Empezó el festín para unos, el calvario para otros. Asistimos al primer festejo de feria que tuvo por desgracia más pena que gloria. Cartel de no hay billetes, ahí se nota como Roca Rey es por ahora el único que arrastra gente y que dispara la venta de entradas. Tanto que gracias al pasado dos de mayo hubo tres cuartos de plaza.

En los aledaños de la plaza buen ambiente, mucho peruano de los que manejan el dólar que los hay, alguno pasó por reventa como en las mejores tardes de las Ventas, nos dijeron que estaban tomando medidas desde la empresa y la CAM para acabar con ella. Pues de momento ayer no.

Desde nuestro abono vemos como hoy si el callejón está repleto. Rostros conocidos como Carlos Herrera. Buen aficionado y buen defensor de la fiesta, esos si nos vienen bien.

¿Y los consejeros? No estaban todos. Los asientos si estaban ocupados. ¿Cómo lo hacen? ¿Se lo cambian entre ellos? ¿Hoy llevo yo a mi hermana y mañana tú a tú esposa? O hay dinero por medio. Tendría que tener un pase con su nombre y acabar con ese mamoneo que permite la CAM.

En cuanto a lo que pasó en el ruedo, más bien poco. Corrida bonita de pelos, astifina, dispar de hechuras. Los tres primeros potables a su manera. Los tres últimos infumables. Álvaro Alarcón venía mermado de facultades y eso se notó mucho en su actuación. Puso ganas sin llegar al tendido en el primero y en su segundo desapercibido, más bien ignorado.

Eso mismo le pasó al Juli en su primero con el que estuvo bien, tirando de técnica que le sobra. Lo mató regular y la gente pasó de él, ni un aplauso. El segundo plomizo y malo, se lo quito del medio con decoro.

La gente esperaba a Roca, unos para aplaudir y otros para medirle. Y bien que le midieron. Ayer se dejó ver algunas de sus carencias, que las tiene. Un torero con un valor sobrado como es su caso, también necesita de otras cosas. Como son torería y recursos, que ayer brillaron por su ausencia.

Corrida deslucida en general. La empresa quiso empezar fuerte para calentar a los aficionados y no tuvo suerte. Para calentar nada mejor que vender alcohol a lo loco y mucho ruido de discoteca al estilo Marbella. Desde el cuarto toro se desata la locura y lo peor es que nadie hace nada. ¡QUE VERGÜENZA!

Una vez en casa repasamos la retransmisión por televisión. El maestro Rincón la verdad que nos gusta, en su justa medida se le nota que es torero pero bastante equilibrado. El señor de la Cámara es un libro abierto de cultura taurina, que hay que aplaudir. Bastante menos crítico que en su programa.

El señor Casas solo minuto y resultado. Estaría mucho mejor en el callejón donde lo tenía puesto el plus. Y ese micrófono dárselo a Maxi Pérez. Ese si se echa en falta.

Rafael Ortega

En la imagen de Andrew Moore vemos las protestas de los aficionados.