Mal que a algunos les pese, las huellas que van dejando los toros son tantas que se muestran apabullantes. A lo largo y a lo ancho, a cada patada que le des a un canto aparecen detalles taurinos, infiltrados de tal manera en nuestras señas de identidad que resulta imposible disiparlos.

De entre todo lo que será imposible de erradicar incluso cuando se erradiquen las corridas, se extrae la preciosa jerga que proviene del campo y que nuestro vocabulario lleva integrada en su ADN porque es utilizada por la gente en el uso cotidiano, aunque muchos de estos usuarios no sean aficionados y lo hagan de modo instintivo. No obstante, algún vocablo va cayendo en el olvido como es el caso del verbo que va en el título.

Pepe Alegrías definió el gazapeo como la condición del toro que embiste al paso, de manera incierta y sin arranque, lo que dificulta de manera extraordinaria la ejecución de las suertes, y Miguel Delibes entroncó este término con la acción de ir buscando gazapos.

El escritor era buen amigo del campo así como un experto cazador, por lo que en su narrativa explicó con claridad que se acuñó porque era más fácil ir por los gazapos al ser estos más fáciles de apresar que los conejos, siendo aquellos más pequeños e inocentes.

Según se viene seleccionando a las reses durante estos últimos años, la mayor parte de las ganaderías presentan bastante uniformidad en cuanto al comportamiento de sus toros, habiéndose acabado prácticamente la posibilidad de que los preciosos animales puedan ofrecer durante la lidia reacciones inesperadas, como es el gazapeo. De hecho, quien quiera imaginarse a un toro gazapeando tendrá que pensar en Miura o Saltillo, incluso en alguno que provenga del Raboso, pero poco más.

El término gazapear resulta muy gráfico cuando lo interpreta un toro para dar a entender que alguien se mueve despacio y con cautela, tratando de no ser visto. Como consecuencia lógica, también se  acepta compararlo -fuera del ámbito taurino- con la forma que tiene un gazapo de deambular para defenderse de sus enemigos, que debido a su vulnerabilidad utiliza la astucia como única arma defensiva.

El gobierno se mueve al paso, de manera incierta y sin arranque, lo que está dificultando tremendamente que los españoles podamos tener garantías de salubridad y perspectivas de prosperidad económica. Gazapeando amaga y no da, y anuncia la presencia de tests masivos mientras ni siquiera están disponibles en primera línea, primero los niños pasearán por los supermercados e instantes después por todas las calles, mascarillas hoy no pero sí mañana en algunos sitios y en septiembre ya veremos, bares abiertos al treinta y acto seguido mejor al cincuenta, exige tremendos sacrificios confinados mientras carece de Plan B, y así con todo, más allá de las anunciadas sopas bobas que ya veremos si son de igual marca que los tests, gazapeando en su otra acepción para emplear toda su astucia en colarnos epígrafes que restringen nuestros derechos mientras le seguimos tocando las palmas cada tarde a las ocho, como si se nos estuviera cayendo la baba.

La oposición también gazapea y sufrimos de facto un toque de queda que no tiene mayor sentido que tenernos bajo control restringiendo libertades, lo cual es otra muestra del gazapeo, porque para luchar normativamente contra el bicho existe una flamante Ley de Salud Pública junto con el resto del ordenamiento jurídico.

¿Al menos estaremos aprendiendo la lección?, porque si no asumimos para el resto de nuestra existencia que la salud es más importante que cualquier gadchet electrónico y que un abrazo no puede ser algo excepcional que practiquemos con miedo, nunca más seremos capaces de volver a los medios para juntar los talones y bajar mucho la mano, pudiendo con el gazapón para lucirnos como la suerte se merece.

José Luís Barrachina Susarte

Nadie como el maestro Miguel Delibes para ilustrar el bello ensayo de nuestro compañero. Delibes, el que dijera que un pueblo sin literatura es un pueblo muerto.