Según está montado el mundo de los toros no hacen falta muchos requisitos para llegar a la “cumbre”. Con tal de que los demás quieran todo es muy sencillo. Antes, al estrellato llegaban lo que tenían condiciones y méritos más que sobrados, aptitudes que demostraban frente al toro, recordemos, entre otros muchos a El Viti que, en repetidas ocasiones se enfrentaba a todo tipo de toros sin remilgo alguno y, lo que es mejor, saboreando el triunfo.

Los tiempos han cambiado a velocidad de vértigo y, los empresarios se dieron cuenta del gran filón que tenían engañando al público con el medio toro pero que se le podían dar muchos pases y, ahí empezó todo. Es decir, el toro en su grandeza quedó en segundo lugar puesto que, el milagro de la casta que muchos defendemos, es algo que hay que olvidar porque los toros encastados suelen dar cornadas y eso es lo que se quiere evitar a toda costa.

¿Qué nos queda? Las llamadas figuras que se ponen bonitos frente a unos animalitos sin casta, sin fuerzas, con bondad, en ocasiones hasta casi sin pitones, aborregados por completo y, a partir de ahí todo lo demás. Cierto es que, para ostentar el entorchado de figura no hacen falta grandes méritos puesto que, como dije, con tal de que los demás quieran, todo es muy sencillo. Toreros que, en otros tiempos no pasarían de subalternos para las figuras de aquellas épocas, en la actualidad son venerados como si de Belmonte y Joselito se tratare.

Es cierto que, las figuras actuales si tienen mucha perseverancia, hasta el punto de que conforme está montado el panorama, si acaso debido al poco riesgo que sumen, aquello de estar treinta años en activo es muy sencillo; son más duros los viajes que hacen recorriendo España y Francia que el riesgo que acometen dentro de las plazas de toros. Ya vemos que, aquí nadie habla de retirada por muchos años que pasen. Enrique Ponce, El Juli, Morante, Perera……..todos tienen cuerda para rato que, a su vez, lógicamente, imposibilitan el paso de otros actores para el devenir del espectáculo. Ahí está el caso de Cayetano que, a vulgar no le gana nadie pero, ha aprendido el oficio, le ponen con los toros santificados y, ahí lo tenemos, como figura del toreo.

Es cierto que, los triunfos de Cayetano en este año que termina nadie los puede esconder puesto que son una realidad pero, ¿a qué precio? ¿Con qué clase de ganado? El precio lo pone el populacho y el ganado lo eligen los empresarios acorde con los gustos de los toreros pero, ¿y el riesgo para que todo eso emocione? El riesgo no existe. El que quiera emocionarse ya sabe que se tiene que conformar con el toro adulterado, totalmente descafeinado porque, para las llamadas figuras del toreo no existe otro tipo de toros.

Es cierto que, el empresariado, en sus grandes ferias, saben vender muy bien el producto puesto que tienen aleccionados a la prensa, medios de comunicación de toda índole y, entre todos forman parte de esa fiesta mediocre que ha logrado tantos adeptos; cierto es que, por ejemplo en televisión, nadie les dice a los espectadores que existe “otra” fiesta que nada tiene que ver con la parodia que nos ofrecen cada día, razón del triunfo de la sinrazón de un espectáculo que podría ser bellísimo como ninguno y al final, todo queda un pura pantomima.

Ciertamente, lo tienen todo atado y muy bien atado. Al paso que vamos, moriremos todos los defensores de la integridad del espectáculo y todo seguirá igual; y lo peor es que será así. Pero en el más triste de los casos, nos queda la dicha de contarles a los aficionados cabales que existe otra fiesta, otro toro al margen del mono encaste. Nunca antes habíamos visto que existiera “fabricas” de toros y, ahora son una realidad. Claro, así salen, totalmente estereotipados que, de todos ellos, encontrar un animal que se parezca a un toro bravo auténtica es un milagro. Ya crían los toros como a los pollos, razón de lo que vemos salir por chiqueros a diario que, entre otras cosas, como muchas veces dije, no hacen falta ni los picadores. Lo que nos muestran eso no es un toro, es un sucedáneo que se asemeja a un toro pero que, en su fuero interno no deja de ser una parodia.

Dentro de todos los males, sabedores de lo que se cuece en derredor, los llamados ganaderos dueños y señores del toro encastado, hasta se frotan las manos porque gracias a la mediocridad del toro llamado moderno, dichos ganaderos saben que tienen muchas opciones en distintas ferias para mostrar el toro auténtico que, en realidad, siempre es recibido con gozo. Se ve tan pocas veces que, cuando lo vemos, disfrutamos de lo lindo. Enhorabuena para esos ganaderos románticos que, aunque no ganan dinero, siguen ganando gloria, la que les proporciona ese toro encastado que, a fin de cuentas emociona a todo el mundo, hasta los ignorantes en materia lo harían si alguien se lo explicara en directo mediante su lidia.

En la imagen, el toro propício para la farsa a la que aludimos. Como no podía ser de otro modo, el animalito era de Juan Pedro y se lidió en Valencia.