En una plaza de toros hay quien logra parar el tiempo mientras interpreta una media verónica que dura un siglo y también quien se busca que el tiempo no pase cuando el tedio convierte al espectáculo en interminable, porque mira que es relativo eso del tiempo contante y sonante.

Nuestra vida venía pasando los días de modo trepidante, casi contando los años como si fueran poco más que un rato largo, pero ahora confinados nos pesa cada día. Llevamos un mes de encierro y cada uno de esos treinta y pico días nos pesan con sus veinticuatro horas y la completa retahíla de minutos y segundos.

Trabajando desde casa, la una en su despacho y el otro improvisando la oficina en un rinconcito del salón, para que al menos las llamadas telefónicas no se mezclen. Buscando huecos para poner lavadoras o pasar el paño, y también para los guisos, tratando de mantener la sensación de bienestar mientras lidiamos con nuestros hijos, que en ocasiones requieren un par de puyazos delanteros y con los que verdaderamente se aprovecha la oportunidad única que nos brinda esta crisis, porque cuando todo esto vaya pasando y en septiembre cada mochuelo regrese a su universidad quién sabe cuándo volveremos a pasar tanto tiempo juntos. Para los que no lo podrán contar, un cariñoso recuerdo y el compromiso de que esto no quedará en tablas.

Por la mañana trabajando, estudiando y compartiendo las tareas que son de todos, por las tardes practicando algo de ejercicio, sencillas tablas de yoga, altas dosis de paciencia, unas tiradas al parchís y alguna película o serie, como también disfrutando de los toros. Releyendo y rememorando secuencias que nos emocionaron.

Las redes sociales que muchas veces son portadoras de toneladas de basura también nos ofrecen curiosidades entrañables, el filtro es lo que importa como pasa con los motores.

Un seguidor de Instagram me está saludando mientras escribo y tras una breve presentación me preguntan si creo que José María Manzanares está en la actualidad en la élite del toreo. Es evidente que lo está, le respondo, abriéndose un debate sobre si la élite actual del toreo es la menos importante de cuantas haya habido a lo largo de la Historia de la Tauromaquia.

Aquí el respetable nombre del matador alicantino podemos sustituirlo por cualquier otro de los que consideramos en esa categoría elitista, porque mi contertulio opina que al público le interesa más otro tipo de arte, que es lo lógico habiendo como hay público para todos los gustos. A quienes nos gusta la diversidad y la emoción preferimos que se abran los carteles con mayor oferta ganadera y que se nos brinde la posibilidad de presenciar más combinaciones de toreros.

Seguimos opinando que nos encantaría un mano a mano de ese Manzanares con Emilio de Justo, por ejemplo, o con Octavio Chacón, Diego Urdiales o con otros tantos con los que nunca se verá las caras porque así se lo han montado los de la mal llamada élite. Y sería de agradecer que ese verse las caras fuese una vez ante toros de Atanasio, otra con los de Santa Coloma, de Murube, porque no es preciso tener que meterse con Miura o Saltillo, pero esto tampoco puede ser porque no quieren abrir su cohorte de toreros más allá de sus toros sota, caballo y rey.

Situaciones como las que estamos atravesando nos ponen ante la posibilidad de parar el tiempo, de sacar de él para lo que antes no teníamos suficiente, para leer más, para pensar más y para abrir los puntos de mira.

¿Podría ser que lo que sucede es que ya no existe una verdadera élite en el toreo? ¿Será este tiempo parado lo suficientemente intenso como para que de las reflexiones afloren nuevos planteamientos? ¿Nos limitaremos a presenciar un sálvese quien pueda a nuestro regreso?

José Luís Barrachina Susarte