Tras presenciar la corrida de ayer en Madrid, respecto a las faena que vivimos, me ha venido a la mente la tan manida frase de reporteros e informadores respecto a las figuras cuando un toro no sirve le endilgan el apelativo de faena inventada, algo que me chirría por completo puesto que, lo dicho no deja de ser una maldita excusa para salvaguardar al torero en cuestión e, incluso, para no hablar mal del toro lidiado.
Lógicamente, eso pasa mucho en las llamadas ganaderías comerciales –es decir, todos los días- en las que, a diario, salen toros amorfos, sin fuerzas, sin alma, sin ganas de embestir; sin el menor peligro aparente pero que, lo que desean es marcharse al otro mundo sin pelear en lo más mínimo. Ante dichos bicornes es cuando el torero se pone pesado –Enrique Ponce era un auténtico especialista en dicha parodia- y a base de sobar a los toros, al final, le han arrancado tres series sin sentido alguno, sin la menor emoción y, tras matarlo de una estocada, en demasiadas ocasiones, al diestro, hasta le han concedido una oreja. O sea, una broma de mal gusto pero que todo ha quedado brillante de forma aparente. A esa infamia le llaman faena inventada. O sea, pura basura vendida a precio de oro.
Ahora explicaré lo que es una faena robada, cosa que vimos ayer en Madrid por parte de ese gran torero llamado Octavio Chacón. Lo digo porque, tanto el de Sobral como el de Partido de Resina, sin lugar a dudas, son los toros más complicados y difíciles que Chacón ha lidiado en su carrera, no tengo el dato concreto pero, de preguntarle al torero gaditano así nos lo confirmaría. Chacón se pasó la tarde robando porque sus enemigos no le regalaron nada y, lo que es peor, le buscaban con saña para devorarle, lo intentaron con la peor de las intenciones y, Chacón, pese a ser achuchado en varias ocasiones, a Dios gracias salió ileso de la plaza. Confieso que, hacía mucho tiempo que no veía a un hombre jugarse la vida con tanto empeño, tanta disposición, digamos que, con tanto orgullo de torero para demostrar que, en dicha profesión, si hace falta se entrega hasta la vida.
Pese a que el diestro gaditano estuvo fatal con la espada, todo lo que previamente había sucedido en la arena era digno de encomio, hasta el punto de que, Madrid, tras la muerte del toro de Sobral se le rindió y le tributó una ovación enorme porque, hazañas como la que protagonizara el diestro no son propias dentro de una plaza de toros. Recordemos que, en el mundo de los toros, aparentemente todos los toreros se juegan la vida pero, como digo, de forma aparente porque una cosa es que todos entendamos que un toro puede hacerte daño hasta con el rabo y, otra muy distinta es que los aficionados palpemos el auténtico peligro de un toro de lidia y que todos, en el transcurso de la tarde tengamos en corazón encogido.
Esa es la diferencia entre una faena inventada –un bodrio al más alto nivel- y una faena robada ante toros que, su única ilusión era arrancarles la cabeza a los diestros, en este caso a Octavio Chacón que, ayer en Madrid, con el peor lote, incluso como decía, con los dos toros más difíciles que ha lidiado en su vida nos dio una dimensión de torero grande donde los haya. Es cierto que, la semana anterior, en Villacarrillo, ese mismo Chacón heroico de ayer en Las Ventas, dibujó en aquella plaza jienense dos faenas de altísimo nivel; me quedo con la segunda en la que Chacón demostró una pureza tremenda ante dos toros encastados pero que, en su bravura, hasta le permitieron al diestro mostrar ese caudal de torería que lleva dentro.
¿Hay injusticias en el toreo? Preguntan muchos. Octavio Chacón es la respuesta pura y auténtica de una fiesta adulterada en la que mientras las figuras matan el burro amorfo que embiste con ideas franciscanas y, en segundo lugar, los que matan ese toro que solo te permite, de tener valor, jugarte la vida a sabiendas de que la recompensa será nula.
Fotos del maestro Andrew Moore, ayer en Madrid.