Pese a las dos orejas que se han cortado en esta tarde, ninguno de los diestros actuantes era esperado en el cartel; les pusieron y allí estuvieron. Eso sí, la entrada más pobre de la feria porque, además de Morante en el callejón, creo que habría quinientas personas siendo muy generoso. ¿Qué pensarían dichos toreros al ver tan poca gente, ellos que, los tres, han salido por la puerta grande de Madrid con la plaza a reventar? Yo moriría de pena, igual ellos lo han llevado mejor. Y, desde el otro lado de la trinchera, Simón Casas sigue argumentado que no se pueden dar toros en Madrid con seis mil personas. ¿Será acaso, que a Matilla le sobran los billetes de  quinientos y está dispuesto a regalárselos a los toreros? Menudo enredo, sí señor. En el aspecto de la asistencia de aficionados, ¿qué fórmula tendrá Matilla para pagar a los diestros actuantes? Preguntas que no tienen respuesta pero, me gustaría mucho estar presente en la liquidación del empresario a los toreros.

Como todo quedaba en casa, Matilla ha traído seis ejemplares de su dehesa con apariencia de toros; vamos, en estos momentos, lo más normal del mundo porque si algo sobra en las ganadería son toros con cinco años bien cumplidos. Bicornes bien presentados de juego desigual; primero y segundos con más bondad que La Madre Teresa. El resto casi todos han salido calcados; sin ninguna maldad, pero muy poco propicios para el toreo moderno, ese que ahora tanto cacarean los asalariados de la crítica que, como saben hasta los niños chicos, esos animales no tiene casta ni raza para engrandecer el toreo.

Miguel Ángel Perera ha estado «cumbre» en su primero; es decir, su repertorio lo ha expuesto con suma vehemencia y, en honor a la verdad, como el toro era santificado que parecía que había bajado de los altares, le endilgó muletazos de bello trazo; sin decir nada, por supuesto. Pero estaba delante de un toro y eso siempre merece un respeto. Derecha e izquierda, por ambos pitones se ha gustado Perera, lo complicado es si le preguntásemos a los quinientos que había en la plaza si todos han sentido la misma emoción que el torero. Perera es uno de esos diestros que, tras tantos años en activo, no tiene atractivo alguno para nadie; lo ves una tarde y si acaso, se puede esperar al año siguiente para volverlo a ver y nadie se rasga las vestiduras. Estocada de lujo y orejita sin ardor. En su segundo se ha complicado la cosa porque el animal ha sacado un punto de casta que, sin duda, merecía una vara más pero, el extremeño ha pedido el cambio para pasarlas canutas con el enemigo que, sin ser malo, tenía ese punto de casta que tanto odian los toreros. Ha estado valeroso y, entre innumerables trapazos le ha salido algún buen muletazo. Estocada y silencio morituri.

El segundo era tan noble como el primero en que, Ureña ha estado magistral. Lo ha toreado a placer por ambas manos porque, como digo, el animal tenía mucha movilidad y absoluta nobleza. Sin duda que, el Ureña que conocimos jugándose la vida con aquellos toros auténticos, nada que ver con este hombre que, gesticula más de lo debido, se pone hermoso frente al toro a sabiendas de que, como explico, esos cuadrúpedos no tiene ninguna mala intención. Oreja con justicia. Con lo bien que ha estado Ureña esta tarde con este su primer toro, para su desdicha ha logrado que nos acordásemos de Pablo Aguado, de Juan Ortega, de Finito…..todo ello para pensar que, dicho toro, en las manos que termino de citar era para llorar de la emoción y, no ha sido el caso. Su segundo, más paradito, con arrancadas más cortas, el de Lorca lo ha intentado y, por momentos le ha sacado algunos buenos naturales, pero al final todo ha quedado en el vacío de la nada. Palmitas a la voluntad.

Es cierto que el otro día Daniel Luque se la jugó con unos toros que pedían el carnet de matador de toros. Es verdad que, Luque, como sus compañeros, no es un torero de exquisiteces. Hoy ha pechado con el lote más desaborido y, aunque lo ha intentado no ha tenido premio a su esfuerzo. Los toros no querían comerle, ni mucho menos, pero tenían poco recorrido, embestían a oleadas y, aunque sus enemigos no le han declarado la guerra por aquello del peligro, su labor ha quedado en el limbo, es decir, en tierra de nadie. Silencio de indiferencia.

Otra más y, como sucede en las ferias de largo recorrido, si de arte hablamos, hay más de cal que de arena. Insisto que, los toros también deberían tener suerte en los sorteos porque, como antes decía, esos dos santos vestidos de negro como han sido el primero y segundo, en las manos de Pablo Aguado o de Juan Ortega, la tarde hubiera sido de escándalo. Claro que, la vida es como es y no como nosotros quisiéramos que fuera.

Pla Ventura