Siempre es motivo de gozo que una plaza de toros haga una reapertura sus puertas para la celebración de una corrida de toros, es el caso de La Carolina en Jaén, cuya plaza ha estado más de diez años cerrada y, en esta ocasión, como digo, celebramos con alegría que una plaza tan particular como la citada organice una corrida de toros para su reapertura. Son muchas las plazas de toros en las que, por diversos motivos se cerraron, algunas quizás para siempre, como pueda ser el caso de Oviedo, La Coruña, Benidorm, Leganés, Elda, Espartinas, Villena, Monóvar, Vitoria, Ondara, todas las plazas de Cataluña y, sin duda, muchas más que ahora no recuerdo.

Por los motivos citados, todos debemos sentir una alegría inmensa cuando una plaza que ha estado cerrada abra de nuevo sus puertas para los aficionados. Es el caso del pueblo jienense que, de nuevo, retoma los espectáculos taurinos, algo que no debería de haber ocurrido jamás pero que, en el mundo de los toros, por unas u otras razones, cualquier felonía tiene cabida en nuestro mundillo y mucho más si los toros dependen de las gestiones socialistas de sus plazas.

Para colmo, la organización del evento programado en La Carolina es de alto copete. Es más, yo diría que es un cartel único que no se repetirá a lo largo de la temporada y que hasta la fecha no había tenido lugar, de ahí la trascendencia del evento que alcanza rangos interesantísimos de cara al aficionado. Toros de Núñez del Cuvillo para los diestros Finito de Córdoba, el torero incombustible; Curro Díaz, el artista por antonomasia; Manolo Escribano, el héroe con denominación de origen. ¿Se puede dar más en una plaza pequeña como La Carolina? Es imposible, pero se ha logrado.

Y lo más bello de la cuestión no es otro que, el citado cartel, como explico, nadie será capaz de repetirlo, de ahí el gran mérito de la empresa que, con talento y esmero ha formado un triunvirato ejemplar. Podían haber sido los protagonistas tres chavales nuevos, pero, el empresario ha apostado por tres toreros con mucha leyenda sobre sus espaldas; tres diestros con una concepción del toreo en su más fiel pureza y, a poco que ayuden los toros se presagia una tarde importantísima.

¿Qué decir de los diestros actuantes? En primer lugar, tenemos a Finito de Córdoba que es el diestro más longevo del escalafón, cuyo arte no se le ha olvidado, la prueba es que en las últimas temporadas ha firmado faenas de ensueño, con algún que otro indulto incluido. A Juan Serrano, siempre se le espera porque no es un torero que quiera quitar puestos a los demás, torea por el placer de torear y embellecer la arena de aquella plaza que pise, pero sin el agobio ni atosigamiento de tener que ganar otros contratos; si llega, como ahora, muy bien, y si no llega, otro momento vendrá.

Si tenemos que calificar a Curro Díaz, no cabe otra definición que hablamos de un artista de época que, como él confesara, el tiempo le ha dado la razón, por mucho que algunos empresarios hayan querido quitársela al no contratarle. Y digo el tiempo porque, el año pasado, sin ir más lejos, firmó varias faenas de escándalo artístico en Daimiel, Linares, Úbeda en dos ocasiones, Jaén, y otras plazas que ahora no recuerdo. Si tenemos que hablar de arte, Curro Diaz siempre será el torero esperado por el aficionado.

Tratar de ponderar ahora las virtudes de Manolo Escribano sería una tarea necia, sencillamente porque el diestro de Gerena tiene escritas innumerables páginas de su torería que, para colmo, las ha firmado frente al toro bravo y encastado, sus actuaciones en la pasada feria de Sevilla dicen mucho más que millones de nuestras palabras. Un hombre que está cosido a cornadas y, las mismas, para su suerte, no han hecho mella en su valor y mucho menos en su corazón que, a diario es capaz de repetir la proeza ya habitual en su manera de interpretar el toreo.

Un cartel dignísimo, yo diría que irrepetible porque no se dará en toda la temporada y que, como presagio, en dicha tarde pueden ocurrir cosas muy interesantes, hasta el punto de que los aficionados, tras el festejo, salgan a la calle dando verónicas al viento.