Analizar la historia de la feria de San Isidro sería una tarea ardua y compleja pero, en la actualidad, por ser la primera vez en la historia en que dicha feria no se ha celebrado, ello nos llena de recuerdos, todos ellos como homenaje hacia aquel legendario don Livinio Stuyck, precursor y autor de dicha feria que, sin él, con toda seguridad, Madrid seguiría siendo una gran plaza de toros de temporada, pero tuvo que ser aquel hombre sagaz el que creara dicha feria que, como tantas veces nos han contado, don Livinio tuvo que hacer un préstamo de trescientas mil pesetas de la época para embarcarse en aquella aventura.

Seguirán pasando generaciones y todas, sin distinción, tendrán que evocar la figura de aquel hombre admirable llamado Livinio Stuick que, con más afición que capital, creó la gran feria de Madrid, duda alguna, la primera feria del mundo que, pasados los años, la historia le ha dado la razón puesto que, gracias a dicha feria, Madrid gozó siempre de un privilegio inenarrable como ha sido la congregación de cientos de miles de aficionados que, desde todo el globo terráqueo, llegado mayo, en Madrid recalaban al augurio de tan emblemática feria.

Con toda seguridad que, don Livinio Stuyck creó dicha feria pensando en el aficionado y, sin duda, en los toreros a los que les daba una oportunidad de lujo para mostrar sus cualidades en la primera plaza del mundo pero, lo que el empresario no sospecharía es que, año tras año, su feria se convertiría en un manantial de dinero para todo Madrid dado que, la afluencia de aficionados llegados de todas partes, durante treinta días dejaban en las arcas de la capital una cantidad de dinero irrepetible.

Claro que, algo tan lógico y cabal, tantos años después, como es notorio, unos desalmados siguen cuestionando esta fiesta que, si como tal es maravillosa y llena de esplendor, mirada desde el aspecto comercial, es un negocio en toda regla que, no solo alimenta a los toreros y gente del toro empresario incluido, redunda en beneficio de todo el gremio de restauradores, hoteles, taxis y demás negocios afines al espectáculo; en definitiva, en bendición en toda regla la que aporta el mundo de los toros, en este caso de forma concreta en Madrid que, echadas las cuentas, los empresario de la capital algún día nos darán las quiebras que han cosechado al no celebrarse la feria de San Isidro.

Pérdidas crematísticas al margen, los aficionados seguimos dolidos ante la irreparable pérdida de nuestra feria de Madrid; y digo nuestra porque todos éramos un poco amos y señores de dicha celebración en la que, como antes decía, desde todas las partes del mundo acudíamos seducidos a Madrid porque, como era notorio, teníamos un motivo ilusionante para acudir a la capital de España en la que, por dicho motivo, alegrábamos a todos los empresarios que nos atendían desde sus respectivos negocios.

Nos parece un sueño pero, la realidad es la que nos ha despertado de este amargo letargo al comprobar que, ni en los sueños referidos podíamos llegar a pensar que un año estaríamos sin toros, en Madrid y en todos los confines de España. Ciertamente, nos ha dolido mucho más Madrid, es decir, el silencio sepulcral que ha reinado en toda la Villa y Corte, acrecentado junto a la plaza de Las Ventas que, sin la misma, la calle Alcalá se queda casi huérfana, no en vano, por dicha calle es donde antaño se izaba a los toreros en hombros para llevarles hasta la plaza de Manuel Becerra.

Como dije, jamás terminaremos de agradécele a don Livinio aquella idea genial que, pasado el tiempo, todo el mundo le consideró como un futurólogo al respecto del mundo de los toros; una feria que nació de forma tibia, con apenas una decena de festejos pero que, el tiempo y las circunstancias, muy pronto convenció a los respectivos empresarios taurinos que, con Madrid, estaban ante la gran feria del mundo.

Y tenía que ser por mayo, para honrar al santo Patrón de Madrid, San Isidro, como no podía ser de otro modo, al tiempo en que, en dicho mes, como se sabe, queda una temporada por delante a la que, los triunfadores de dicha feria aspiraban a reinar por todo el territorio español, sencillamente porque un triunfo en Madrid era un pasaporte para todas las feria de España, Francia  América. O sea que, los genios, todos dejan huella y, en el aspecto empresarial, don Livinio Stuyck demostró su genialidad hasta el punto de que, tantos años después, Madrid no se concebiría sin su feria de San Isidro, algo que hemos tenido que sufrir por vez primera en la historia por culpa de una maldita pandemia que nos ha dejado en la más completa desolación.

Nota: A propósito de la feria de San Isidro, tenemos que felicitarnos los aficionados puesto que, nuestro compañero Luis Cordón, a diario nos refleja todas las efemérides de dicha feria en la que, a lo largo de la misma, el compañero nos nuestra, cada día, lo que sucedió en dicha feria en las fechas que corresponden.

En la foto que mostramos, el busto de don Livinio Stuyck en Las Ventas, en la que posan los Choperitas, padre e hijo.