He podido ver en estos días la entrevista que le hace Jorge Valdano, -ese sabio filósofo argentino que recaló en España como futbolista y decidió quedarse para siempre-, a Juan Carlos Unzué y quedé conmovido. Es cierto que, Valdano, en su programa de Movistar Plus es capaz de tocar la fibra de cualquiera, pero, en esta ocasión, su conversación con el futbolista navarro ha superado con creces todas las entrevistas de este personaje singular llamado Valdano. Lo digo porque, si Valdano quería tocarnos la fibra a todos los españoles o desde cualquier punto del mundo, lo ha logrado por completo.

Juan Carlos Unzué, recordemos que fue jugador de fútbol, portero por más señas y, de los buenos. Más tarde pasó a ser un gran entrenador del balompié y, su vida deportiva discurrió entre las décadas de los ochenta hasta el dos mil, para desde aquel momento dedicarse al entrenamiento de aquellos equipos que le necesitaron. Todo discurría de mil maravillas cuando en el año 2020 le diagnosticaron la más cruel de las enfermedades, la ELA. Lógico hubiera sido que Unzué se hubiera abatido hasta dejarse morir como hacen el noventa y nueve por ciento de estos enfermos. Nada de eso.

Unzué nos cuenta en la entrevista que cito sus grandes logros como deportista del balompié en las dos versiones en las que trabajó, como portero y como entrenador pero, donde nos llegó hasta el alma fue cuando, pese a todo, le da gracias a la vida, incluso al mismísimo Dios por darle fuerzas para combatir la enfermedad con inusitada alegría. Verle sonreír frente a las cámaras resultó ser una bocanada de aire fresco para mi alma y, sin duda, para cualquiera de los millones de personas que habrán visto esta entrevista. No cabe mayor entereza en un ser humano como la que mostró Unzué que, para colmo, le sigue dando gracias a Dios por todo, incluso porque como él confesara, dentro de la enfermedad él es un afortunado que tiene recursos para poder pagar a personas que le ayuden pero, su grandeza no es otra que lucha contra el poder para que desde el gobierno se inste una ley para ayudar a los miles de compatriotas, como él, con sus misma enfermedad no tiene quién les ayude.

Y allí se presentó, en el Congreso de los Diputados para alzar su voz, no para que clame en el desierto, pero sí para ser escuchado por todos los políticos de cualquier signo para que, ante todo, hagan una ley que proteja a cuantos como él están postrado en una silla de ruedas sin tener movilidad alguna. Su actitud lo dice todo; no se trata de un enfermo más que, resignado a su suerte espera la muerte como consuelo, nada de eso. Unzué, con sus palabras en el Congreso de los Diputados ha hecho más por sus compañeros de enfermedad que todos los políticos juntos a lo largo de la historia.

Como digo, escuchar a este hombre ha sido una bendición para cualquiera; yo diría que una lección importantísima que jamás debemos de olvidar y, mientras ese hombre incluso sonríe ante su suerte, miles de estúpidos se quejan por haberse resfriado. La grandeza de Unzué no es que lleve su enfermedad con tremenda resignación; su mayor valor no es otro que demostrarnos que, desde la oscuridad, hasta se puede ver la luz, es su caso, algo que llevaremos prendido siempre dentro de nuestra alma.

Todavía quedan programas televisivos que nos alimental alma y, si de pronto, aparece un personaje ante las cámaras llamado Juan Carlos Unzué, la dicha es inenarrable. La gran lección que este hombre nos ha dado jamás se la podremos recompensar, algo inaudito, fantástico y, por supuesto, inimaginable. Hombres como el citado con los que nos aportan cosas buenas ante la vida puesto que, sus valores son tantos que nos quedamos con la sangre helada en nuestras venas. Recordemos que, persona como Unzué, a las que he conocido varias, al final se dejaron morir porque no existe peor castigo que la ELA y, Unzué, quizás que asistido por Dios, se ha convencido de que todo le ha llegado a su vida como una bendición; es más, hasta seguía dando gracias porque según él, ha vivido más años de gloria con salud que los que puedan quedarle como enfermo. ¿Se puede ser más grande como ser humano? Es imposible.