El aquelarre que nos ha sumido a los españoles un tal Pedro el Cruel no tiene parangón puesto que, como su definición indica, se ha tratado de una unión de brujas, demonios y demás personajes propios de la mitología que nada tienen que ver con las personas normales que habitamos este país, el que antes era conocido como España, por cierto, admirado en todos los confines del mundo. Pero, el ansia de poder de un esquizofrénico malvado nos ha llevado por los senderos de la maldad, algo que dudo mucho que tenga futuro y, lo que es peor, que no ocurran cosas tan desagradables que más tarde todos pagaremos con resignada humillación.
En política, como muchas veces dije, cabe todo, hasta la amnistía para todos los hijos de puta y criminales de Cataluña que, dada la situación actual, los muy cerdos se estarán frotando las manos al ver arrodillado ante sus pies al presidente del gobierno de España, un títere en toda regla que, con toda seguridad, no ha medido las consecuencias que su actitud puede depararnos a todos. Por un puñado de votos, siete por más señas, Pedro Sánchez ha descuartizado la nación en la que vive, la que dice presidir, -abogo que sea por poco tiempo- y la que ha destruido desde sus ancestros por esa ansia de seguir en el poder sin que apenas nadie le haya votado.
Un político siempre habíamos creído que era un estadista, una persona formada para defender los derechos fundamentales de un país, del partido que fuere, pero con sentido de estado desde la posición que ocupare, caso de presidente del gobierno, ministro o cualquier otro cargo de relevancia. Esa era nuestra creencia hasta que llegó al poder un tipo déspota, ególatra, mentiroso, cruel, mezquino, ambicioso y mala persona como el tal Falconeti, tan bien definido por Federico Jiménez Losantos. ¿Qué futuro nos espera a sabiendas de que estamos en manos de otro psicópata como Puigdemont? Lo digo porque, a partir de la investidura del mentiroso, será el repugnante catalán, criminal, delincuente, fugado de la justicia de España el que nos dará órdenes de cómo debe de funcionar este país. Ver para creer. Cualquiera siente desolación al saber que ya no quedan leyes en España para que la Justicia las acredite puesto que, el gran truhan las ha eliminado del código penal. A partir de este momento, las revueltas en las cárceles de España deberían ser la norma porque, ¿cómo es posible que se amnistíe a unos delincuentes y a otros no? Eso será muy difícil de digerir y me cabe la certeza de que por ahí empezará el auténtico conflicto en el que nos ha metido un tipo sanguinario como Sánchez.
La cobardía de Sánchez, además de sus mentiras y mezquindades, vino dada el día en que, en el debate con Alberto Núñez Feijóo, éste le invitó a firmar ante todos los españoles que gobernara la lista más votada y, el muy ruin se negó; y tenía razón, aquella gallarda forma de afrontar la honradez no le convenía para nada porque, Sánchez es un ególatra asqueroso, pero de tonto no tiene un pelo. Lo digo porque era sabedor de que, caso de perder –que en realidad perdió- le quedaba toda la basura y las ratas de alcantarilla que, por intereses similares a los suyos todos le apoyarían. Y acertó, el muy criminal. Que tampoco hacía falta ser muy listo para adivinar la cuestión del maridaje político entre gentes barriobajeras y mezquinas.
El tipo citado, si fuera un político honrado y con altura de miras hubiera declinado toda oferta delictiva de tantos hijos de puta que ahora se han unido junto a él y hubiera permitido que gobernara el partido Popular pero, aquello de altura de miras, honradez y buscar el prestigio para España, todo eso no tiene cabida en su mundo del egolatrismo más bárbaro. Podía haber sido el jefe de la oposición y, en las próximas elecciones, su actitud hubiera dejado una estela de un político de altura mientras que, sus acciones actuales, las que ha llevado a cabo, le han situado en el pedestal de lo que supone un tipo sin escrúpulos que quiere destruir a España, quemarla como hizo Nerón cuando mandó incendiar Roma, al tiempo que, desde lo alto del cerro, disfrutaba con las llamas que envolvían a la ciudad eterna; eso mismo nos ha pasado con este desaprensivo que, no utilizará las llamas, pero si la maldad para que, en apenas cinco minutos no queda nada de España. ¿O acaso lo duda alguien?
Todos creíamos que, Pedro Sánchez, con sus acciones anteriores había tocado techo en lo que a la maldad se refiere y, otra vez nos hemos equivocado porque, ciertamente, nadie creíamos que se atrevería con lo que ha pactado con Puigdemont y demás criminales catalanes, justamente con todos aquellos que en su momento prometió a los españoles que les aplicaría la ley para que el peso de la misma cayera sobre ellos cual losa de mármol por aquello de los delitos que habían cometido; no es que no haya aplicado la ley, se ha burlado de la misma para indultarles a todos y hacer borrón y cuenta nueva y, de lo dicho, ni me acuerdo. Y con semejante individuo tiene que reunirse el Rey de España en los próximos días. Como dije en alguna que otra ocasión, pobre monarca que, con estas gentuzas está condenado al exilio, tiempo al tiempo; es más, será cuestión de meses.
Tras todo lo que estamos viviendo, ¿puede alguien creer que estamos en democracia? Vivimos ante la dictadura de un demente que, preso de sus alucinaciones, hasta es incapaz de pensar que, con su actitud logrará que España se desmorone por completo abocándonos a la más absoluta ruina en todos los órdenes. ¿Lo duda alguien?