Existen toreros que deberían de ser eternos aunque a cierta edad, ya no toreasen corridas de toros por decisión propia o por el tiempo pasado por ellos, al menos que toreasen festivales y en tentaderos para que las generaciones actuales y venideras pudieran beber de su fuente de esa experiencia y torería que siempre mostraron.

Ese es el caso del maestro Antonio Sánchez Puerto que siempre estuvo sobrado de calidad y esencia torera.

Al maestro Sánchez Puerto siempre le tuvimos mucha admiración los chavales que queríamos ser toreros.

En el trazo de sus muletazos y en sus lances le imprimía y le imprime cuando torea algún festival o en tentaderos un sello especial, a mí personalmente me recuerda a los toreros gitanos cuando se entregan y torean con ese desgarro y ese alma que imprimen en su forma de interpretar el toreo.

El maestro Sánchez Puerto, debería de estar de por vida pregonando su tauromaquia y su torería en cualquier escuela taurina donde estoy seguro qué sabría transmitir sus conocimientos y su arte a los muchachos aprendices a torero.

Sánchez Puerto, tiene esa magia que solo tienen los artistas privilegiados, escucharle hablar de toros es una delicia.

El otro día coincidí con él y cuando venía andando para saludarme en mi interior pensaba este hombre huele a torero hasta andando .

El destino le negó ser figura del toreo por diferentes circunstancias (suerte, alguna cornada a destiempo, algún fallo con la espada en algún momento preciso y clave de su carrera), pero lo que no le pudo robar jamás fue su torería en la plaza y en la calle, esa le acompañará hasta el resto de su vida.

Por internet anda rulando un vídeo suyo de varias actuaciones suyas en Madrid, lo vi el otro día por Instagram, ese vídeo lo deberían de publicar y acercar a los nuevos aficionados en los coloquios donde se hable de lo que es la pureza del toreo y también a los alumnos de escuelas taurinas que quieran ver torear con verdad.

En dicho video sale Sánchez Puerto toreando de frente a la verónica con el capote y salen también unos naturales largos, templados y con mucho empaque a un toro de Victorino en la feria de San Isidro del año 1989, si a ese toro no le pincha le hubiera cortado dos orejas.

Los que tuvimos la suerte de ver aquella corrida fuimos unos privilegiados de presenciar tan grande obra artística.

Recuerdo también la suerte que tuvimos los que le vimos su despedida como novillero en la plaza de Vista Alegre (Madrid ), aquella tarde estuvo llena de torería y para rematar el festejo que toreó en solitario lo hizo cortando dos orejas del séptimo novillo, sobrero qué regaló y le cortó dos orejas.

Ojalá sigan saliendo toreros con esa solera y calidad para disfrute de todos los que nos gusta el toreo del sabor del bueno.

Julián Maestro, torero