, Pepe Luís Vázquez, Paco Camino, Diego Puerta, “El Viti”, Palomo Linares, Ruiz Miguel, José María Manzanares (padre), entre muchos otros, sin olvidar un torero como Javier Castaño, que ha sido uno de los pocos diestros de la historia que se ha atrevido a hacer la gesta (una gesta de verdad), de matar seis toros de Miura en solitario y que fue el matador que más orejas cortó en su encerrona con “miuras”, un total de cinco orejas la histórica tarde del sábado 26 de mayo de 2012 en Nimes (Francia), o Manuel Escribano que indultó al ya célebre “Tahonero”, de pelo negro, primer toro de la historia de este hierro al que le fue concedido este honor, el pasado sábado 22 de junio de 2019 en la plaza de toros de Utrera, curiosamente de donde proviene la casta Cabrera, el origen de la ganadería de Miura y que estaba marcado con el número 42, las últimas dos cifras del año del nacimiento de esta ganadería (1842), una bonita casualidad.

Además, una lista interminable de toreros de renombre y otros más modestos han obtenido triunfos en su carrera con los toros de esta divisa sevillana, aunque lamentablemente, muchos de los toreros que hoy en día son considerados como “figuras” ni siquiera han tenido el valor ni la vergüenza torera de anunciarse todavía con toros de Miura, quizás los tiempos cambian, pero creo que algunos de ellos serían perfectamente capaces de estar bien con estos toros, otros, sin embargo, dudo mucho que se libraran de hacer un ridículo espantoso.

Posiblemente, en la actualidad y gracias a la desmedida afición, al enorme y minucioso trabajo, la constancia, la sabiduría y la ejemplar humildad de los ganaderos D. Eduardo y D. Antonio Miura, estos toros sean unos de los que mayor espectáculo ofrecen en el caballo y los que mayor variedad de comportamiento ofrecen durante la lidia. Sigue saliendo el toro duro y difícil, el toro cambiante e incierto, el toro franco, bravo y encastado, el toro noble y con clase, también el malo como salen en todas las ganaderías, pero ante todo el toro de Miura es imprevisible, y en estos momentos en los que los aficionados estamos hartos de ver tantos toros y tantas faenas previsibles es de agradecer y de admirar que todavía existan ganaderías que sean impredecibles y que mantengan el interés y la incertidumbre de que mientras haya un toro en la plaza marcado con la “A” y las dos asas, cualquier cosa puede pasar y todo es posible, porque este hierro, a pesar de sus altibajos (como tiene cualquier ganadería), a pesar del peso implacable de su historia, a pesar de las críticas, a pesar de los halagos, a pesar del paso de los años y las épocas, a pesar de todo lo habido y por haber, nunca deja de sorprendernos.

Todos ustedes saben que el primer Miura que fundó la ganadería tenía una fábrica y tienda de sombreros en Sevilla, pues bien, alguien dijo una vez que: “sería bonito que todo el mundo llevara sombrero, por si se presenta una buena ocasión para quitárselo”, y creo que cualquier ocasión es buena para quitarse el sombrero ante esta esta ganadería y ante sus ganaderos, por su historia y por su categoría.

El título de esta sección es “Un ejemplo a seguir”, esta ganadería es un ejemplo, sí, pero nadie lo puede ni podrá seguir nunca porque es una ganadería única, necesaria e irrepetible. Simplemente porque Miura es Miura.