Respecto a la Seguridad Social y todo lo que comporta la medicina respecto a la salud de los españoles, a diario tenemos noticias de los colapsos que se producen en las urgencias en los nosocomios y, a su vez, en los ambulatorios de cada pueblo o ciudad. Dicho tema, siempre es motivo de relevancia porque, como los profesionales de la salud confiesan, no llegan a tiempo para atender a tantos enfermos, razón por la que se sienten impotentes para hacer bien su trabajo que, en su gran mayoría, los médicos son personas vocacionales que, les llena más la curación del enfermo que atienden que el propio sueldo que perciben, casi siempre algo ridículo comparado con tantos sinvergüenzas que viven de la política.

Ciertamente, la Seguridad Social tiene un grave problema respecto al asunto de las urgencias pero, nadie es capaz de darle la solución que, en definitiva sería algo muy sencillo para “desintoxicar” hospitales y centros de salud pero, ¿quién es el valiente que le pone el cascabel al gato? ¡Nadie! Y ahora aportaré el procedimiento para acabar con dicha lacra que, para desgracia de todos, por culpa de unos cuantos, algún que otro enfermo ha entregado su vida porque no ha podido ser atendido a tiempo.

Si analizamos el problema de raíz muy pronto comprenderemos que, en España existe una tribu que se les denomina enfermos profesionales que, desdichadamente son los que colapsan las urgencias antes dichas. Son muchos los mayores –e incluso jóvenes- que, por algo muy leve acuden a urgencias porque han tosido el día anterior más de lo debido; porque una comida no les ha sentado bien y creen que van a morir; porque dicen tener una gripe que, de toda la vida de Dios se ha curado con dos días en cama; porque tienen una lumbalgia; porque tienen diarrea. Mil ejemplos podría relatar para que todo el mundo comprendamos que, somos nosotros, los españoles, los que coartamos dichas urgencias y, cuando éstas son de verdad, debido al exceso de pacientes al respecto, algunas personas han muerto porque no han podido ser atendidas debido al exceso de “enfermos profesionales” que copan los centros hospitalarios.

Me gusta siempre poner ejemplos de todo aquello que digo porque, lo de inventar me parece muy novelesco que en realidad así es pero, como quiera que tratamos temas reales y de candente actualidad me quiero explicar para que todo el mundo me comprenda. Para mí fortuna, apenas voy al médico. Mentiría si digo que no he ido nunca a urgencias pero, han sido pocas las veces y, en las que acudí, entendí que tenía motivos; sin ir más lejos, en la semana pasada fueron las fiestas de mi pueblo y, para que yo palpara la verdad de lo que acontece en los ambulatorios, desgraciado de mí que me dio un cólico nefrítico, algo que produce un dolor insoportable; como suelen decir, es como el  parto de una mujer. Desesperado de dolor acudí a urgencias porque, insisto, se trata de un dolor tremendo que no se lo deseo ni a mi peor enemigo.

Cuando llegué, como explico, no podía soportar el dolor y, mi miedo residía en la espera; es decir, mentalmente me preguntaba que si tenía que esperar mucho a que me atendieran, me podía dar un síncope del dolor que me atenazaba pero, aquí viene el quid de la cuestión, la madre del cordero del tema que abordo porque, en dichas urgencias no había nadie y, a diario, las mismas están colapsadas día y noche. Lógicamente, si no había nadie me atendieron en el acto, me inyectaron la medicina correspondiente y, en un par de horas había remitido el dolor.

Claro que, la pregunta es obligada. ¿Por qué no había nadie? Como dije, porque el pueblo estaba en fiestas y durante las mismas los enfermos profesionales se decantan por la fiesta y el jolgorio y, pasadas las mismas, ejercen de nuevo su “profesión”. Y lo contado es lo cotidiano en toda España. ¿Qué pasa, que  durante las fiestas no hay enfermos? Los hay pero, son los enfermos reales, los que colapsan los centros hospitalarios están todos de fiesta y no tienen “tiempo” para acudir a urgencias. En aquel momento que he contado, yo era un enfermo real porque aquel dolor como decía, no se lo deseo a nadie y, lo que se dice ganas de fiesta tenía muy pocas.

La tragedia contada, es decir, el problema que azota a la medicina de España y sus hospitales y centros de salud se podría remediar en un minuto pero, hay que echarle cojones al asunto, hacerlo, llevarlo a cabo y se evitarían miles de problemas. Otro dato que confirma lo que digo es que, por ejemplo, en los hospitales privados apenas hay nadie en urgencias pero, como la Seguridad Social es de todos, la confiscamos porque para eso es nuestra. El remedio para todos los “males” antes dichos pasa por cinco euros como fianza al entrar en el hospital. ¿Qué tienen que ver cinco euros con el problema descrito? Está clarísimo, si pusieran una cuota de cinco euros en todos los servicios de urgencias, lo que ahora es un drama, en apenas tres segundos dejaba de serlo y, lo que es mejor, acudirían a la cita los enfermos de verdad que, por supuesto, no les importaría pagar ni cinco, ni cincuenta con tan de ser atendidos. Eso sí, esos cinco euros mencionados serían el remedio para que se acabara ese problema que tanto “infecta” la labor de los profesionales de la medicina. Una vez revisado el paciente, de ser ingresado, esa fianza aportada se le devolvería porque, como sería lógico, esa persona estaba enferma de verdad, razón de su ingreso hospitalario. El resto, de los tantos miles de acuden a urgencias porque no tienen otra cosa que hacer, seguro que, sabedores de que habría que pagar cinco euros, el noventa por ciento de los que ahora acuden se quedarían en casa y se tomarían la Aspirina de toda la vida.