El viajar a tierras gaditanas siempre es un placer, y más si el pretexto es conocer una de las ganaderías santo y seña del campo bravo español.
En esta ocasión, tras tomar la salida 31 de la A-381 que une Jerez de la Fra. con Los Barrios encontramos la Finca Los Alburejos.
Bajo la comandancia de D. Álvaro Domecq, pastan los animales de las cintas azul y amarilla, los del hierro de Torrestrella.
Sin duda de allí salimos con la certeza de que si hay un dueño, y sobre todo señor de la dehesa española, es el toro bravo.
De un modo muy didáctico, en algo más de hora y media se hace un repaso sobre la crianza del toro, así como en su preparación para la lidia y los detalles que hacen diferenciables a las diferentes ganaderías una vez ya en el ruedo.
Sin duda, si existe sobre la faz de la tierra algún animal con el que el toro bravo compendie un maridaje perfecto, ese es el caballo, por lo que este supone el otro pilar fundamental de la exhibición.
Tras un paseo en contacto con la flora y fauna de la zona, y un primer carrusel, en el que los vaqueros y mayoral hacen acto de presencia en el funcional espacio habilitado, se presentan las divisas de ganaderías señeras de nuestro panorama, tras lo cual, se conducen al recinto a un lote de vacas con sus respectivos becerros.
Exhibición de doma clásica y vaquera, así como muestra de la yeguada de la casa, completan el capítulo a caballo, antes de que el toro vuelva a tomar protagonismo con un sentido homenaje a la trashumancia que desde tierras toledanas se llevó a cabo décadas atrás para afincar estas reses en tierras de Medina Sidonia.
Sin duda una simulación del destete (con ganado manso, debido al peligro de realizarlo con bravo), es otro de los momentos más desconocidos por el público que allí se da cita y que despierta la ternura de los presentes.
Por último y al filo de la una del medio día, tras una gran polvareda levantada por los caballos de los caporales, se vislumbra la masa en movimiento de una corrida de toros; animales que en su ejercicio diario para obtener la forma idónea a la hora de su lidia, y que a diferencia de otras ganaderías en tauródromos, deciden “saludar” durante breves instantes a los que allí se dan cita.
Tras la vuelta de los bravos a sus cercados, y el pertinente saludo a la Virgen del Rocío como reconocimiento su protección en las tareas desarrolladas, se despiden los jinetes actuantes.
Todo ello, narrado minuciosamente por la megafonía de una forma muy didáctica y acompañado de sonorizaciones en forma de músicas/bandas sonoras cuidadosamente elegidas para la ocasión, y que hacen al espectador adentrarse e identificarse con lo que allí sucede.
De este modo, con la idea que desde hace más de una década se lleva a cabo en esta rama de la familia Domecq, se consigue acercar a entendidos y profanos la realidad y tradición del toro bravo de una manera que encandila a los sentidos.
Por Mario Gomez