En nuestra sociedad tenemos un problema social muchas veces ninguneado y callado. ¿De qué estoy hablando? De alcohol y alcoholismo.

Según la definición de Manual Merck, «El alcoholismo es una enfermedad crónica caracterizada por una tendencia a beber más de lo debido, intentos infructuosos de dejar la bebida, y mantenimiento de la costumbre a pesar de las adversas consecuencias sociales y laborales.» Hasta allí puedo escribir. No vamos a centrar en el cuadro clínico médico sino en el aspecto social-humano.

El alcohol en sí es un componente esencial en las relaciones sociales en España. En familia, entre amigos, en el bar. Forma parte del ecosistema social latino. Hasta allí todo normal. Si a unos cuantos el consumo de alcohol va de las manos, no hay un debate público serio y en profundidad. No se habla de los maltratos, divorcios, cambios bruscos de humor, miedo en las familias ni del terror psicológico adyacente.

¿Por qué estamos tan callados sobre este tema? Porque, por un lado, no es un asunto majo, risueño, televisivo. Por otro lado, por vergüenza social. Todos pensamos que sabemos regular y dominar nuestro uso de alcohol ¿Verdad? Nadie se proclama, voluntariamente, como alcohólico, no está bien visto.

No me da igual si alguien va por la calle tan borracho que va de cuatro patas o que un adolescente, a las cinco de la mañana no sabe en qué día vive. Si se trata de nuestros hijos, la responsabilidad es indivisible. Una cosa es que seamos padres y otra cosa es que ejercemos como tal.

Ante la pregunta ¿Qué tal si bebo mucho, pero si no molesto a los demás, no pasa nada verdad? Cada uno es dueño de sus actos. Al final, si sabemos comportarnos y no causamos daño a nuestros seres queridos, me da igual cuantas copas tome cada uno por allí. Que conste, este no es un foro para dar lecciones morales a nadie. Simplemente, mientras nuestros semáforos interiores nos indican verde, ámbar o rojo y les hagamos caso, vamos bien.

En el ámbito económico- social, el alcohol mueve muchísimo dinero, los impuestos, el sector de restauración, el turismo, las exportaciones. Para mí, estos sectores no tienen la culpa del alcoholismo como fenómeno social. Alguien podría argumentar que en un país donde casi hay más bares que personas, algo pasa. Pero ya saben, todo es cuestión de oferta y demanda. Cualquier adicción vale: juego por internet, televisión, prostitución o alcohol, da lo mismo.

Da la sensación de que nos tienen, de alguna manera, más dominados si tengamos algún tipo de leve adicción, así no demos tanto la turra y seamos ciudadanos más mansos, más dóciles. Eso sí, las consecuencias del alcoholismo para la sociedad son devastadoras y no se habla mucho de las víctimas ni de los propios alcohólicos, que también de cierta manera se pueden ver como víctimas.

Mi mensaje para los alcohólicos es la siguiente: Veo que son personas inseguras por dentro ante las adversidades de la vida, aparentemente incapaces de ver otra salida de su situación actual. Nadie te puede enseñar tener callo mental y disciplina. No queda más remedio que mirar al espejo, ponerte serio y decir, sin tapujos, lo que ese espejo refleja. Si refleja una persona de cara hinchada, ojos hundidos y alma en mil pedazos, sin trabajo, sin futuro, es hora de tomar la situación como tu propiedad o posesión. Que seas dueño de tus actos y empieces a poner post-it en el espejo lo que tienes que hacer. Pon allí todos tus sueños y fracasos. Solo si seas completamente sincero contigo mismo, puedes esperar cambio. De lo contrario, vas a bailar claqué alrededor de tus problemas eternamente.

¡Pon retos! Qué estés una hora sobrio, una hora. No intentes correr un maratón el primer día que hayas comprado playeras, por así decirlo. Ten paciencia. Cada hora que pasa te da más esperanza. ¡Sí que puedes! Vas a fallar, probablemente, repetidas veces. Pero no importa. Nadie triunfa si no sabe perder primero.

Si llevas, digamos, 15 años bebiendo y luego tienes un día, un día que no tocas a la bebida, es un logro enorme y un buen comienzo. Recuerda que nadie te va a regalar nada. Ojalá que tengas el apoyo de tu familia, porque los demás, seguramente, no te van a ayudar, dar palmadas en la espalda diciéndote: «Ya verás que todo va a salir bien.» Pero te puedes plantear quitar el mono encima, enderezar el rumbo de la vida otra vez. ¡Ánimo!

Quiromasajista Juha Karlsson

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