El último rabo del S. XX en la plaza de Pamplona, a Jesulín de Ubrique, fue un desatino protestado por la crítica taurina.

-El entonces alcalde de Pamplona, Alfredo Jaime Irujo, trató a los discrepantes de incompetentes y hambrientos defendiendo el dislate y a la plaza.

NOTA: Este escrito lo envié “en su día” al CTP y no estimó juicioso  para su libro. Aparece entre papeles con detalles actuales…a 3 décadas de “aquello” (14-7- 94). Toros anovillados, sin trapío, de Osborne,  y 2 orejas y rabo, el último en Pamplona en el S. XX, a Jesulín que en el 93 cortó una tarde 4 orejas.

Aprovecho para dar su “sitio” al peón de Belmonte, Joaquín Miranda. De humilde familia trianera, modesto novillero y delegado de José A. Primo de Rivera. Jefe del F. de Juventudes, Secretario General del Movimiento, colaborador de Queipo de Llano en Sevilla y Andalucía, Gobernador de Huelva, rehiletero del 20 al 34, que toreó 2 tardes en Pamplona. Murió en Sevilla el 61.

Cuentan, y es histórico, que un banderillero de Juan Belmonte fue posteriormente concejal y hasta alcalde de alguna localidad no tan relevante ni popular como Pamplona. Al preguntarle al maestro trianero que cómo había llegado a tan alto cargo le contestó el peón: “Pué ya ve uzté. Degenerando”.

No sé los desaciertos o el tino con que Alfredo Jaime desempeña su función de Alcalde de Pamplona ni cuando escribo estas líneas puedo decir si sigue o no en  el  cargo político. Pero sí puedo afirmar que carece de conocimiento en cuanto a crítica de toros, es un aficionado menos que regular y si de él dependiera la seriedad y el buen funcionamiento de la fiesta de toros en lugar de fiesta seria, bien trazada y de respeto sería un jolgorio sin consideración y un desmadre de risotada.

Resulta que la concejala Teresa Moreno presidía la corrida en la que un día 14 de feria sanferminera se concedió a Jesulín de Ubrique el rabo y las dos orejas de un toro.

Algunos críticos estuvieron en franco desacuerdo con la decisión y es que en Pamplona al presidir las corridas diversos, variados y poco taurinos representantes municipales el palco es un desconcierto, los criterios varían de un día para otro y los trofeos que deben servir para premiar quitan mérito, a lo bueno, cuando se dilapidan.

El Alcalde de la ciudad metió baza en el asunto. Y realizó estas declaraciones: “Algunos críticos no respetan a la persona porque son incompetentes para escribir. Si no hubiera esas personas que cantan y piden orejas en la plaza- que eso es lo que ocurrió -, estos críticos no comerían porque no tendrían de qué escribir. La plaza de Pamplona es diferente a cualquier otra”.

Hombre, señor Jaime. Los críticos que realmente viven de lo que escriben de toros, pueden contarse con los dedos de las manos y sobran dedos, también pueden hacerlo sin asistir a la feria de Pamplona. Seguirían comiendo. Y parece mentira que diga este señor esas cosas estando en el rollo ese de los políticos en el que miles y miles comen, y bien, sin criticar o escribir sobre toros. Simplemente robando, engañando, apañando dietas, haciendo el rendibú a los influyentes, repartiéndose fondos, formas y otras cosas. Comprando y vendiendo el voto entre partidos, amañando planes urbanísticos, inventando empresas para desviar dineros y otras mil cosas que como las referidas anteriormente pueden tener otro medio de expresión más ajustado y concreto pero que sirven para entendernos.

La plaza de Pamplona es diferente a cualquier otra. Es cierto. Y mejor que la mayoría porque presenta el toro íntegro en la casi totalidad de los casos.  Pero el ambiente y la diferenciadora personalidad existen porque hay corridas de toros. Sin ellas las fiestas hubieran sido históricamente distintas. Y la liturgia esencial de las corridas de toros hay que mantenerla con un ajuste aproximado al reglamento.

Los mismos toreros se entregan y esfuerzan más cuando saben que los premios no son de tómbola. Eso beneficia al espectador.

Qué menos ha de saber un ciudadano o ciudadana, lego o no en toros, cuando se atreve a presidir una corrida, que el premio máximo es para faenas en las que hay que tener en cuenta la dirección  de lidia, toreo de capa, de muleta, estocada y conjunto de la labor torera a tenor de las condiciones del toro.

La plaza de Pamplona tiene grupos de canto y púa. Y otros sectores de buenos aficionados que se enfadan y escandalizan cuando se desbordan las compuertas obsequiosas de alguna presidencia. Todos merecen respeto y consideración. Ocurre que en algunos casos lo que existe es miedo hacia algunos sectores. Y por eso se condesciende.

Personalmente me trae sin cuidado lo de orejas más o rabo menos. Salvo las de servidor que ayudan a llevar las gafas y lo de la boda que es sagrado. Es cosa que cada vez tiene menos seriedad y depende más de los menos que son presidentes, banderilleros mendicantes y mulilleros sobornados. Pero las declaraciones del señor Jaime me parecen impropias de un Alcalde de Pamplona en San Fermín.

Señor Jaime. Hubo un maricón (así se decía entonces, hoy homosexual está mejor)  muy inteligente que dejó frases para la Historia. Una de ellas dice: “El arte jamás ha de intentar ser popular. El público es el que ha de intentar ser artista”.

Esta sentencia de Oscar Wilde viene al pelo en la fiesta de toros que si no es arte puede considerarse como fuente de inspiración de artistas.

Hay que tratar, despacito y con buena letra, de encauzar los desbordamientos y fervorines de festporro y trago para que un espectáculo tan singular y meritorio no “degenere”. Todos debemos poner el granito de nuestros modestos conocimientos para convertir la crítica en reproche hacia algo que claramente desentona con la normalidad, respetando las peculiaridades. Lo que me parece fatal en un alcalde de Pamplona es salir “arreao” con unas declaraciones impresentables e indocumentadas.

Fíjese, señor Jaime, como tuvieran que buscarse la comida esos críticos “incompetentes” escribiendo del pienso, los apiensadores y la mangoleta de sus semejantes y afines en cargos, de todo tipo y color, la que podrían formar. No darían abasto las papeleras que surten los diarios. Deje alguno en la fiesta de toros, aunque se equivoque.

Me suena que esta vuecencia fue el del pañuelico furtivo en una corrida que no presidía y que enmendó la plana al legal encargado de sacarlo. También debe ser e ste señor Jaime al que acusaba el señor Alli de cosicas más serias que oreja más o rabo menos. Fíjese si hay temas donde descalificar y hacer declaraciones.

No sé si en su vida “civil” este ciudadano vive de la construcción,  la penicilina o el hierro fundido. Pero que quiera defender la fiesta de toros de Pamplona con los argumentos que hemos citado lo consideramos un desacierto.

Esperemos que no sirva de ejemplo a sus sucesores.

Pedro Mari Azofra

PIES DE FOTO

-Un puñadito de estampas taurinas. Jesulín de Ubrique, Espartaco, Manzanares (cartel del 14), Curro Vázquez…y otras dos: Angélica Calvo, alma del taurinismo más tertuliano, cartelero y celebrado en los Sanfermines en el “Sancho Ramírez”, con su familia y el torero Joselillo tantas veces triunfador en la feria. En otra, coloquio taurino en el CTP: Emilio, célebre crítico en el DN que censuró “lo de Jesulín y aquellos toros”, el matador navarro Sergio Sánchez y el escritor y taurino Javier Sarasa.