Tras amarse, ‘El Mago’ y Judith quedaron extasiados. Se disiparon los celos de la muchacha, que en realidad no eran celos, sino que era tanto el deseo que tenía ella de ser amada por Rodolfo que dicho amor era lo que le había provocado aquella situación de zozobra que ‘El Mago’ supo alejarle para siempre. Judith selló un beso en los labios de su amado y contenta y dichosa se marchó, dejándolo solo para organizarse en los diversos asuntos que tenía pendientes, por todo lo que se refería a su primera actuación en Cali.
Faltaban ya pocas fechas y le quedaban muchas cosas aún por finiquitar. Ciertamente, tras haber amado a la mujer de sus sueños, Rodolfo se hallaba pletórico; desprendía felicidad por todos los poros de su piel. Le ilusionaba visitar la plaza de toros; la había visto por fuera pero quería pisar su arena y familiarizarse con dicho ruedo; Rodolfo es muy curioso y le gusta conocer los escenarios de sus actuaciones a priori. Llamó a Carlos Martínez, el chico que ejercería como mozo de espadas para que lo acompañara. Mientras degustaba un riquísimo café, llegó Carlos.
–Maestro, ¿qué se le ofrece? –preguntó el muchacho.
–Quiero que me acompañes para visitar la plaza de toros.
–A sus órdenes, maestro. Es un gusto acompañarlo. ¡Vámonos!
Ambos tomaron un taxi y, al poco rato, estaban frente al coso de Cañaveralejo, como se le conoce a dicha plaza de toros; claro que los lugareños también la llaman ‘La Copa’ por aquello de su similitud con una copa de champán. A su llegada, el conserje del inmueble taurino, al reconocer al Mago, se brindó por completo para enseñarle al diestro el escenario de su inmediata actuación. Una vez dentro del inmueble, ‘El Mago’ se quedó anonadado al ver la magnitud de la plaza; ya estaba soñando con dibujar en aquel ruedo sus creaciones taurinas y Carlos, al verle emocionado, empezó por contarle cosas de dicha plaza.
–Esta plaza, maestro, se inauguró cuando usted tenía tan solo siete añitos de edad; qué lejos quedaba de su ser, en aquel entonces, que un día estaría usted aquí dentro y, lo que es mejor, casi a punto de hacer el paseíllo. Concretamente, se inauguró el día 28 de diciembre de 1957. Se lidiaron toros de la ganadería de Clara Sierra para los diestros Joselillo de Colombia, Joaquín Bernadó y Gregorio Sánchez, estos últimos españoles. La primera oreja la cortó Joaquín Bernadó y, desde aquel entonces, maestro, a finales de cada año, Cali es toda una fiesta.
–Oye, Carlos, –preguntó ‘El Mago’– ¿es cierto que se llena siempre este coso?
–Por supuesto. Aquí hay una afición increíble; todo lo que rodea al mundo de los toros, para nosotros está lleno de magia y de encanto.
–Y según he podido saber, – seguía preguntando ‘El Mago’ con aires de curiosidad –esta plaza tiene lo que se llama una Junta Administrativa que, al parecer, destina los beneficios obtenidos a obras benéficas, ¿cierto?
–Sí, señor. Y lo que es mejor, dentro de esa Junta Administrativa de la que usted se refiere, exista la llamada Fundación Plaza de Toros de Cali, que es la que gestiona los beneficios para su posterior reparto. Son muchas las instituciones locales que cada año salen favorecidas por la celebración de las corridas de toros. Le podría decir el Hospital Departamental, el Hospital San Juan de Dios, el Club de Leones, Cruz Roja Colombiana, el Instituto para Niños Ciegos y Sordos. Como ha comprobado, todo un lujo para nuestra sociedad, gracias a nuestro emblemático coso.
–Y si todavía no ha llegado la feria, –’El Mago’ seguía queriendo saber– ¿cómo se hace para montar esta corrida en mi honor?
–Muy sencillo, Rodolfo. Usted es ahora la máxima atracción en el mundo de los toros, y en Cali ni le cuento. Por dicha razón, el empresario, señor Ramiro Carmona Carrasco, ha hablado con la Junta Administrativa para que le cedan la plaza para tal efeméride. El empresario pagará un arriendo por dicho día y esa cifra, como le contaba antes, irá a parar a las arcas de la Fundación para su distribución a las entidades antes citadas.
‘El Mago’ escuchaba al muchacho y se quedaba mudo por la emoción que estaba sintiendo. Su ilusión era tanta que, los pocos días que faltaban para el paseíllo ya estaba deseando arrancarlos de cuajo. Aquello de la distribución de los beneficios había cautivado a Rodolfo y por su mente ya giraba la idea de colaborar también con sus honorarios.
–Carlos, estoy feliz por todo lo que me has contado. ¿Sabes una cosa? Quiero, así se lo pido a Dios, que en el día de mi presentación se agote el billetaje; porque me has ilusionado con todo lo que me has dicho, muchacho, y estoy deseando que haya un lleno absoluto que, sin dudar, será el primer éxito mío; que pretendo lo sea para el empresario, pero tras todo lo que me has dicho, si logro llenar Cañaveralejo, esas entidades benéficas que me has citado serán receptoras de mi pronta dádiva.
–Dios quiera concederle, Rodolfo, ese deseo. Lo que sí queremos todos, maestro, es su más grande éxito artístico. Por toda la promoción que se ha hecho de usted, Cali al completo está pendiente de su actuación; y no le digo de mi humilde ser que, al pensar que estaré entre barreras para servirle los trastos, mi dicha no puede ser más grande. Yo sigo rezando todas las noches, maestro, para que usted pueda demostrar en nuestra plaza todo el arte que corre por sus venas. Como le embista a usted un toro, todos lloraremos de emoción; me vienen a la mente ahora las películas que he visto de sus actuaciones en México y, le juro, jamás había visto antes un torero como usted.
–Gracias por tus palabras, amigo. Le pediremos a Dios para que haya éxito artístico y, como te he dicho, triunfo económico que, en realidad, de tal modo, podremos ayudar a mucha gente.
Pla Ventura