Muchas veces cuando hablo con algún amigo ajeno al mundo del toro y me pregunta, ¿si hubieras tenido un niño te hubiera gustado que hubiera sido torero?, le digo que no, aunque si mi hijo me hubiera dicho que quería ser torero tampoco se lo hubiera negado.

Y escribo que no me hubiera gustado que se hubiese decidido por ser torero por la dureza de esta profesión, porque es muy duro ver a tu hijo tener que jugarse la vida, pero es que encima tienes que estar pidiendo favores para que se juegue su vida, porque cuando se va a torear uno sabe que cabe esa posibilidad aunque no se piense en ello.

Lo primero que le diría a mi hijo es lo difícil y casi imposible que es llegar a ser figura del toreo.

Le hablaría de toda la dureza y sacrificio que conlleva la profesión de torero.

Le diría que a esta profesión la tiene que dedicar los mejores años de su vida, le hablaría de todas las renuncias que tiene que hacer sobre todo cuando se empieza, voy a escribir unas pocas porque la lista sería larga, (no juergas, no tabaco, no alcohol, no trasnochar, sacrificio en las comidas, etc.).

Le diría los pros y los contras que tiene el toreo.

También le hablaría de la belleza de la tauromaquia, le hablaría de los viajes, de los tentaderos y sus buenas charlas al término del mismo, le hablaría del respeto que tiene que tener a la profesión y el respeto que tendría que tenerse así mismo, le hablaría de lo bonito que es el triunfo y de la dureza del fracaso, le hablaría de lo que se siente cuando vas a torear, le hablaría de la soledad de la habitación hasta que llega la hora de vestirse de torero y el miedo que se pasa hasta que te enfrentas al toro.
Le diría que se aprendiese de memoria aquella famosa frase del maestro Santiago Martín «El Viti» que su padre aprendió de niño cuando empezó a querer ser torero y jamás la olvidó y que reza así; «Llegar a ser figura en el toreo es casi un milagro, pero al que llega podrá el toro quitarle la vida, la gloria jamás.»

Las primeras lecciones que le daría son a saber torear perfecto de salón, también a colocarse perfectamente la montera, a liarse el capote de paseo y la colocación por la plaza.

Le diría que se fijase en todos pero que no imitase a ninguno.

Le inculcaría que leyese muchos libros de la historia del toreo (cosa que no hice yo) y el ejemplo y maestría de las grandes figuras de todas las épocas.

Le hablaría de que respete de igual manera al de arriba que al de abajo, también le diría que aprendiera mucho de la procedencia y de la diversidad de los encantes de tuvieron las ganaderías.
Le diría que no se viniera arriba en los triunfos ni abajo en los fracasos.

También le comentaría que mantuviera a lo largo del tiempo al amigo de verdad y que si triunfase cuidado con las amistades nuevas porque a esas sí que las tendría que poner a prueba, no todas aparecen para quedarse, si se esfuman los triunfos y desaparecen el éxito ellas se irán con él.

También le diría que si algún día dejase el toro que lo siguiese amando.

Le diría que si se decide por ser torero que tiene que estar dispuesto a saber asimilar las dos caras de la moneda.

Y por último antes de dar un paso y meterse en esta apasionante y a la vez complicada y dificilísima aventura que pensase muy bien en todas sus consecuencias y que decidiese con la mano en el corazón si le merece la pena intentarlo.

Le diría, hijo es muy difícil, sé que me puedes dar alguna alegría, pero también sé que voy a sufrir y me voy a llevar muchos disgustos, hijo, lo que si te digo es que yo estuve 45 años en la profesión y en mi caso personal si volviera a nacer volvería a ser torero, mi vida no es la tuya y tú no vas a vivir lo que viví yo, tú decides.

Julián Maestro, torero.