Muchos han sido los toreros que ha dado Colombia y, en la actualidad no podía ser una excepción pero, recordemos que los más grandes diestros colombianos fueron Pepe Cáceres y César Rincón, éste con vitola de figura en España y en todo el mundo mientras que, Pepe Cáceres, pese a haber tomado su alternativa en Sevilla de manos de Antonio Bienvenida, sus grandes éxitos tuvieron lugar en Colombia y México. Por cierto, se cumplen ahora los treinta y tres años de la muerte de Pepe Cáceres que, para su “fortuna” lo mató un toro en Sogamoso, allá por tierras colombianas. Y digo su fortuna porque, los toreros, a la hora de morir, todos quisieran hacerlo ante las astas de un toro.
Ahora, un novillero colombiano nos ha puesto a pensar de nuevo. Un chaval desconocido para el gran público que, hace unos días, en la novillada en que hizo su presentación con los montados en Añover de Tajo, Leandro Gutiérrez, que así se llama, conquistó a propios y extraños. De repente, sin que nadie nos apuntara nada, sin apenas voz frente al televisor, no sé las razones pero, lo confieso, vi la reencarnación artística de César Rincón en el chiquillo aludido.
Hemos conocido a muchos diestros colombianos que, todos, sin distinción, tienen nuestro respeto pero, el nuevo milagro ha venido de la mano de Leandro Gutiérrez que, frente a una auténtica corrida de toros como era la novillada, triunfó por lo grande, no por el número de orejas cortadas que, si se me apura, sigue siendo lo de menos, aunque muchos lo consideren lo más. Sin duda, en dicho festejo, estaba Dios en el tendido porque las tremendas volteretas que el chico sufrió, lo afilado de los pitones de los toros y que saliera ileso, el milagro estaba servido. Pero esa es la raza de los toreros auténticos, de los que no se arredran ante nada y, además del valor y el arte son capaces de sobreponerse a cualquier adversidad.
Este Leandro de piel cetrina del que hemos podido saber la pasada temporada toreó diecisiete novilladas sin picadores y, en su presentación con los del castoreño, como explico, estuvo genial, bárbaro si se me aprietan las clavijas; en definitiva, estuvo torerísimo hasta el punto de, como explico, que nos recordara en sus inicios al irrepetible César Rincón que, como el mundo sabe, dejó el pabellón colombiano en lo más alto del universo.
¿Qué tiene Leandro Gutiérrez que no tengan los demás? Ante todo, como antes comentaba de Pepe Cáceres, tiene una personalidad arrebatadora y, a lo lejos se adivina que allí hay un torero y, si a tales virtudes le añadimos que tiene valor para cargar siete buques de vapor, con eso creo que sobran las explicaciones. ¡Qué manera de torear, por Dios! Amén de todo, el sentido del temple lo lleva prendido en su cabeza mientras que, su corazón, el que no late mientras torea, es capaz de emocionar a propios y extraños, caso del pueblo citado que, como era natural, salieron toreando por las calles.
Si de impactos hablamos, Leandro Gutiérrez, con su actitud, me recordó a Talavante en su presentación en Madrid como novillero que, como el mundo sabe, conmocionó de tal manera que, sin cortar orejas, formó la mundial y en apenas cinco minutos más tarde tomaba la alternativa para ser lo que es ahora, un señor de la torería. Bien es cierto que, en ocasiones, aunque la verdad sea la misma el escenario condiciona mucho; tampoco nos vale lo que digo en esta temporada en que, escenarios, como sabemos, ha habido los que hay y a Dios gracias. Lo digo porque, lo hecho por Leandro Gutiérrez en Añover de Tajo, si lo hace en Madrid, este año había arreglado su temporada y, sin duda, su carrera.
Ser torero es lo más difícil del mundo, que se lo digan a Alberto Aguilar el que ahora es el mentor del diestro colombiano pero, a su vez, dicha profesión, sigue siendo la más hermosa del mundo porque, un hombre, en apenas cinco minutos puede pasar de ser un desconocido a que todo el mundo hable de él que, esa es la grandeza de cualquier diestro que, por el impacto producido, propios y extraños seamos capaces de verter toda la tinta del mundo en su honor por la llamada de nuestro corazón.
Actitud, aptitud, corazón, torería, valor, empaque, decisión y unas ganas locas por ser torero, valores todos aunados los que atesora Leandro Gutiérrez que, con el permiso de Dios puede llegar hasta lo más alto. De que le chaval lo tiene todo y lo pone al servicio de la tauromaquia, al final dependerá del capricho que le depare el destino puesto que, Leandro, de su parte, no ha regateado el más mínimo esfuerzo para lograr lo que es su sueño, volver a Colombia como lo hizo César Rincón, como un torero consagrado para el mundo.