Mañana empieza la gran feria de Madrid y, tras todo lo visto hasta este instante al respecto de la fiesta de los toros, todo nos hace presagiar que estamos en el buen camino para la Fiesta, no sé exactamente si es porque la gente se ha rebelado contra los criminales que osan a diario atacar nuestro espectáculo o porque existe más afición, la gran verdad es que debemos de estar contentos. Si analizamos lo que ha sido el primer tramo de la temporada, como explico, los resultados nos permiten ser optimistas por completo.

Cuidado, no digo que de la noche a la mañana todo el mundo se haya convertido en aficionado cabal hacia la fiesta más bella del mundo, pero si puedo afirmar que, el gentío, en su mayoría, ha optado por abarrotar las plazas de toros, un dato significativo que, errores taurinos al margen desde dentro de la propia organización nos hacen albergar muchas ilusiones. Por supuesto que, lo lógico, lo que quisiéramos todos es que los recintos taurinos se llenaran de gentes aficionados, observadores al más alto nivel al respecto de la tauromaquia pero, entendemos que eso ya es mucho pedir, no todos tenemos la fortuna de vivir en San Agustín de Guadalix.

De momento, entrar en un coliseo taurino y verlo repleto de gentes, eso dice mucho a nuestro favor; digamos que, los aficionados más cabales nos sentimos arropados por esas personas que, de alguna manera les atrae la fiesta, sin duda, están en el camino para convertirse en auténticos aficionados, cosa que celebramos con desmedido gozo. Y recalco mucho en el término aficionados porque, el taurinismo, con sus acciones, es el que logró que éstos desertaran de las plazas de toros con sus fechorías.

Lo que si está claro es que, la grandeza de la Fiesta es dueña de una magnitud inenarrable porque, si un día nos echaron a los aficionados de las plazas, de repente, un gentío imponente quiere arroparnos para que todos juntos ganemos la batalla a todos los deslamados que quieren destruir una fiesta que data desde hace varios siglos pero que, los “salvadores de la patria” de última hornada, nos quieren redimir del salvajismo que impera dentro de este espectáculo grandioso y apasionante, hasta el punto de que, de nuevo, una corriente favorable es la que discurre en el devenir de este acontecimiento cultural e inenarrable donde un hombre se juega la vida frente a un toro.

Hemos observado con rigor los devenires de los primeros compases de la temporada y, nos bastan y sobran datos para estar contentos. En Madrid, sin ir más lejos, en los espectáculos que se han celebrado, el aumento de gentes ha sido considerable respecto al año pasado, un dato realmente favorable. Sin duda alguna, Castellón, Valencia y Sevilla han sido las primeras grandes ferias, amén de Illescas y Olivenza en que, los aficionados o gentes amantes de este espectáculo singular, han acudido en masa.

Todo lo dicho son testimonios grandiosos que nos hacen presagiar lo mejor a lo largo de la temporada que, arranca en Madrid de manera potencial y onírica para que, a finales de octubre, que todo termine en Zaragoza y Jaén. Pero no podemos olvidarnos de plazas que se han reinaugurado y que han colgado el cartel de no hay billetes, caso de Lorca, Móstoles, Valdemoro, Ciudad Real, al tiempo que, en estas fechas, Mérida, Trujillo, Móstoles, San Agustín de Guadalix y otras plazas de menor relevancia que, de igual manera han saboreado el placer del éxito.

Como explico, estamos en el camino para que, al finalizar la temporada manejemos los datos que anhelamos que, los mismos, si todo sigue por el sendero que hemos empezado, estaremos hablando de un éxito sin precedentes y, como decía, mediante la celebración de estos eventos con plazas llenas, poco a poco ya iremos consiguiendo que se conviertan en auténticos aficionados para que, el día de mañana deliberen ante la verdad y lo que en tantas ocasiones hemos considerado como un fraude de ley.

Ante todo, sonriamos, estamos de fiesta al pensar que, las gentes, por la razón que cada cual esgrima, la gran verdad es que han pasado desde la molicie del ocio de cada cual, a levantarse y marcharse hacia los coliseos donde un hombre siempre tiene una cita con la muerte.

Las imágenes del maestro Andrew Moore, ilustran nuestro ensayo.