Vivir de espaldas a la realidad. Eso es lo único que puede explicar el despropósito de Feria de Zaragoza que se ha presentado en el día de hoy. Un serial que huele a naftalina, a rancio, a pasado… Combinaciones en los carteles que podrían haberse firmado hace diez años, o más. Siempre los mismos, siempre lo mismo. El sistema siempre encerrándose en banda, intentando salvar sus intereses ahogando los de los demás. Olvidan que así ahogan al aficionado, cada día más cerca de apostatar, si no lo ha hecho ya.

 

En el segundo año de gestión de la nueva empresa, esperaba mucho más, sinceramente. Mi expectativa se debía, sin duda, a las interesantes y satisfactorias combinaciones de la temporada anterior. Sin embargo, esta edición peca de ser extremadamente conservadora, endogámica. Un ciclo que da la espalda a la realidad, a la temporada. Zaragoza tiene la ventaja, al ser la última de la temporada, que puede confeccionar los carteles con lo más granado del año. Esta Feria se podría haber presentado en enero, ya que hubiera variado muy poco. O nada.

 

En el año de las revoluciones, reivindicaciones y lanzamientos toreros, ninguno de sus representantes acudirá al Coso maño. Duele especialmente la ausencia de Pablo Aguado, torero que un 10 de mayo puso esto “boca abajo”. Sin duda la revelación de la temporada, quien se postula a tomar el mando, no hará el paseíllo en Zaragoza. No sabemos los motivos, solo sabemos que el Ebro no temblará con su temple y torería. No es menos curioso observar que el triunfador de San Isidro y de las Corridas Generales de Bilbao, cualquier cosa, tampoco estará en la última plaza de primera. En la pasada edición, se dijo que la ausencia se debía a un conflicto entre empresa y apoderados. La verdad es que el aficionado es quien pierde. Una vez más, se han olvidado de Emilio de Justo. Diego Urdiales no repetirá en la cubierta de Zaragoza, y su ausencia se añorará como la de Román o David de Miranda, o la de Juan Ortega, a la que estamos más acostumbrados. Al menos ha entrado Daniel Luque.

 

Todas estas ausencias se han querido compensar con cuatro absurdos dobletes, de Enrique Ponce, El Juli, José María Manzanares y Cayetano. De estos cuatro toreros, ha quedado demostrado, durante todo el verano, que cada vez interesan menos. Ahí están las pobres entradas que han logrado muchas tardes. Ninguno de ellos ha hecho méritos suficientes esta temporada para despedirse a lo grande en tan relevante riesgo. Tampoco triunfaron el año pasado. Es más, El Juli resultó completamente sobrepasado en la tarde de su encerrona, el anterior 13 de octubre. Manzanares triunfó, sí, en una tarde cargada de emotividad y triunfalismo. Enrique Ponce acreditó en Bilbao no estar completamente recuperado. Y a Cayetano se le ha acabado el crédito de esas bullangueras cuatro orejas de color rosa en Pamplona. Y Morante, en una única comparecencia, ha decidido anunciarse en plaza de primera. Se habrá cansado de tanto pueblo.

 

Sin embargo, el apartado ganadero no enmienda la plana en absoluto, más bien lo contrario. Otra vez, las mismas ganaderías de siempre, con la reserva de El Pilar y El Puerto de San Lorenzo que este año no repiten. Entran como sustitutas de las anteriores: Juan Pedro Domecq y Domingo Hernández-Garcigrande. ¡Oh, Dios mío! Núñez del Cuvillo lidiará un total de nueve toros. Será que no hay en las demás vacadas. Que alguien me convenza cómo lo de Matilla puede seguir lidiándose… Sobre Adolfo Martín y los Maños, esta como novillada, recae la muy escasa variedad de los carteles. La otra novillada es de Zacarías Moreno, cuyo balance en espectáculos menores está siendo positivo.

 

Sin duda, una Feria del Pilar absolutamente decepcionante, y más si se compara con la del año anterior. Esta temporada, la de la renovación, exigía otra apuesta, más valentía. Sin embargo, nos empeñamos en seguir viviendo de espaldas a la realidad, anclados más en el pasado. El sistema cierra filas entorno a los mismos. Parece que se quiera cubrir las espaldas a sí mismo.

 

Por Francisco Díaz.