Aquel día me levanté pronto como todos los días que tenía que torear, con la diferencia de que esa tarde sería la última vez que me vestiría de luces.
Un cúmulo de sensaciones y sentimientos invadían mi cuerpo, no podía parar de pensar en todo lo vivido, en tantos recuerdos, en tantas emociones, conversaciones, viajes, miedos, triunfos y fracasos, cuarenta y cinco años de profesión habían dado para mucho, bueno, malo y regular.
Toda esa vida vivida en cierto modo en cuestión de horas iba a pasar a ser mi baúl de recuerdos, recuerdos que cada día me siguen invadiendo mi mente, porque no sé qué magia extraña tendrá el mundo del toro que te atrapa para siempre aunque dejes de ejercer tu profesión.
Una preciosa aventura que empecé en el año 1973 con tan solo nueve años y que terminó el 21 de septiembre del año 2018, increíble haber aguantado tantos años, donde hubo más sombras que luces, pero las luces compensaron todo tipo de caminos, los de rosas y espinas.
Ahora, como he escrito en otras ocasiones vivo otro tipo de vida pero sin olvidarme del toro, la prueba está en que son altas horas de la noche y me estoy acordando de él.
Muchas veces cuando pienso y recuerdo tantos viajes, tantas plazas de toros en las que actúe, tantas personas que conocí, tantas anécdotas, tantas experiencias me parece increíble que las haya vivido, a veces siento como si yo no hubiese sido la persona que las vivió.
Ahora que llevo cinco temporadas retirado de los toros me doy cuenta de lo rápido que se pasa todo aunque a veces parezca que las cosas nunca van a llegar, llegan y pasan a velocidad de vértigo aunque en ocasiones nos parezca que la vida en ciertos momentos es ralentizada.
Volviendo a aquel día quiero escribir que quise saborear cada momento de ese día de una manera especial, sabía que a partir aquella tarde no habría ya más responsabilidades ni miedos, sabía que sería la última vez que me vestiría de luces, era el último paseíllo, aquella tarde cuando en el hotel me vestía de torero sentí una emoción como la primera vez que lo hice en la fecha ya lejana de aquel 13 de noviembre de 1978 cuando me vestí de torero por primera vez en el nostálgico pueblo de Villanueva de Alcardete (Toledo) a diferencia que en aquella ocasión empezaba un mundo lleno de ilusiones y ahora se acababa una etapa de mi vida para dar comienzo a otra distinta y en algunos aspectos más tranquila.
Al llegar al patio de cuadrillas miraba desde atrás el ruedo que iba a pisar por última vez, tenía un miedo y responsabilidad algo distinto a otras veces, en mi interior algo me decía que todo iba a ser muy bonito, que lo iba a pasar bien dentro de lo bien que se puede pasar delante de un animal que siempre es imprevisible.
Gracias a Dios salió casi todo como yo quería, lidié a gusto el animal que me tocó en suerte, banderilleé con facilidad aunque con la rabia de que las banderillas debían de ser de esas que en ocasiones se reciclan porque no clavaban bien, los novilleros me brindaron los tres uno de sus respectivos novillos, cuando acabado el festejo me corté la coleta público y compañeros me arroparon con muchas palmas, no le podía pedir más a la vida en aquel momento, todo salió a pedir de boca.
Ahora vivo el toreo de otra manera, me gusta el festejo en sí pero no me gusta lo que le rodea, quizá porque lo que viví era distinto, la palabra era ley, el respeto era mayor, los toreros eran toreros dentro y fuera, había una unión que hoy no es tal y ojo no quiero generalizar pero en líneas generales es como lo percibo y siento.
Los últimos años de profesión me sentía como un intruso, me sentía extraño, me veía en un mundo que ya no era el mío habían cambiado muchas cosas aunque la verdadera esencia nunca va a cambiar afortunadamente.
Ahora, mi último vestido de luces está solitario en un armario, de vez en cuando lo miro, muy de tarde en tarde y al mirarlo una sensación rara recorre todo mi cuerpo, se me eriza la piel, le tengo mucho respeto.
Han sido tantas las tardes y cosas vividas con él, lo guardé tal como llegó a casa para intentar percibir los olores de su magia que no quiero que se difuminen en el tiempo.
Julián Maestro, torero