Cuánta razón tenía el genial Antonio Díaz Cañabate cuando dijo que, los toros son el fiel reflejo de la sociedad en que vivimos y, tantos años después, su axioma tiene la misma vigencia que el día en el que él la pronunció; es más, yo diría que en la actualidad podríamos hablar de una versión corregida y aumentada.

En la política, los seres humanos no somos nadie, si acaso un maldito número que lo cuentan cada vez que hay elecciones porque a los políticos les importan los seres humanos lo que a mí el Peñón de Gibraltar que jamás será nuestro como antaño. Y si esa política a la que aludo pasa por la república que estos tiparracos quieren implantar, el hambre, la miseria, la desdicha, la desolación y el caos está servido pero, ¿a quién le importan semejantes desdichas, a los políticos? Nunca en la vida porque como la historia nos ha demostrado, el socialismo junto con el comunismo forman el  sinónimo del mundo criminal. Divide y vencerás, es el puto lema de la izquierda que solo ambicionan el poder para amasar fortunas y de paso, amansar borregos que les siguen el juego. Si alguien quiere saber la historia del comunismo que lea a Federico Jiménez Losantos con su libro HISTORIA DEL COMUNISMO y, tras dicha lectura, nadie tendrá la más mínima duda de lo que aquí expongo.

Y, de forma desdichada, en los toros sucede lo mismo; parece que, a políticos y empresarios taurinos les han cortado a todos con el mismo patrón porque su única ambición es el dinero. Si en política un ser humano es un voto apestoso, en los toros la situación es análoga, aunque sin votos, claro. Bien es cierto que, si se votara para confeccionar los carteles taurinos otro gallo nos cantaría pero, al final, sucedería como en la política que, nosotros votamos a un partido determinado que para mayor inri, ganas las elecciones y, tras ese triunfo, se unen tres tramposos, fraudulentos y mentirosos y, mediante el engaño más burdo, se hacen con el poder y que no le  guste que se marche a otro país. ¿Verdad?

Es cierto que, en los toros, y mucho más ahora que tenemos las redes sociales, los aficionados, por las mismas se han manifestado en muchos órdenes, entre ellos diciendo y apuntando los toreros que quieren en las ferias pero, nada de eso. ¿A quién se le ocurre opinar diciendo que Diego Urdiales tiene que estar en las mejores ferias por derecho propio? Insensato el que lo haga porque nadie le escuchará, sencillamente porque como en política, hay otros intereses en la cumbre, los que impiden que se reparta justicia para todos aquello que la necesitan y, como en el caso de Urdiales, de los que se la ha ganado en los ruedos.

O sea que, en política y en los toros todo es mentira; apenas somos marionetas que nos manejan a su antojo aunque nos asista toda la razón del mundo. Y, lo peor de todo es que no nos damos cuenta de nada; somos apenas niños de pañales y hacen con nosotros lo que les viene en gana; al poder le faltaban las redes sociales para manejar a las masas como un pastor se lleva a su rebaño de borregos porque, no nos olvidemos en realidad, somos apenas una manada de borregos porque nos impiden pensar, por tanto, decidir.

¿Quién decide en el mundo de los toros? ¿El aficionado? ¡Jamás! Nosotros no pintamos nada; como en política, somos unos imbéciles que pasamos por taquilla para que se enriquezcan unos cuantos mientras que, desde nuestra atalaya vemos como decenas de muchachos con condiciones más que sobradas para el toreo se mueren de hambre y, ¿a quién protestamos? Al diablo porque, de hacerlo, nadie nos escuchará. La prueba no ha sido otra que en los últimos tiempos, ni el maldito gobierno se ha dignado en atender a los pobres profesionales taurinos que no tienen para comer.

Pensar, amigos, que se han perdido toreros muy válidos por aquello de las injusticias, porque no se han querido doblegar ante el poder y acatar las leyes por ellos impuestas; es decir, como el propio socialismo que, como lema siempre es el mismo, o estás conmigo o contra mí. Bien es verdad que, los políticos, a sus amiguetes que llevan el carnet en la boca les dan un puesto para que vivan como reyes; pero en los toros sigue siendo ídem de lo mismo, pero porque muchos de los toreros que claudicaron antes las grandes empresas, éstos les explotaron durante los primeros años como matadores de toros para, más tarde, dejarles en la puta calle.

Y para que el paralelismo entre los toros y la política sea todavía mayor, a Dios gracias, conozco alcaldes honrados, como empresarios humildes que montan corridas para ganarse el sustento familiar, caso de los alcaldes mencionados, pero nunca como ambición para destruir todo lo que encuentren a su paso con la finalidad de enriquecerse a costa de las personas que les han votado o les han apoyado. De todo hay en la viña del Señor pero, en su gran mayoría, destrucción y podredumbre.

En la fotografía, el inolvidable Antonio Díaz Cañabate.