Los milagros siguen existiendo y ‘El Mago’ es una prueba del destino al respecto. Hace pocas fechas pudo haber muerto en el accidente de aviación y, sin embargo, está gozando de nuevo con la vida; en esta ocasión, junto a una bella mujer que, por capricho o por amor, le ha entregado su cuerpo. Lo que se presagiaba como una noche romántica para ambos, con cena incluida, quedó todo dentro del camerino del teatro, puesto que ‘El Mago’ y Judith, apasionados por completo, no pudieron frenar lo que sus corazones les demandaban; el amor en su más viva expresión.

De tal modo, el teatro caleño Jorge Gaitán será siempre el mudo testigo de una noche de amor entre un hombre y una mujer. Allí quedaron ambos extenuados de placer, rotos por la dicha que habían sentido en lo que para ellos sería una noche inolvidable que, rociada de magia y absorbida por el bello sexo, vivirá eternamente en el corazón de ambos. Era inevitable lo que ambos sentían y esa noche apasionada e inolvidable tuvo en este sentimiento su irrefutable razón de ser.

Al amanecer, y antes de que los auxiliares de la cantante terminaran con los últimos detalles del desarme del escenario y de cargar todo en el camión de la compañía junto con el vestuario, ambos se dirigieron a la calle. Estaban felices; les delataban sus ojos, puesto que el amor habla por los ojos y ellos, sonriendo, así se lo contaban al mundo. Rodolfo acurrucaba a Judith a su vera mientras que ella, sin rubor alguno, susurraba besos en los labios del diestro. Decidieron desayunar en la primera cafetería que encontraron y, sin duda alguna, aquel desayuno les supo tan bello como la noche de amor que habían tenido.

–Me tienes loca –decía Judith mientras desayunaban–, siempre soñé con encontrar un hombre como tú, romántico, apasionado, todo un caballero que me ha saciado como hembra y me ama como mujer.

–Gracias, chamaquita, – respondió Rodolfo –yo siento, como hombre, lo mismo hacia ti.

Mientras amanecía, los enamorados se despedían; para Rodolfo, en su corazón seguían retumbando las dulces melodías que le cantó Judith y, más que canciones, llevaba dentro de su ser la enorme dicha de haber sido amado por tan espectacular mujer. ‘El Mago’ era un hombre avezado en cuestiones de amor; muchas mujeres recibieron su cariño de forma ocasional; y, como él decía, no se sentía hombre de una sola mujer y, sin embargo, Judith le había trastocado los planes de su alma. Sólo tenía ojos para ella y, lo que es mejor, la llevaba dentro de su corazón permanentemente.

Al despedirse, en plena calle, ambos sellaron un beso apasionado que los devolvía a la vida. La vida de los artistas suele ser muy complicada y llevar una existencia digamos normal, a ellos les cuesta muchísimo; se deben a un público y, lo que para cualquiera podría ser algo común y corriente, para ellos raya en la excepción. Judith tenía miedo de ponerse a noviar con un hombre por temor a la reacción de su público masculino; y ‘El Mago’ tenía pánico por aquello de haber sido traicionado por la gringa y que, por culpa de la desgraciada, él andaba sin rumbo por la vida.

Aunque muchas veces se cuestiona hasta qué punto no fue también su responsabilidad aquel fracaso, porque él sabe que en cuestiones de pareja son los dos los responsables de su rumbo.

Pero bueno, mejor es dejar aquello en el pasado porque ¿para qué resucitar los dolores de un desamor? Siente, que mejor es amar sin presentir, como reza un viejo tango que le escuchó cantar alguna vez a un argentino, en una reunión de amigos, hace ya muchos años, allá en el DF de su México natal. El accidente, como se comprueba, le cambió la vida por completo. Pudo haber muerto y ser historia y, como ha sucedido, hoy está vivo, enamorado y feliz.

A Rodolfo lo esperan en México pero su periplo colombiano lo está llenando de felicidad; apenas tiene ganas de marcharse. Se ha curado por completo, ha recibido el agasajo por parte de todos los medios y entidades de Colombia y se siente más colombiano que el propio Gabriel García Márquez. Rodolfo ha pasado la noche con Judith. Pese a ello, no tiene sueño y está más despierto que nunca. Al llegar al hotel ha tomado una ducha y, en vez de descansar, ha llamado a su amadita.

–¿Cómo estás, chamaquita? –preguntó Rodolfo a Judith. La alegría de la muchacha al escuchar el teléfono no podía ser más grande; ella sospechaba que podía ser él porque, pese al poco tiempo que hacía que se habían despedido, la llamada de Rodolfo era algo que deseaba con todo su anhelo.

–Amor –susurró Judith–. Estoy feliz de escucharte. He llegado a mi casa y no he podido conciliar el sueño; estoy en la cama y ahora mismo desearía volver a amarte. He sido muy feliz contigo; te diría que ha sido mi noche más mágica; todo tú, Rodolfo, me conmoviste y de tal manera me encuentro.

–Sentimos lo mismo –respondió el diestro-. Yo también tengo ganas de verte de nuevo. Te cuento que, posiblemente, me reúna en este día con el empresario de las plazas de toros de Cali y Bogotá para concretar lo que serán mis actuaciones en dichas plazas. Me ilusiona mucho, cielito mío, poder brindarte un toro y lograr un gran éxito para compartirlo contigo.

–Sí, amor –decía la muchachita–, tenemos que concertar las fechas porque, como sabes, yo tengo galas en Cartagena, Manizales, Bucaramanga, Cúcuta, Sogamoso, en la propia Bogotá y otras ciudades y debemos concertar todo, no sea cosa que tus actuaciones coincidan con las mías y no pueda yo verte torear. Estoy loca por verte de luces; ya supe todo de ti; eres el mejor y en México te adoran. La pena es que por diversas circunstancias, como sabes, en Colombia eres un desconocido artístico; lo digo en el sentido de tu arte porque, gracias al accidente, eres ahora el hombre más popular de toda Colombia.

–Sí, Judith, no sufras que concertaremos todo; es más, tras todo lo que me haces sentir, hasta me atrevo a decirte que, por lo que mi corazón me indica, hasta te digo que mis actuaciones en tu país no tendrían sentido sin tu presencia en las plazas de toros. Tú serás, amor mío, la fuerza que me empujará hacia el éxito, ya lo verás. Un hombre enamorado puede con todo, y ese es mi caso ahora mismo para contigo.

En México, como te conté, los empresarios me decían que yo era viejo, y gracias a ti he rejuvenecido por completo, hasta el punto de seguir jugándome la vida frente a los toros; tú serás el testigo excepcional de lo que te digo.

–Gracias, cariño –afirmaba Judith–. Vivamos esta historia de amor que el destino nos ha concedido con todo su esplendor; nada dejaremos por hacer y cuenta siempre conmigo. ¡Un beso en tus labios!

Pla Ventura