Me pongo en la piel de Luis Bolívar y me entran los temblores de la muerte porque, como se sabe, es inaudito que un torero de su talla, con casi veinte años como matador de toros no se le haya reconocido en lo más mínimo. Ahora, algunos revisteros hablan de la asolerada torería de Luis Bolívar cuando, en realidad, lo que habría que decir es la tremenda injusticia con la que se le ha tratado al diestro vallecaucano.

Una vez más, en las recientes ferias de Cali y Manizales, en su país, ha dado una medida fabulosa en calidad de torero; pero esto no es nuevo porque Bolívar, a estas alturas de su vida no debe de sorprender a nadie puesto que, todo aquel que sea medianamente aficionado sabe de la grandeza torera del diestro caleño. Me alegro por sus recientes triunfos pero, a su vez, sufro más de lo debido al saber que, los mismos no le servirán de nada si de España hablamos.

Los taurinos de España han querido vendernos, respecto a Bolívar, la imagen de un diestro heroico por aquello de las ganaderías a las que siempre se tuvo que enfrentar que, este año que comenzamos, para su desdicha, no le darán ni la oportunidad de echarle de nuevo a los leones. La competencia es cada vez más dura y, si cabe, puede que mate alguna de Dolores Aguirre que, como sucedió el año pasado en Bilbao, allí pudimos ver como un hombre se jugaba la vida de verdad, era Bolívar, al igual que sus compañeros.

Debe ser descorazonador comprobar que, los triunfos, como tales, no sirven para nada. Si en las ferias antes aludidas, el diestro referido ha indultado dos toros –que un indulto es lo de menos- eso debería ser un aval más que suficiente para que, este año, en España, se le reconociera como en justicia debería ser. Pero no, todo quedará en una declaración de buenas intenciones pero sin ningún logro que reseñar. A Bolívar le hemos visto frente a las corridas durísimas dando una dimensión de valor inenarrable pero, a su vez, como sucedió en la feria de Cali del 2021 en que, junto a Emilio de Justo, en aquel mano a mano memorable con toros de Victorino Martín, ahí sí que nos cupo la fortuna de admirar a un gran torero que, frente a los pupilos del que fuera en su momento su apoderado, el diestro ofreció una imagen bellísima puesto que, al margen de su gran éxito si de trofeos hablamos, lo que más me gustó fue la inmensa torería con la que culminó toda su actuación.

Hasta este momento, Luis Bolívar, como quiera que tuviera “pueblo”, su propia patria, Colombia, es allí donde recobraba ilusiones, ganaba una plata muy justa por mor de sus éxitos y, sumaba muchas actuaciones en Colombia en la que como el mundo sabe, allí Bolívar es profeta. Ahora, por el contrario, para desdicha total de este hombre admirable, está comprobando, como nos sucede a todos, cómo y de qué mala manera se está exterminando la fiesta de los toros en Colombia, lo que era su único reducto. Un criminal de la talla de Gustavo Petro que, en su día cerró la plaza de toros de Bogotá, ahora, no contento con ello, clausurará la fiesta taurina para siempre en su país. Los dictadores son así, tanto en Colombia, en España y en cualquier país puesto que, si a ellos no les gusta no existe, es el caso de lo que está sucediendo en el país cafetero que, despidámonos del santo que se lo han llevado, es decir, este año ya no habrá toros ni en Cali ni en Manizales, al margen de que se han cerrado ya todas las plazas del país.

Por si no tenía bastante Luis Bolívar luchando contra la problemática taurina, ahora, para que su desdicha sea mayor, tiene que comprobar que, por culpa de la puta política y de un indeseable que gobierna Colombia, todo el toreo o taurinismo de dicho país se queda sin pan. ¿Qué serán entonces, a partir de ahora, de Luis Bolívar y de todos los matadores colombianos? Tienen dos caminos, dedicarse a recoger café o hacerse guerrilleros que también es una salida. Los ganaderos colombianos, entre ellos, César Rincón, ya pueden buscar mataderos para llevar a sus toros para la carne que, como reses de lidia ya no tienen futuro. Es horrible lo que cuento pero, lo digo con todo el dolor de mi corazón, porque es la pura verdad.