Me enganché casi sin querer al festejo televisado de Campo Pequeño. No soy muy aficionado a los rejones. Entiendo que tienen su público y lo respeto totalmente. Si valoro el buen hacer le los forcados y su disciplina y afición que hay que tener, y sobre todo valor, mucho valor.

En el cartel dos toreros de a pie. Uno de ellos El Cid. Torero al que he seguido en España. Muestra de tesón, trabajo. No aburrirse en esos años que pasó olvidado y sin contratos. A fuerza de tragar se fue ganando un sitio más que merecido. Logró estar en todas las ferias. Matando corridas duras, que son las que de verdad le van. Ese toro bravo que transmite al tendido. Él y su mano izquierda nos han regalado buenísimos momentos de emoción. Y por eso se ganó el respeto de la afición.

Con buen criterio anunció su retirada y creo que era el momento. Y después va y lo estropea todo. Que vuelve. ¿Y qué? Que no le interesa a nadie. Y una vez más se demuestra quien manda aquí. El año de su despedida fue apoderado por Manuel Chopera. Taurino de pitimini. Desde que Simón Casas les quitó Madrid, a su padre que en paz descanse, a él y no sabemos a quién más. Anda perdido a la sombra de Toño Matilla. Toño hizo que torear a El Cid y Manuel era el acompañante. Ahora no está Toño, o no ha querido, vete tú a saber y El Cid a sentarse en su casita.

Volviendo a su actuación en Portugal. Penoso la presencia de sus dos toros. Por delante no había diferencia con los de rejones. Comportamiento de borricos más que de toros. Y ese torero por ahí haciendo la rueda al pobre borrego. Se le ha debido de olvidar que fue un torero respetado. Qué lo que tiene lo ha ganado con categoría. Y que él mismo la está tirando a la cuneta. Una pena.

Rafael Ortega