Sobre Manolete existen tantas leyendas como inútiles sientan sus posaderas en el Congreso. Muchas de esas leyendas no se tienen en pie, y otras son infamias procedentes de la historia política. En la época donde Manuel Rodríguez «Manolete» lideró la Tauromaquia, se dieron muchos acontecimientos de corte político-social que generaron problemáticas en lo concerniente a la fiesta taurina. La «incivíl» guerra del 36 dejó tremendas secuelas en las ganaderías, y por tal motivo hubieron de lidiarse utreros en vez de toros cuatreños. El afeitado no era nada nuevo, ya que en tiempos de Joselito y Belmonte ya se hacía; pero a Manolete le culparon de todos estos males.

Frente a su estilo estoico, de toreo vertical, sólo tuvo dos oponentes: un personaje con sobredosis de autoestima como era Luis Miguel «Dominguín», y un mexicano de corte atlético y que hoy sería una versión corregida y aumentada de David Fandila; hablamos de Carlos Arruza. El resto de toreros quedaron relegados a ser meros comparsas de los tres citados, como el caso de «Gitanillo de Triana», que solía abrir muchos festejos donde actuaba su amigo Manolete por imposición de éste.

Fueron bastantes los toreros de esa época que vieron como sus carreras se paralizaron o trastocaron por culpa de la trágica contienda. José Vera Brocal «Niño del Barrio», encarna a uno de esos toreros que habiendo sido un novillero prometedor, actuando en casi todas las ferias de prestigio, tuvo la fatalidad de coincidir en esa horripilante época. Esas circunstancias hicieron que los éxitos cosechados ante los novillos no tuvieran refrendo ya siendo matador de toros; pues su alternativa fue con 34 años, ya que su andadura novilleril había quedado paralizada.  Compartió muchos carteles junto al vallisoletano Fernando Domínguez, también con Lorenzo Garza.

En una veraniega tarde de domingo, concretamente un 4 de junio de 1944, en Orihuela, Luis Gómez, conocido como «El Estudiante» le ofrecía los trastos a José Vera, siendo testigo Pedro Barrera. Los toros a lidiar pertenecían al Duque de Tovar. El festejo fue mixto, abriendo cartel Álvaro Domecq con sus rejones. El «Niño del Barrio», que había nacido en el murciano barrio del Carmen tenía un capote portentoso, aparte de variado. Solía estirarse a la verónica con gran estilo, cargando la suerte. Con la muleta, sus maneras eran más bien de tono clasicista, aunque también bebió los aires «manoletístas»; una cosa absolutamente lógica, al igual que otros toreros que vivieron junto al califa cordobés. Y uno de los rasgos curiosos de José Vera, era practicar la suerte suprema en el estilo «de recibir». Algo insólito, en un tiempo que se solía matar al «volapié» principalmente. Como también tenía costumbre de asistir a los sorteos el día que toreaba.

Apenas actúa en una decena de festejos después de su alternativa, por lo que decide hacerse banderillero. Muchos novilleros contaron con sus servicios, aunque fuera el  diestro murciano Manuel Cascales quien lo llevara fijo en su cuadrilla. Un 24 de octubre de 1965, en su adorada plaza de Murcia se cortó la coleta. De ahí pasó a ser asesor presidencial en ésta misma plaza. Y con sólo sesenta años, se marchó a otras latitudes, a los ruedos de la eternidad, quien fuera torero de gran arraigo popular en su ciudad; que recibió una terrorífica cornada en la cabeza por un novillo en Madrid, siendo golpeado contra las tablas. Salvó la vida de puro milagro.

José Vera fue un torero de enorme personalidad, que posiblemente en otra época hubiese sido mejor valorado, y su tauromaquia aquilató esencias de alto calibre. Su ilusión desmedida por ser torero le llevó a debutar con un traje que no era el clásico campero; ni por supuesto de luces, era el traje de su primera comunión. Eso nos habla de un espíritu humilde que antepuso todo para soñar con la gloria; una gloria que le llegó como una fina lluvia de primavera…

Giovanni Tortosa

Fotografía: José Vera «Niño del Barrio» junto a Fermín Rivera y Manolete. Murcia, octubre de 1944.