Parece que fue ayer pero, qué lejos queda de nuestra mente aquellos años setenta en que tuvo lugar la transición en España, cuando tras el mandato de Adolfo Suárez, fructífero y cabal como pocos, los jóvenes de aquella época añorábamos una transición hacia el socialismo puesto que, como decía Facundo Cabral, el joven que no es socialista no tiene corazón y adulto que no es conservador no tiene cerebro.
Derecha e izquierda, todos juntos, sellaron la paz, enterraron el hacha de guerra y, junto a Felipe González comenzábamos una época apasionante en que, para fortuna de los aficionados a los toros éramos una piña desde ambos bandos, lo más normal del mundo. Unos y otros, pero todos juntos nos motivaba la misma ilusión, nuestra pasión por los toros. Nadie nos preguntábamos dentro de un recinto taurino a qué partido pertenecíamos porque, lo que nos unía a todos era el amor por nuestra fiesta. Y de tal modo éramos felices, una dicha que continuó hasta que llegó al poder ese indeseable llamado José Luis Rodríguez Zapatero que, desempolvó el hacha de guerra, abrió la tremenda brecha de la guerra civil y, por ende, en dicho envite se llevó por delante la fiesta de los toros y, en la actualidad es el adalid de un mal nacido como Nicolás Maduro. Dios los cría y ellos se juntan.
El sujeto aludido consiguió lo que Franco no hubiera logrado jamás, que nos enfrentásemos unos a otros cuando vivíamos en paz y concordia, algo que le debemos en gran medida a Felipe González que, como sabemos, no era aficionado a los toros pero, en su feudo socialista tenía muchos hombres amantes de la fiesta de los toros, Alfonso Guerra entre ellos, algo que jamás les cuestionó. Era cuestión de ser buena gente, lo demás se nos daría por añadidura. Claro que, lo que no sospechábamos jamás es que, pasados los años llegaría al poder un socialista nefasto que destruiría lo poco que dejó en pie el apestoso de Zapatero.
El aludido atiende por Pedro Sánchez que, de buena gente tiene lo que yo de maricón. No lo digo yo, lo dicen sus hechos, sus fechorías, sus mentiras y falacias de las que con las mismas ha hecho un mundo a su medida. Claro que, como embaucador debe ser genial puesto que, algunos de sus ministros dicen ser aficionados a los toros pero, desde sus ministerios nadie ha roto una lanza a favor de este sector que, por culpa de la pandemia ha quedado casi exterminado. Quedó claro que, desde las altas instancias del poder, a los toros ni agua.
Entre otros muchos políticos de izquierdas de aquellos años, Ramón Tamames era un puro referente de que, desde ambos bandos se podía amar una misma causa, los toros. Pero no estaba solo el bueno de don Ramón, le secundaban políticos de una talla enorme, caso del profesor Tierno Galvañ, José Luis Corcuera, Enrique Múgica, Joaquín Leguina y una lista interminable de hombres que, pensando desde la izquierda amaban una fiesta que es patrimonio de España. Esa era la grandeza de aquellos políticos que, además de la transición, les debemos el mismo respeto que nos ofrecían mediante su afición taurina y, sin duda, sin coartar la libertad de nadie y, mediante el respeto, que todos juntos pudiéramos vivir en paz y armonía.
Como decía, mientras saboreábamos aquel manjar de la concordia entre todos los españoles, llegó el indeseable de Zapatero para destruir lo que tantos años había costado de revalidar. Tal y como antes explicaba, hemos llegado a la actualidad en que vivimos en que, el partido socialista, especialista en destruir todo lo que esté a su lado desde que mandan estos descerebrados en que, por aquello del divide y vencerás, han dividido a la sociedad española y, para desdicha nuestra, los toros no han escapado de dicho maleficio. Quieren prohibir que los niños vayan a los toros, han cerrado muchísimas plazas, Montoya, socialista célebre por ser un malhechor en el mundo de los toros al erradicar para siempre la fiesta de los toros en Cataluña y, por si faltaba algo, el tramposo Sánchez, con tal de gobernar pactó hasta con el que decía que era su peor enemigo, el innombrable Pablo Iglesias que, ese sí que acaba con los toros para siempre, eso sí, con el beneplácito del que pactó porque aquel sabe que, si no va de la mano de Iglesias se le acaba el chollo.
Estos individuos nos han robado hasta la ilusión y, lo que es peor, que aficionados de ambas partes vivamos todos enfrentados. Pensar que éramos felices con nuestras ilusiones, con nuestra afición, la que compartíamos unos con otros y, ahora, insisto, cualquier amigo por ser de otro partido, han conseguido que sea nuestro rival y, lo que es más dramático, nuestro enemigo.
En nuestro caso nos queda la dicha de no haber sido partícipes de tales escarnios y, como pueda ser mi caso, mis amigos en la izquierda siguen siendo los de siempre, eso sí, malheridos por estos cafres que dicen gobernarnos pero que, como es evidente, han dejado a España en la ruina y, como era “lógico” los toros han perecido al igual que cientos de miles de empresas que le daban fuste a este país. Insisto que, al margen de estos malhechores de la política, a Dios gracias, en España siguen quedando personas de bien que, de uno u otro partido político le dan sentido a la vida porque, como decía, se trata de buenas gentes, eso ante todo.
En la imagen, don Antonio Chenel Albadalejo «Antoñete», que era de izquierdas pero, seguramente, por su mano izquierda y por su bondad como individuo nos cautivó a todos.