La fiesta de los toros es tan grande que, ante las miserias de la misma, sobreviven los grandes hombres que han llevado a cabo sus hazañas en los ruedos puesto que, toro y torero, es decir, el hombre contra la fiera, sus hechos son los que quedan para la eternidad, incluso opacando las miserias, traiciones, desventuras, traiciones y demás males que anidan dentro del mundo de los toros.

Como queda expresado, la fiesta, como tal, apenas sería nada si no tuviera grandes hombres que, pluma en ristre, supieran cantar su grandeza para que la misma quede inmortalizada para el resto de nuestros días. A tenor de lo que digo, uno de los grandes protagonistas fuera de los ruedos no es otro que Paco Cañamero, autor salmantino que ha engrandecido la fiesta de los toros como nadie y, si nos centramos en Salamanca, Cañamero es el rey de la narrativa porque, más de treinta libros adornan su biblioteca y, lo que es mejor, las hemerotecas del mundo.

En estos días, Cañamero ha presentado su última obra en Madrid y Salamanca, amén de otras muchas presentaciones que tiene previstas puesto que, su obra, CAPEA Y ROBLES, 50 AÑOS DE COMPETENCIA Y TORERÍA, nuestro autor desgrana aquellas décadas de los setenta y ochenta en las que, los citados diestros cubrieron de gloria todo el espectro taurino del mundo. Tres lustros duró aquella competencia hermosa en la que, ambos artistas, en reñida competencia, a diario dilucidaban entre sí para saber quién era el mejor.

Cañamero que, como digo, ha descrito en los últimos treinta años la grandeza de la torería salmantina, una vez más se ha recreado en inmortalizar aquellos años gloriosos que, para nuestra desdicha no volverán jamás. Ahora no hay parejas que encandilen a nadie  porque cada cual va por libre y, lo de competir les viene a todos muy cuesta arriba. Si acaso por eso es por lo que el libro de Paco Cañamero nos llena de gloria al rememorar aquellos años hermosos. Como sabemos, en Beziers, un toro casi segó la vida de Julio Robles puesto que, al final, tras mucho tiempo parapléjico entregó su alma a Dios. Cierto es que, para dicha del toreo salmantino, yo diría que de todo el mundo, nos queda El Niño de la Capea que, en breves fechas celebrará sus cincuenta años de alternativa vistiéndose de luces en un pueblo salmantino junto a su hijo y su yerno para matar una corrida de toros. Todo un logro que, al amparo de dicho acontecimiento, hasta barrunto que de ahí le vino la inspiración a Paco Cañamero para narrar, domo dije, una historia memorable.

Salamanca, como el mundo sabe, es la cuna del saber, razón por la que desde aquellas tierras de Castilla han nacido narradores maravillosos a lo largo de la historia a los que se suma, con todo honor nuestro admirado Paco Cañamero que, en su condición de crítico taurino y narrador de las más bellas páginas de la torería, en un acto de justicia tenemos que atribuirle sus bellas virtudes como escritor puesto que, no se trata de un crítico taurino al uso, Cañamero es mucho más que todo eso porque de la narrativa ha construido su vida; en los toros y fuera de los mismos, ahí están sus obras que lo dicen todo.

Reconozco que soy un afortunado al poder haber leído la práctica totalidad de todas las obras escritas por Paco Cañamero en las que he quedado impresionado pero, con su permiso me quedo con lo que yo siempre consideré su obra cumbre, FADO ENTRE ENCINAS, un libro enigmático en el que basado en un hecho real respecto al accidente ferroviario del tren expreso que hacía la ruta de París a Lisboa, nuestro autor nos toca el corazón de una forma apasionada puesto que, aquel cataclismo que tuvo lugar en tierras salmantinas, Cañamero nos lo relata con un realismo asombroso, con el que logro que todos nos sintamos testigos de aquel hecho nefasto al que le pedimos a Dios que nunca más vuelva a suceder.

Como vemos, Salamanca, si de narradores hablamos, no es Miguel de Unamuno o Carmen Martín Gaite, son muchísimos los nombres que le han dado categoría a la escritura en todas sus vertientes, novela, biografía, ficción o relato costumbrista, siempre a tenor de lo que el escritor pudiera sentir. Entre ellos, como un tesoro actual, gozamos a Paco Cañamero al que le deseamos muchos años de vida para que, aunque sea una vez por año nos siga deleitando con su prosa maravillosa. Disfrutemos pues de su último regalo los que somos aficionados a los toros porque, como dije, Capea y Robles, 50 años de competencia y torería, no llenarán de gozo a cuantos amamos esta fiesta singular y bellísima.

En las fotos vemos distintas imágenes de nuestro autor, Paco Cañamero, en la primera junto al maestro, Pedro Gutiérrez Moya, El Niño de la Capea que le arropó en la presentación de su libro. Enhorabuena para Cañamero y al Niño de la Capea que, para nuestra suerte, sigue entre nosotros regalándonos, entre otras muchas cosas, la bravura de sus toros.