Hinquemos las rodillas en la arena frente a la puerta de toriles. Está a punto de salir el morlaco, porque es grande como corresponde y lleva tatuado el número 2024. Estamos prestos a recibirlo con arrojo, cual novillero anhelante ansioso de arrancar el aplauso inmediato. Vamos a enfrentarnos a una fiera desconocida de cuyas intenciones nada sabemos, y lo hacemos a portagayola, la vieja terminología portuguesa. Para no pensar en fúnebres presagios delante del negro túnel, imaginemos que se trata de un fino toro castaño. Con aplomo, valiéndonos del lance clásico, recibiremos el 2024.

Uno de los recursos taurinos más viejos es este a portagayola, que por antiguo no deja de estar vigente, figurando entre los más conocidos por los toreros en cuanto a su ejecución. El viejo lance es una larga cambiada cuya máxima dificultad radica en desconocer la embestida del toro, que sale de pronto a la luz y se dirige a lo primero que encuentra: una tela coloreada ocupando su centro de visión. El torero tiene el lance muy bien aprendido, pero el toro, que no sabe la lección, puede no obedecer al engaño… y arrollarle. Como la vida misma. Enfrentarnos a lo desconocido es siempre una incógnita y con ella nos tocará bregar diariamente, porque no siempre podremos blandir el capote con acierto para dar salida al morlaco de turno.

Así nos encontramos, esperando el arranque de este año bisiesto “año bisiesto, año siniestro” dicen las malas lenguas y, ante la duda de lo que nos deparará, lo que no debe menguar en nosotros es el ánimo. Si en la vida cotidiana los meses venideros están llenos de preguntas, también es natural hacerlas en el mundo del toro.

Ánimo le sobra al espada que tiene aseguradas un buen puñado de tardes con astados de “confianza”, que para empezar no está nada mal. Ánimo no le falta al joven novillero que está en buenas manos, porque a base de talonario no le faltarán oportunidades para demostrar lo que vale. Ánimo tiene, sin duda, el empresario potente que, como de costumbre, intercambiará cromos para que todo siga igual y nada perturbe su posición.. Con ánimo se apresta el ganadero que aspira a colocar sus reses, en buena parte ya apalabradas cuando se trata de ferias importantes. Ganaderos de bravo más modestos tendrán que templar su ánimo y mantener la esperanza de que tal vez los costes del toro puedan asumirse en este 2024. El año anterior las perspectivas fueron mejorando y pudiera ser que el importe de los astados terminara felizmente por no poner en riesgo la viabilidad de las corridas. Mejor que miren hacia delante con optimismo.

Pero hay tantas cosas que cambiar o mejorar en la Fiesta de los Toros que sería bueno que este año fuera propicio para remover las conciencias, porque el mundo del toro está demasiado viciado. Viciado en todos los aspectos. El primero de todos quizá sea el toro. Tiene que salir el toro de verdad, es decir, con casta, bravura, trapío, defensas, peso, edad, temperamento, codicia, raza y estampa, es decir, las 10 características fundamentales del toro de lidia que figuran en el “Decálogo” de la enciclopedia de José Mª de Cossío. De no ser todas, al menos que respondan a la mitad de esos puntos que se tienen por imprescindibles. Pero lo más importante y fundamental es que ese toro de verdad lo sea para todos, es decir que las figuras del toreo no jueguen con ventaja; por otro lado el compadreo empresarial tiene que acabar, y a todos los toreros, que son muchos, debieran dárseles oportunidades. Oportunidades con arreglo a los méritos de cada uno, porque destruir la ilusión y la verdad de un torero demostrada en la plaza, negándole el pan y la sal es lacerante, lo que va también  en detrimento del público, y son ya muchos casos sangrantes los que vemos año tras año. La honradez, la decencia, la buena conciencia y tantos otros valores deberían primar sobre los pingües intereses que se forjan en los despachos.

Papel importante tienen los medios de comunicación, hablados o escritos, el cuarto poder como se dio en llamar, aunque más que un control o un contrapoder, si de toros hablamos, no pocas veces es remar en la misma equivocada dirección de lo establecido. Salvo honrosas excepciomes, que las hay, y en todos los estamentos, no vendrían mal algunos cambios en estas fuentes informativas.  Hoy en día el famoso sobre azul de otros tiempos ha mutado a prácticas muy cercanas al soborno.

En este empeño de sanear la fiesta, todos tenemos que arrimar el hombro: empresarios, ganaderos, profesionales, periodistas, público…¡Ay, si cada uno mirara  para sus adentros en  lo que le compete, y corrigiera lo que ha hecho o haya dejado de hacer. Yendo todos con la verdad por delante.

En un momento en que la Administración no se preocupa como debiera de la Fiesta, si los más interesados no tratan o no tratamos de cambiar las cosas y hacer examen de conciencia, no se extrañe que el tinglado, más pronto que tarde se venga abajo. Los intereses de unos pocos terminarán por destruir lo sublime de este arte ancestral, parte integrante de nuestro patrimonio histórico y cultural común de todos los españoles, tal como lo declara el preámbulo de la Ley 18/2013 de 12 de noviembre para la regulación de la Tauromaquia como patrimonio cultural. Patrimonio que no puede convertirse como lo está haciendo en un mercado de intereses. Ya se sabe que “la avaricia rompe el saco”. La Tauromaquia debe ser preservada como “un tesoro propio de nuestro país, rico en culturas distintas”.

Del público que se sienta en el tendido también podríamos hablar porque cabe  también su implicación, pero ese es tema para otro artículo.

A portagayola esperamos a ese fino toro castaño que tenemos por delante con el número 2024. Bien quisiera que ese cornúpeta, al dejar atrás el portón de los sustos, obedeciera al engaño, y nosotros, haciéndole frente, saliéramos indemnes y fortalecidos del embroque, tal y como se  fue El Juli en el último toro de su despedida tras 25 años de alternativa. Veinticinco años en la cumbre, que quiso rubricar recibimiendole  a portagayola, para cerrar una gloriosa etapa torera.

Resumiendo: que sean los próximos 12 meses tan prósperos como yo deseo. Que en ellos tengamos suficiente cintura para driblar los problemas y, que el 2024  despierte las conciencias y con una embestida brava y noble, traiga buena suerte para todos. Salud.

Francisca García

(Ilustración de Héctor de Castro)