Corría el final de la década de los años cincuenta en que, como era notorio, la industria de Cataluña estaba floreciendo a pasos agigantados porque, como era sabido por todos, la región catalana era el sueño de miles de españoles que, sabedores de que allí había trabajo no dudaron en emigrar hacia aquella tierra que, por encima de todo, les garantizaba el pan por parte de tantos empresarios catalanes en los que, en aquellos años, Joaquín Ríus seguía estando en la élite de la industria manufacturera. La gran mayoría de los que allí acudieron eran andaluces, de Córdoba de forma muy concreta. Ya en los años sesenta, la emigración hacia Cataluña por parte de aquellos andaluces que solo tenían el campo y sus limitaciones, no dudaron en trasladarse a Cataluña en la búsqueda de una vida mejor.

Como decía, allí llegaron cientos de miles de andaluces de toda condición; ante todo, gentes capaces de trabajar de sol a sol para tener una vida más placentera en todos los órdenes, sabedores que solo el trabajo puede engrandecer al ser humano como tal. No es menos cierto que, entre aquellos labriegos analfabetos, dicho con todo el cariño del mundo, llegaron hombres de una personalidad acusadísima, caso de José Manuel Lara que, sin duda, en Cataluña, formó la industria más difícil del mundo cuando creó la Editorial Planeta, algo que hizo un hombre que apenas sabía leer y escribir y, para colmo, vender libros en aquella España era más difícil que encontrar un oasis en el desierto y, Lara lo consiguió.

Repito que, de entre los emigrantes cordobeses, muchos hombres abnegados además del trabajo, consiguieron la notoriedad del éxito puesto que crearon ellos muchas empresas en las que, para su suerte, hasta emplearon a muchos catalanes. Claro que, entre tanto grano, la paja suele colarse. Por dicha razón llegaron gandules al estilo de Pepe Montilla que, pasados los años y sin oficio ni beneficio, muy pronto se dio cuenta del gran filón que representaba el mundo de la política adentrándose en dicho mundillo. Siempre dije que, todos los políticos no son gandules, pero sí todos los gandules anidan en la política.

El indeseable Montilla se percató muy pronto de que al pueblo, como masa y en estado borreguil, es muy sencillo engañarlo. Divide y vencerás y, eso hizo el apestoso cordobés para vergüenza de su tierra y, sin duda, de toda la Cataluña trabajadora y abnegada. Montilla fue el primer político “catalán” que formó un triunvirato apestoso pero que, le iba a dar mucho juego; era cuestión de dividir al pueblo catalán con argumentos indeseables pero que, como se sabe, la gente siempre entra al trapo; la masa, como dije, es siempre manipulable, para bien o para mal, pero muy vulnerable.

El citado gandul se percató de que, dividir al pueblo catalán er aun negocio redondo y, junto a sus asquerosos socios, así lo hicieron, algo que sigue vigente en la actualidad con unos políticos miserables que, como gran logro, han conseguido que miles de empresas florecientes de Cataluña se trasladaran fuera de las fronteras catalanas, algo muy de “agradecer” a tipos como el citado Montilla y las huestes que le sucedieron, ahí tenemos a Puigdemont, Artur Mas, Torra y toda una serie de personajes que, de no ser por la política estarían muertos de hambre porque lo que se dice el trabajo, eso ni lo han soñado. Como buenos gandules se adentraron en política, dividieron al pueblo, les robaron sus ilusiones y, entre mentiras y engaños, en este caso el pueblo catalán se quedó sin toros.

Reconozcamos que, después de Pascual Maragall, Cataluña solo ha tenido políticos asquerosos que, como decía, solo querían destruir como hacen todos los socialistas y comunistas, Montilla, como buen sociata, se levantó un día inspirado, se sacó una ley de la manga, como hacen los cobardes apestosos y, de repente clausuró la fiesta de los toros en Barcelona, sin preguntarle a nadie pero, para los suyos, había tenido un “éxito” de clamor.

Tiene bemoles la cosa que, tuviera que ser un cordobés el que cerrara la plaza de toros que más espectáculos ha dado en el mundo y, se quedó tan ancho. Otra acción más de lo que supone la división en la que sociatas y separatistas son auténticos maestros; es decir, destruir todo lo que funciona, lo que hace felices a las gentes, lo que divierte, lo que deja mucho dinero en las arcas del estado  pero, esos impresentables, como siempre dije, para ellos, los miles de millones que pueda aportar la fiesta de los toros se los pasan por el forro de sus cojones porque España y en este caso Cataluña, les importa una puta mierda.

Dentro de todos los males Cataluña puede sentirse dichos que la plaza de toros de Barcelona y por ende toda la comunidad, no la clausuró un catalán, pero lo hizo un cordobés, auspiciado por un bestia llamado Carod Rovira que, como mal catalán, secundó al boludo de Pepe Montilla para cometer el más salvaje acto que se ha cometido en la democracia.

Llevo dentro de mi corazón la imagen de aquel histórico 24 de septiembre de 2011 en que, Serafín Marín, mientras salía en hombros de dicha plaza junto a José Tomás, lloraba amargamente porque sabía que, ante el cierre de la Monumental, se quedaba sin pan como así se ha demostrado. Que Serafín Marín se quedara sin pan puede resultarnos metafórico pero, la gran verdad es que el pueblo catalán, el que llenó miles de veces dicha plaza, ante su cierre, se quedó sin sangre en las venas porque, a estas horas de la “película” nadie ha logrado entender aquel acto de maldad que, por supuesto, solo podía lograrlo un político mal nacido y apestoso.

En la foto, la imagen del último festejo celebrado en Barcelona en el que, José Tomás y Serafín Marín salían en hombros.