Como siempre ocurre y muy al margen de la pandemia, de las restricciones y de todas las limitaciones que hemos sufrido y seguimos padeciendo por culpa del “diablo”, los vicios, malas artes y peores gestiones, siguen estando vivas en el toreo. No escarmentamos y, lo que es peor, no aprendemos. El toreo, pese a todo, sigue siendo un coto cerrado en el que entran unos pocos elegidos, los consabidos criados de sus amos y aquellos recomendados por las altas esferas del poder taurino. Es decir, la máxima que se aplica en el toreo sigue siendo la misma: Tú serás torero siempre y cuando yo lo decida.

Tras lo dicho, cualquiera podría preguntarse en voz alta: Oiga, ¿y mis valores que tantas veces he demostrado? Perdone, le responderían: Eso no sirve para nada. Suena a cataclismo, a horror, a dictadura del poder pero, es una verdad incuestionable.

Por la razón expuesta me sigo preguntado por el porvenir de muchos chavales que, llenos de torería y condiciones más que sobradas para desarrollar su profesión con éxito, al final tendrán que marcharse para casita con el mal sabor de boca de valer, pero no tener la oportunidad; casos se han dado por decenas en que la frustración ha sido la norma para tantos desdichados.

Ahora mismo, en la actualidad, en estos instantes tenemos un caso que chorrea sangre a borbotones, me refiero, claro está, a Emilio de Justo que, por sus condiciones, aunque se empeñe el diablo, al final logrará su propósito pero, las pruebas que tenemos en la actualidad, por lo visto, todo nos hace presagiar que lo quieren frenar cuando, como el mundo sabe, es el artista más representativo de la torería actual, yo diría que el sumo sacerdote entre los artistas que se precien.

Dos actuaciones le han bastado y sobrado en la presente temporada para demostrar a unos y a otros que, su esfuerzo merecía la pena, algo que refrendamos los aficionados porque, en las dos tardes citadas, de las manos y sentidos de Emilio de Justo, han brotado los pasajes más hermosos de la torería. No estamos hablando de una promesa, se trata de una realidad bellísima porque, ¿cuántos toreros tenemos en la actualidad que puedan hacerle sombra artística a De Justo? Me sobran muchos dedos de una mano para ello.

Es decir, tras sus eclosiones artísticas, he dicho ARTÍSTICAS, con ese bagaje, Emilio de Justo debería ser imprescindible en todas las ferias que puedan organizarse y, salvo en la de Leganés, que por cierto la organiza su apoderado, está excluido de todos los carteles. Es cierto que los empresarios pueden contratar a quien les plazca para sus ferias pero, del mismo modo, los aficionados tenemos derecho a manifestarnos diciendo que serán muy empresarios, pero muy malos aficionados.

Pongamos por caso la feria de Vistalegre de Madrid en que, como todo el mundo sabe, en la temporada del 2019, Emilio de Justo le cortó las dos orejas a un toro de Victorino Martín en aquella primera corrida de la temporada en que se despedía de dicha plaza El Cid. Es decir, su última actuación en dicha plaza consiguió un triunfo de clamor y, en la actualidad, tras haber llevado a cabo decenas de faenas hermosísimas, entre ellas las dos actuaciones de la presente temporada y, queda fuera de dicha feria porque, claro, López Simón, Román, Garrido, Álvaro Lorenzo, Ginés Marín y demás recomendados, todos han tenido cabida en dicha feria.

Y, como vengo denunciando, resulta llamativo que en todas las ferias anunciadas, Jerez, Granada, Córdoba y otras muchas, no veo el nombre de Emilio de Justo por ningún lado. ¿Se habrán vuelto locos los empresarios? ¿Habrán perdido la razón para no saber lo que es un vulgar pegapases y un torero de dimensiones extraordinarias? Insisto, no conozco a este hombre para nada pero, me basta y me sobra con sus condiciones artísticas las que he podido disfrutar como hacía tiempo que no lo hacía. De Justo, harto de matar corridas duras, por un lance del destino, de repente le ponen en dos corridas de las llamadas normales y acaba con todos. O sea que, no se trata de un gladiador dispuesto a jugarse la vida, todo lo contrario; se trata de un torero de enorme valor pero, a su vez, con una capacidad artística muy fuera de lo normal. ¿Será ese importe el que tanto les ha molestado a unos y a otros?

Insisto que, pese a todas las trabas, Emilio de Justo, está condenado al éxito que, quizás tarde más de lo deseado porque, en su caso, son ya muchos años “apuntado” hacia la cumbre pero, como quiera que el diestro no desfallecerá, no habrá nadie que lo pare, salvo el destino o el toro porque, con todo lo demás, podrá De Justo con todo y con todos.