Todos los años, por estas fechas sucede lo mismo, las rupturas entre toreros y apoderados son la comidilla diaria para desdicha de todos, lo más “normal del mundo”. ¿Qué ocurre entonces si a tales desacuerdos los calificamos como normales? Algo grave está sucediendo en el mundo de los toros y, lo triste de la cuestión es que nadie quiere reconocerlo. Convengamos que, ante las rupturas citadas hay un trasfondo tremendo que nadie quiere descubrir pero que, lo saben hasta los niños de pañales.
El mundo del toreo está en manos de cuatro empresas grandes que, a su vez lo acaparan todo; toros, toreros y plazas. Y todo lo que salga de ahí les considera advenedizos que nadie les ha llamado y que por consiguiente estorban. Convengamos que, el poder es implacable en todos los órdenes y, lo que es peor, no dan paso a nadie. Está claro que, las grandes organizaciones no quieren que nadie les moleste, de ahí que la figura del apoderado sea ya una leyenda del pasado, salvo que te llames Roberto Domínguez y apoderes a Roca Rey que, todavía me pregunto cómo no lo han “secuestrado” los grandes empresarios.
¿Motivos de las rupturas? Son siempre los mismos y, cuidado, no culpo a nadie, ni al torero ni al apoderado pero, todos, cándidamente, “firman” un contrato de apoderamiento con toda la ilusión del mundo pero, más tarde, a medida que avanza la temporada van encontrándose con la dura realidad a la que les somete el sistema. El apoderado quiere firmarle muchas tardes al torero y, el diestro en cuestión las quiere torear, acción muy noble entre ambas partes. Pero nadie toma en cuenta que, todos aquellos diestros que no estén protegidos por el manto del poder tienen que torear en el “extrarradio” del toreo; pueblos, aldeas, incluso páramos de mala muerte que, románticamente está muy bien pero, no solo de pan vive el hombre; es decir, aunque sea en el pueblo más modesto, el torero se está jugando la vida y, lo que es más triste, por dicha razón es donde asumen el mayor riesgo y, si al final de la contienda el diestro se ha dado cuenta que no le ha quedado para comprar un capote tras el festejo aludido, el futuro se nos presenta negro para todos; como digo, el apoderado, con la mejor de las intenciones intenta que el torero tenga actividad en aquello que ama pero, la realidad es la que es y lo demás son todo romanticismos de antaño que, en la actualidad su traducción no es otra que hambre pura y dura.
Y lo más triste de la cuestión es que dicha situación se repetirá años tras año y, en el caso de que un torero humilde sea apoderado por Simón Casas, sus perjuicios todavía serán peores puesto que, la larga lista de damnificados por el productor francés es innumerable. ¿Se imagina alguien la ilusión de un chico que empieza como matador de toros y verse apoderado por el empresario más influyente del mundo? Eso será para enloquecer de felicidad, ¿verdad? Pues le han durado todos los toreros menos que un caramelo a la puerta de una escuela y, lo que me pegunto es cómo es posible que Alejandro Talavante no se haya rebelado contra su mentor. Igual a ambos les ha ido bien y están muy contentos pero, tiempo al tiempo.
¿Quiénes torean todos los días sin el menor contratiempo? Lo que son apoderados por las grandes casas, que no de misericordia, pero sí para obtener grandes beneficios, es el caso de El Fandi que, apoderado por Matilla no tiene problema alguno al igual que Manzanares. Y así una larga lista de gentes privilegiadas por el sistema pero que, los demás, “lógicamente” todos tienen que acabar en ruptura porque, en la casa que no hay pan, todos gritan y nadie tiene razón, eso es el mundo de los toros que, en cada final de temporada se destapan las miserias de cada cual y, si te he visto no me acuerdo.
En la imagen, Manuel Escribano y José Luis Moreno, un binomio que podía haber sido perfecto ha sido masacrado por el sistema.