Hace pocas fechas fue intervenido quirúrgicamente en un hospital madrileño don Juan Lamarca, el que fuera casi cinco lustros presidente de la plaza de toros de Las Ventas, todo un personaje en el mundo de los toros que, como es sabido, dejó una gran estela en su profesión y, de  forma muy concreta en calidad de responsable de las destinos de la plaza de Madrid, si de su presidencia hablamos.

Me cupo la suerte de conocer a este hombre que, de la amistad hace culto, de la honradez, un modelo de vida y de la sabiduría una manera de andar por el mundo. Como digo, una lesión vertebral le hizo pasar por el quirófano pero, a Dios gracias, ya está en su domicilio reponiéndose de dicha “corná”. Sin lugar a dudas, compartir amistad con el señor Lamarca es un privilegio para todo mortal que se precie y, al respecto, he sido muy afortunado al contar con su amistad y, lo que es mejor, su cariño y respeto.

La verdad es que, como aficionados, compartimos muchos puntos de vista si de tauromaquia hablamos puesto que, para nuestra suerte hablamos el mismo lenguaje, cosa tan difícil de encontrar en el mundo de los toros. Pese a todo, en ocasiones hasta hemos discrepado pero, con educación y respeto, de ahí el punto de encuentro nuestro que no es otro que la amistad. Entre ambos, nos une una filosofía de vida que, al parecer, como los hechos demuestran, ha pasado a mejor vida, un dislate en toda regla el que está sufriendo nuestra sociedad actual en que, por fas o por nefas, el mundo sigue a la deriva mientras que, nosotros, como otras muchas personas, seguimos creyendo que, por encima de modas o modismos, está la realidad que nos sustenta que no es otra que el tesoro de nuestra amistad.

Siento una debilidad especial por este ser humano tan peculiar como auténtico que, compartir ilusiones a su lado se ha tornado para mí en un placer inagotable porque, ante todo, como diría el poeta, muriendo y aprendiendo y, junto al señor Lamarca, lo peor que le puede pasar a un ser humano es aprender cada día una bella lección. Esta hombre reúne los valores que todos quisiéramos tener y que jamás alcanzaremos. ¿Solución? Aprender a su lado que es la medicina que cura a diario nuestra alma.

Juan Lamarca ha sido un viajero incansable para difundir la fiesta de los toros, tanto en Europa como en América, de ahí la legión de partidarios que tiene esparcidos por todo el mundo, no podía ser de otro modo. Fijémonos hasta dónde llega su afición a los toros que, una vez que se retiró en sus funciones como presidente de la primera plaza del mundo, puso en macha una Web taurina para seguir difundiendo la cultura en todas sus vertientes puesto que, no solo expande las noticias o ensayos taurinos puesto que, en su página cabe todo aquello que tenga que ver con la verdad de la vida y, por encima de todo, de la cultura en su más viva acepción.

Como quiera que se trata de un hombre humilde pese a su grandeza, seguro estoy que sentirá rubor por mis letras, incluso me dará un tirón de orejas pero, me es indiferente porque era ahora el momento de mandarle un fuerte abrazo en estos días en que, como todo mortal, cuando se está enfermo, lo que más se agradece son unas palabras de cariño. En casos como el del señor Lamarca y lo que ha sido su intervención, aquí no cuenta el dinero para nada porque el vil metal no sirve pero, con toda seguridad, unas palabras de cariño las agradece cualquiera, lo digo porque en todas las situaciones amargas que he tenido, siempre llegaba un amigo para darme fuerzas, para animarme y para que siguiera creyendo en el proyecto de mi existencia.

Y, cuidado, que no se equivoque nadie porque esto que escribo no son las lisonjas que los toreros, de forma baladí, les entregan a los empresarios para ver si les contratan; nada de eso. Nosotros, ambos, no necesitamos de lisonja alguna porque nuestra amistad está por encima del bien y del mal y, por supuesto, del dinero que suele podrir a los seres humanos cuando se gana de mala manera, cosa muy propia de los políticos y sus adláteres. Por dicha razón, cuando no existe ninguna relación crematística entre nosotros, la que siempre daña la figura de cualquiera, esa es la razón por la que le entrego de forma pública mi amistad y mi cariño.

Repóngase muy pronto, don Juan. Los aficionados a los toros le seguimos necesitando para que siga difundiendo su obra y, no le digo ya los que sentimos a España desde el fondo de nuestro corazón en el que, usted, es nuestro gran estandarte.

En la imagen vemos a don Juan Lamarca junto a Andrés Amorós, dos primeros «espadas» de la cultura taurina.