Uno, que tiene años y memoria se acuerda perfectamente de aquellos festivales de antaño que tanto glorificaban a los toreros que, en su momento, todos, sin distinción tenían una dádiva hermosa para con sus semejantes, de ahí la proliferación de aquellos festivales benéficos que engrandecían al mundo de los toros y paliaban, en la medida de lo posible, tantísimos males internos o externos, nada importaba. Quiero decir que, igual se hacía un festival para ayudar a la familia de un compañero muerto que, para mitigar el dolor de cualquier desastre natural que se producía en el mundo.
Desdichas las tenemos por doquier y no hace falta salir de España, La Palma, a primeros de año fue un escenario dantesco del que el mundo del toro podía haber tomado nota y celebrar algún que otro espectáculo lleno de magnitud y encanto para que, con lo recaudado, mitigar el dolor de aquellas personas que, por un desastre natural, perdieron todo lo que tenían. El toreo, en aquel momento perdió una oportunidad de oro para demostrarle al gobierno de España que, mientras ellos callan, el toreo habla en los ruedos y en las taquillas con la aportación de los aficionados; no lo hicieron y, repito, dejaron escapar una oportunidad fantástica para darle una gran lección al mundo, como tantas veces ha sucedido.
Ahora, para desdicha de todos, el mundo del toro hace oídos sordos a todas las tragedias que a nuestro lado ocurren. Insisto que, el mundo de los toros no puede remediar los males del planeta en que vivimos que, por distintas causas, asolan a cientos de miles de personas pero, no es menos cierto que, la sola acción de que el toreo se apuntara para celebrar aquellos festejos a favor de los damnificados de la desdicha que fuere, ello ya le daba caché a los toreros en calidad de seres humanos. Ahora, como comprobamos, reina la insolidaridad al respecto y eso dice muy poco de un mundillo que, otrora era totalmente admirable.
Si tirásemos de memoria podríamos enumerar muchísimos festivales que, además de paliar tragedias, dignificaban a los toreros como fuera el caso de que, en el año 1986, cuando ocurrió la tragedia del Volcán Nevado del Ruíz en Colombia, el mundo del toro se volcó en Madrid organizando un festival de época que, como supimos más tarde, los diestros se pagaron sus correspondientes gastos de su bolsillo. El cartel fue sonado, Antoñete que reaparecía como sus compañeros, El Cordobés, Paco Camino, -que no pudo comparecer por una lesión-Andrés Hernando, Palomo Linares, Macareno de Colombia y, sin duda, el otro novillero, José Miguel Arroyo Joselito que, justamente, en ese día, salió lanzado de Madrid por el gran éxito que había obtenido. ¿Nos importaba a nosotros una tragedia de Colombia? Seguramente no, pero el toreo allí estuvo para dar una lección memorable. Se colgó el no hay localidades y tuvo lugar una espectáculo indescifrable. Ahora, nuestros vecinos de Marruecos quizás estén esperando, como les ocurriera a los colombianos de aquel momento, un acto solidario por parte del toreo en España.
Aquellos festivales tenían tintes de acontecimiento cuando, por ejemplo, otra vez en Madrid, el toreo se reunió para homenajear a Vicente Ruíz El Soro y, por supuesto, aportarle una dosis económica que tan necesitado estaba el diestro de Valencia. O en el caso de Julio Robles que, las máximas figuras del toreo comparecieron en Madrid para ayudar al diestro caído. Como digo, se ha hecho en numerosas ocasiones y con muchísimas personas pero, en la actualidad, es todo un vago recuerdo de aquella grandeza de antaño. Por ejemplo, como festival de relevancia, recuerdo en que se organizó en Valencia a beneficio de Adrián, el chaval que quería ser torero y estaba enfermo de cáncer. Aquel festival lo parecía, pero no lo fue. Lo digo porque los toreros pasaron una nota de gastos que dejaron tiritando a la organización y, a las manos del necesitado apenas llegó un puñado de euros. Para colmo, para que la desdicha fuera más grande, el chiquito murió.
Dentro de los llamados festivales benéficos he visto mucha golfería por parte de los toreros que, amparándose en una causa benéfica, trincan lo que no está en los escritos. Y sé lo que digo porque, en cierta ocasión, se celebró un “magno” festival en Alicante a Beneficio de una entidad solidaria llamada Club de Leones. A mis manos llegaron las cuentas, lo denuncié con nombres y apellidos y, apenas quedó nada para la causa por la que decían trabajar.
Quiero quedarme con aquel recuerdo de antaño cuando los festivales tenían entidad, caché, generosidad, altura de miras, gestos auténticos por parte de los toreros y ganaderos y toda la organización que dichos espectáculos conllevaban. Por ello, así era el toreo hace algunos años y así ha quedado en la actualidad. Por dicha razón, cuando veo que se anuncia un festejo con el título de “festival” me pongo a temblar. Y lo peor de las cuestión, lo más sangrante que, en estos eventos participan matadores de toros cuando, en realidad, en el pueblo que se celebren, antes eran novilladas para rodar a los novilleros y, en la actualidad matadores de toros que, coartan la libertad de acción de los novilleros imposibilitándoles lo que podría ser una oportunidad y se quedan más anchos que largos. ¿Me puede explicar alguien que hace Jesulín en ese tipo de parodias? O sea, un tipo que ha toreado más de dos mil corridas de toros, en la actualidad es el que impide que, unos chavales puedan torear una novillada que, en realidad, era lo que siempre se hacía.
Ahora, por ejemplo, sin ir más lejos, en la tragedia que ha asolado el pueblo del Álamo y demás villas cercanas, tanto Simón Casas como empresario de Madrid y, toreros como Morante, El Juli, Emilio de Justo, Roca Rey, Castella y demás diestros que se pasean por las ferias, ya deberían tener montado un festival para remediar los males de esos madrileños que, por un desastre natural lo han perdido todo. Pues no se va a celebrar nada porque nos hemos quedado inmunes ante las desdichas de los demás. Dicha omisión por parte del mundo del toro, viene a confirmar que, la torería, en su conjunto, han perdido aquella solidaridad de antaño que, como decía, más que la aportación económica de los festivales que era muy importante, aquellas acciones decían del toreo mucho más que el arte que aportaban frente a sus enemigos.