“El pobre de mí” precedió a la corrida de Miura que, una vez más, puso el broche final a San Fermín. Se lidió una corrida bien presentada, aunque desigual, cuyo juego dio motivos para volver a creer en la leyenda de esta ganadería, con toda la prudencia posible. Se acartelaron Rafaelillo, Octavio Chacón y Juan Leal.

Abrió la tarde el toro colorado que protagonizó los momentos de mayor riesgo del encierro. El animal era un verdadero elefante, con ese pelo que tanto nos recuerda a “Murciélago”. Embistió con fijeza, y humillando a su manera, en los dos puyazos que tomó, uno en dos tiempos. Dificultó el tercio de banderillas, pues recortaba y media en cada uno de los pares. En la muleta, se quedaba corto y buscaba lo que se dejaba atrás en cada embestida. Arrebañaba. Rafaelillo derrochó pundonor y toreó sobre sus piernas. Falló con los aceros. En el cuarto, volvió a nacer, ya que cuando comenzó su faena, rodilla en tierra, fue golpeado duramente contra las tablas. Se obró el milagro.

La tarde de Octavio Chacón fue gris como toda su temporada. Con la habitual facilidad con el capote para recoger a los toros en el centro del ruedo. Sin embargo, su tarde acabó ahí. En los tres toros que pasaportó, estuvo exactamente igual, lineal y ventajista, siempre periférico. Su primer toro perdió la fijeza y soseó a medida que avanzó la faena, cada vez más. El segundo tuvo algo más de motor, sin llegar a la altura de otros toros. Sin embargo, sus faenas poco variaron. Porfió en exceso con el segundo de Rafaelillo. Quizás hubiera sido más sensato pasaportarlo. Dio un autentico mitin con la espada, donde tiene una asignatura pendiente, en las grandes citas nunca ha dejado una buena estocada.

El toro de la tarde fue el tercero, que cumplió en el caballo y embistió con casta y transmisión en la muleta. Su lidia y muerte correspondió a Juan Leal, quien se creyó que estaba ante un toro comercial. Inició la faena con pases del péndulo y se metió entre los pitones en cuanto pudo. Esa no es la lidia que un “miura” requiere. Disposición y algún natural de bella factura. Mató de infame bajonazo. El segundo de su lote se lidió en quinto lugar al correrse turno. Las embestidas del toro fueron cortas y orientadas cada vez más. Leal estuvo lo más digno que pudo, que no es poco.

Por Francico Díaz 

Por Javier Arroyo